Los Velasco, sastres y artistas
De la vida de sus abuelos y padres en Extremadura se pueden extraer todas las cualidades que hacen ¨²nico a Contador
Los genetistas, que discuten de todo, se han puesto de acuerdo en una cosa: los genes de las cualidades f¨ªsicas, como la resistencia, se heredan directamente de la madre. El padre, como mucho y en todo caso, presta sus defectos al compuesto; para equilibrar, m¨¢s o menos. Federico Mart¨ªn Bahamontes recordaba en este sentido que todo su esp¨ªritu de lucha, su inconformismo, lo hab¨ªa recibido directamente de su madre; que su padre, mozo de estaci¨®n, era mucho m¨¢s acomodaticio. El padre de Luis Oca?a, exiliado, se emple¨® para construir la presa del Portilhon, en el Garona del valle de Ar¨¢n, y los padres de Alberto Contador emigraron a Madrid a finales de los a?os setenta del siglo pasado porque en Barcarrota (Badajoz), su pueblo, no pod¨ªan ganarse la vida. Tanto Oca?a, que empez¨® a trabajar de ebanista en Las Landas, como Contador, buen chaval en la escuela, llevan, sin embargo, la contraria a los genetistas: sus cualidades de grandes deportistas, con un cuerpo extraordinario y una cabeza que s¨®lo ellos entienden, las heredaron de ambos progenitores. Y Contador, ni?o en Barcarrota, chico en Pinto, tambi¨¦n de sus abuelos.
De sus abuelos maternos, los padres de Paquita Velasco, la ni?a m¨¢s empollona y m¨¢s lista del colegio, Contador ha heredado la vena de artista imprevisible, el gusto por el espect¨¢culo gratuito y arriesgado que a veces echa a perder semanas de planificaci¨®n. Como su ataque, inesperado y frustrado, en La Colombi¨¨re, del que debi¨® arrepentirse en sesi¨®n de p¨²blica autocr¨ªtica. Su abuelo, que era de una familia de sastres y que los d¨ªas laborables los pasaba con el metro, las tijeras y la tiza, tomando medidas, cortando franelas y recortando patrones, se convert¨ªa los fines de semana en artista que, al frente de la orquesta Los Velascos, recorr¨ªa las verbenas de los pueblos de alrededor con sus metales y vientos poniendo m¨²sica y pasodobles a los bailes de la plaza. "Eran varios hermanos sastres y m¨²sicos", dice Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez, de Barcarrota y periodista de diario Hoy, de Badajoz; "los padres de su padre, Paco, eran campesinos".
Hay no tanto genetistas como antrop¨®logos que fijan en la herencia campesina de los castellanos, andaluces y extreme?os, hijos de los africanos del norte que colonizaron la Pen¨ªnsula, parte de las cualidades fundamentales que hacen que los mejores deportistas espa?oles hasta hace nada, atletas de fondo, maratonianos, ciclistas morenos, esquel¨¦ticos y retorcidos, sean los campeones de las actividades m¨¢s agon¨ªsticas, menos art¨ªsticas. Por si quedara alguna duda, cuenta Rodr¨ªguez que los abuelos paternos de Contador, los padres de Paco, su padre, ten¨ªan un par de finquillas en Barcarrota, El Palomar y La Chaza; unas obradas en las que criaban algunos guarros, en las que crec¨ªan encinas e higueras y en las que pac¨ªan apacibles vacas lecheras.
De ambas familias, tan diferentes, los campesinos y los m¨²sicos-sastres, nacieron hijos tan distantes entre s¨ª como lejanos estaban los pupitres que ocupaban en el aula del Colegio Libre Adaptado Virgen del Soterra?o en el que ambos, Paquita y Paco, estudiaron el bachillerato por libre, esperando a que al final del curso se presentaran los profesores del Instituto de Badajoz a examinarlos de todo el libro antes de pasarles de curso. "Mi madre, eso me han dicho, era la m¨¢s lista y la m¨¢s trabajadora de la clase", cuenta Fran, el hermano mayor de Contador; "eso era porque, como su familia no andaba muy bien de dinero, ten¨ªa que ganarse todos los a?os la beca y lo hac¨ªa hincando los codos como nadie. Se sentaba en la primera fila y no perd¨ªa palabra de las lecciones del profesor, don Hilario ?lvarez, un asturiano. Mi padre, en cambio, era otra cosa".
Su padre, Paco, clavado en el f¨ªsico y en las hechuras al ganador de dos Tours, se sentaba en la ¨²ltima fila y no perd¨ªa ocasi¨®n, si se presentaba, de mostrar sus dotes de escalador trepando literalmente la tapia del colegio, que med¨ªa unos tres meses, para fugarse, como su hijo, en bicicleta e irse al campo a ayudar a su padre.
"Mientras Paquita respond¨ªa a la terapia de don Hilario de estudio intenso diario hasta las diez de la noche, con responsabilidad de empollona, Paco lo hac¨ªa huyendo a la sierra", dice Rodr¨ªguez, que fue compa?ero de colegio de ambos; "lo extra?o fue que dos personas tan diferentes acabaran cas¨¢ndose". Y m¨¢s raro deber¨ªa de ser que de su matrimonio naciera uno de los mejores ciclistas espa?oles de la historia. O quiz¨¢ no tan raro, pues Contador, perseverante y trabajador como su madre, serio; genial y escalador como su padre, ha heredado las mejores cualidades de ambos. "Y, aunque su primera carrera la gan¨® en un circuito de Barcarrota, en la finca del Rodeo, a la hora de la merienda y con un bocadillo en la mano, como tantos extreme?os, porque Alberto puede decir que es de donde quiera, pero es de donde es, ha tenido que irse fuera de su tierra para ser algo. Y estoy convencido de que su padre, Paco, de haber tenido la oportunidad, tambi¨¦n habr¨ªa sido un gran ciclista", concluye.
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