Un esp¨ªa desempolvado
Ven la luz las memorias de Anthony Blunt, ex informador al servicio de la URSS
La difusi¨®n de las memorias p¨®stumas de Anthony Blunt, 26 a?os despu¨¦s de su muerte y casi 30 despu¨¦s de que fuera desenmascarado como "el cuarto hombre" de la red de espionaje sovi¨¦tico en la Universidad de Cambridge en los a?os treinta del siglo pasado, ha provocado una curiosa reacci¨®n de patri¨®tica indignaci¨®n en Reino Unido. No porque el texto haya desvelado horrendos secretos sobre sus actividades como esp¨ªa, sino porque el arrepentimiento que destilan sus palabras parece lamentar mucho m¨¢s el da?o que Blunt se hizo a s¨ª mismo al ponerse al servicio de Mosc¨² que el que pudo hacer a la Gran Breta?a.
Anthony Blunt, homosexual refinado y culto, historiador y responsable durante decenios de la pinacoteca real en tiempos de Jorge VI primero, y de Isabel II despu¨¦s, fue denunciado en 1964. Pero evit¨® la c¨¢rcel y la humillaci¨®n p¨²blica a cambio de su colaboraci¨®n con los servicios de espionaje, que le concedieron inmunidad. La reina s¨ª fue informada de sus actividades, pero no el primer ministro de la ¨¦poca, sir Alec Douglas-Home. El pacto de silencio se vino abajo en 1979, cuando Blunt fue denunciado en el Parlamento por la entonces primera ministra Margaret Thatcher, al poco tiempo de que se publicara un libro sobre su caso que no llegaba a nombrarle.
"El entusiasmo antifascista era tan grande que comet¨ª mi mayor error"
"Muchos dir¨¢n que lo honorable habr¨ªa sido el suicidio. Yo no lo creo"
El antiguo esp¨ªa asegura en sus memorias que en aquellos amargos d¨ªas contempl¨® "muy seriamente" la posibilidad de suicidarse. "Mucha gente dir¨¢ que hubiera sido lo m¨¢s honorable, pero yo llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que, al contrario, hubiera sido una soluci¨®n cobarde", escribe en sus memorias. Despojado por la reina de su t¨ªtulo de sir, abucheado por sus vecinos cuando le identificaban en alg¨²n lugar p¨²blico, Blunt dedic¨® sus ¨²ltimos a?os a escribir sus memorias. Muri¨® en 1983 y el texto lleg¨® de forma an¨®nima al a?o siguiente a la Biblioteca Brit¨¢nica con la condici¨®n de que no se hiciera p¨²blico hasta que se cumplieran los 25 a?os de su muerte.
El caso Blunt evoca nombres m¨ªticos del espionaje sovi¨¦tico en Europa, como Guy Burgess, Kim Philby y Donald Maclean, los tres hombres que junto a Blunt y un quinto esp¨ªa no identificado formaban la red prosovi¨¦tica del Trinity College de Cambridge. "La atm¨®sfera en Cambridge era tan intensa, el entusiasmo por cualquier actividad antifascista era tan grande, que comet¨ª el mayor error de mi vida", reconoce Blunt en sus escritos.
Fue Burgess, homosexual como Blunt y esp¨ªa desde 1933, el que le convenci¨® para que trabajara para los sovi¨¦ticos en lugar de alistarse en el Partido Comunista como le hab¨ªan propuesto. "Pod¨ªa haber ingresado en el Partido Comunista pero Guy, que era una persona extraordinariamente persuasiva, me convenci¨® de que podr¨ªa hacer mejores cosas si me un¨ªa a su trabajo. En aquel momento no me di cuenta de que era pol¨ªticamente tan na?f que no ten¨ªa sentido que me comprometiera en ninguna acci¨®n pol¨ªtica como aquella", admite en sus memorias.
Blunt trabaj¨® sobre todo buscando nuevos esp¨ªas para los sovi¨¦ticos y ayud¨® a reclutar al americano Michael Straight, el hombre que acabar¨ªa denunci¨¢ndole a ¨¦l mismo en 1964.
Antes, cuando en 1951 Guy Burgess y Donald Maclean huyeron a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Blunt estuvo tentado de marchar tambi¨¦n, pero decidi¨® quedarse y consigui¨® que los servicios secretos no le vincularan a ¨¦l en la red de espionaje, a pesar de que el a?o anterior alguien le hab¨ªa denunciado como miembro del Partido Comunista.
"El manuscrito es notable por lo que no revela", se quejaba ayer el comentarista del Times Ben Macintyre. "Blunt no entra al detalle de sus propias actividades de espionaje o las consecuencias que sus acciones tienen para otros. ?stas no son unas memorias sobre hechos sino sobre sentimientos y car¨¢cter", sostiene. "Al final de su vida, Blunt contempla la posibilidad del suicidio porque no puede soportar la ca¨ªda en desgracia que supone el haber sido expuesto. Ha pasado a?os mintiendo a gente que le ten¨ªa por un amigo, reclutando agentes y pasando secretos a Mosc¨², pero lo que de verdad le provocaba agon¨ªa era la perspectiva de perder su buen nombre", se lamenta Macintyre.
Los otros miembros de 'los cinco de Cambridge'
- Kim Philby. Enviado al bando nacional durante la Guerra Civil espa?ola, dec¨ªa ser periodista freelance. Se sospech¨® de ¨¦l por su amistad con Burguess, pero sali¨® airoso de los interrogatorios. Desert¨® a la URSS en 1963. Se le considera el infiltrado m¨¢s eficaz, pese a que Stalin cre¨ªa que era un triple agente, es decir, un falso esp¨ªa fiel a Gran Breta?a.
- Donald Maclean. Tras sus repetidas visitas al consulado sovi¨¦tico en Nueva York, el diplom¨¢tico estaba a punto de ser interrogado. Sin embargo, le alert¨® una llamada misteriosa, y escap¨® junto a Burgess. Se cree que sus servicios contribuyeron al bloqueo de Berl¨ªn. La KGB lo condecor¨®.
- Guy Burgess. Agente infiltrado en el MI5 (el servicio de inteligencia brit¨¢nico dedicado a la seguridad nacional), transmiti¨® a los sovi¨¦ticos documentos secretos de la estrategia militar occidental. Huy¨® a la URSS junto a Maclean en 1951, aunque no estaba bajo sospecha.
- John Cairncross. Hubo que esperar hasta 1990 para conocer la identidad del quinto hombre de la red de espionaje prosovi¨¦tico del Trinity College. Confes¨® en 1951 despu¨¦s de que lo delatara un desertor de la KGB, pero su declaraci¨®n se mantuvo en secreto. Incluso se le permiti¨® exiliarse. Nunca lleg¨® a reconocerlo p¨²blicamente.
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