Champs Elys¨¦es
"Pr¨®xima estaci¨®n: Champs Elys¨¦es", dijo aliviada una voz en la cabeza de los corredores mientras se dirig¨ªan a su hotel despu¨¦s del Ventoux. Ni ven¨ªan de visitar la Torre Eiffel ni estaban en el metro de Par¨ªs de turistas. Era la voz que anunciaba a los ne¨®fitos que el sue?o con el que comenzaron a pedalear estaba cerca de convertirse en realidad. Terminar todo un Tour de Francia. Yo lo hice por vez primera en el 99 y nunca se me olvidar¨¢ ese d¨ªa, cuando se me puso la carne de gallina contemplando el Arco del Triunfo al fondo de la recta de meta. Dicen que all¨ª entregan en carnet de ciclista, que mientras que no has llegado all¨ª todo es formaci¨®n. Y m¨¢s o menos es as¨ª porque carreras hay muchas y muy diferentes, pero el que ha sido capaz de terminar un Tour se puede decir que ha vivido ya un poco de todo.
Y los veteranos, los que ya han perdido la cuenta de las vueltas que han dado en los Campos Eliseos, piensan en la vuelta a casa. Despu¨¦s de tres semanas volver a tu propia cama, estar con tu gente, disfrazarte de persona normal y levantarte con la perspectiva de no hacer nada en todo el d¨ªa. Ese tipo de deseos son los que te carcomen por dentro en la ¨²ltima semana y ser¨¢n hechos a partir de ma?ana.
Y a los que han ganado algo les llega la ocasi¨®n de celebrarlo. Cavendish, por ejemplo, tendr¨¢ que condensar las fiestas en una porque seis (5+1) son muchas victorias. La de ayer fue adem¨¢s apabullante. M¨¢s que ganar al sprint, parec¨ªa que llegaba escapado en solitario. La culpa la tuvo el lanzador de Farrar, que entr¨® en la ¨²ltima curva con una trazada tan forzada que se vio obligado a frenar, dejando unos preciosos metros a Cavendish y su lanzador. Se le daba por favorito para esta etapa, pero la verdad es que gan¨® a sus rivales de un modo un tanto humillante.
Pero el m¨¢s feliz era Contador. C¨®mo para no serlo. Tres semanas de tensi¨®n fuera y dentro de la carrera que, por fin, finalizan. S¨®lo por eso ya es para estarlo. Pero es que se lleva el maillot amarillo a casa por segunda vez; una proeza a su edad, una esperanza de lo que a¨²n puede venir. Me acuerdo de que hace dos a?os dije que me dio pena su victoria por la circunstancias que acompa?aron aquel Tour. Era consciente de que acababa de nacer una estrella. As¨ª que a?ad¨ª que esperaba que su destino no quedase marcado por cu¨¢ndo hab¨ªa sido su nacimiento. Pero, por fortuna, no ha sido as¨ª. Desde aquel d¨ªa todo ha sido una sucesi¨®n de destellos, uno detr¨¢s de otro, pr¨¢cticamente uno en cada una de las carreras en las que ha participado. A veces a nosotros, compa?eros de oficio, nos ha parecido hasta excesivo ese dominio. Pero yo le entiendo a ¨¦l, pues gana tan f¨¢cil, con tanta naturalidad, que habr¨¢ veces en las que lo hace hasta sin darse cuenta. ?Acaso no es leg¨ªtimo hacerlo?
As¨ª que desde aqu¨ª te mando mi enhorabuena, Alberto; me alegro de que est¨¦s donde est¨¢s. Tambi¨¦n me alegro por Amstrong, y espero que tu tambi¨¦n, porque yo nunca habr¨ªa pensado que llegar¨ªa tan alto, pero hay que reconocerle el m¨¦rito que tiene hacer lo que ha hecho. Y aprovecho para despedirme de mis lectores y, ya de paso, de mi silla de ruedas. Gracias al trabajo que han hecho conmigo en el centro de rehabilitaci¨®n del IMQ en Bilbao, ¨¦stas ser¨¢n mis ¨²ltimas l¨ªneas desde ella. Las pr¨®ximas espero que vuelvan a ser desde mi sill¨ªn.
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