La doctrina Obama y ?frica
El tan comentado discurso del presidente Barack Obama en El Cairo no s¨®lo represent¨® la desaparici¨®n del impulso ideol¨®gico de George W. Bush a la reconstrucci¨®n del mundo musulm¨¢n mediante una revoluci¨®n democr¨¢tica, sino que, adem¨¢s, se?al¨® el fin del prop¨®sito por parte del liberalismo americano de rehacer el mundo a su imagen y semejanza.
En lugar de eso, el Gobierno de Obama se gu¨ªa por un realismo pol¨ªtico relativista que adopta el respeto de las distinciones culturales y religiosas. Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, subray¨® esa tendencia durante su primera visita a China, donde su mensaje inequ¨ªvoco fue el de que el orden y la estabilidad tienen prioridad sobre la libertad y los derechos humanos.
El problema de los pa¨ªses africanos es la seriedad del gobierno, no las elecciones y las Constituciones
El orden y la estabilidad es lo que legitima a pa¨ªses como Libia y T¨²nez
Pero, ?qu¨¦ decir de ?frica, el continente olvidado al que el presidente dedic¨® un discurso exuberante como todos los suyos y una visita rel¨¢mpago a la cual la actual gira de su secretaria de Estado es sin duda un importante acto de seguimiento diplom¨¢tico? All¨ª tanto la vitalidad de la tradici¨®n pol¨ªtica local como los imperativos estrat¨¦gicos est¨¢n convergiendo para determinar los l¨ªmites de la capacidad de Occidente con vistas a imponer sus valores.
Dos semanas antes del discurso de Obama en El Cairo, una delegaci¨®n del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas visit¨® cuatro pa¨ªses africanos para expresar su preocupaci¨®n por el resurgimiento del cambio inconstitucional en ese continente. ?frica ofrece, en efecto, un panorama sombr¨ªo, con pa¨ªses que est¨¢n deshaci¨¦ndose virtualmente a consecuencia de la autocracia y el estancamiento.
Pero la doctrina Obama que est¨¢ perfil¨¢ndose sugiere que "las elecciones por s¨ª solas no constituyen una democracia aut¨¦ntica" y que, como ha ocurrido en el mundo ¨¢rabe, cualquier iniciativa abrupta en pro de la democracia est¨¢ destinada a producir caos. Adem¨¢s, en ?frica los dirigentes posautoritarios no necesariamente respetan los derechos humanos y la gesti¨®n decente de los asuntos p¨²blicos.
La actitud de Occidente para con la democracia en el Tercer Mundo siempre ha sido err¨¢tica. A comienzos del decenio de 1990, aplaudi¨® el golpe militar en Argelia encaminado a cercenar la aparici¨®n democr¨¢tica de un r¨¦gimen islamista y no tiene el menor inconveniente en hacer negocios con reg¨ªmenes autoritarios de todo el mundo ¨¢rabe. Sin embargo, suele ser habitual que en p¨²blico se muestre prendado de los aderezos exteriores de la democracia.
Tomemos el ejemplo de Guinea Conakry. Despu¨¦s de a?os de agitaci¨®n, unos oficiales de poca graduaci¨®n, encabezados por el capit¨¢n Moussa Dadis Camara, tomaron el poder endiciembre de 2008 en un golpe pac¨ªfico y que cont¨® con un amplio apoyo. Tanto la Uni¨®n Europea como Estados Unidos reaccionaron inmediatamente amenazando a la junta gobernante con la interrupci¨®n de la ayuda, a no ser que se restablecieran las elecciones y el Gobierno constitucional.
Aunque el presidente Camara acab¨® sucumbiendo a la presi¨®n y convocando elecciones para el pr¨®ximo invierno, no le falta raz¨®n al insistir en que primero debe garantizar la estabilidad para que las elecciones no se conviertan en un simple preludio de luchas civiles. El caso de la vecina Guinea-Bissau, donde acaba de producirse un ba?o de sangre antes de las elecciones generales, debe servir de advertencia.
?Por qu¨¦ ha de insistir Occidente en las elecciones en un pa¨ªs que desde 1984 fue gobernado por un dictador con respaldo occidental, Lansana Cont¨¦, que, a su vez, lleg¨® al poder con un golpe militar? Mantuvo una Constituci¨®n y celebr¨® elecciones, pero no por ello fue un gobernante democr¨¢tico ni fue capaz de sacar a su pa¨ªs de su atroz atraso, pese a su enorme potencial para el desarrollo econ¨®mico.
El problema de ?frica es el de la eficacia del gobierno, no el de las elecciones y las constituciones de altas miras. Al contrario, se debe alentar a los gobernantes a que se dediquen a la construcci¨®n de la democracia de abajo arriba, creen una fuerza de polic¨ªa y un sistema judicial honrados y permitan que prosperen organizaciones c¨ªvicas. Capacitar a las fuerzas de polic¨ªa para que mantengan el orden sin recurrir a ba?os de sangre no es menos importante que las elecciones.
En ?frica, las elecciones y las constituciones -Zimbabwe y la dictadura de Gab¨®n tienen ambas cosas- nunca han sido una salvaguardia contra la tiran¨ªa y las violaciones de los derechos humanos.
La prueba de Camara -de hecho, la prueba para la mayor¨ªa de los dirigentes africanos- consiste en proteger a los civiles y su propiedad, mantener el orden p¨²blico sin medidas opresivas y luchar contra la corrupci¨®n. Camara se ha mostrado muy receptivo ante la presi¨®n internacional y recientemente ha sido elogiado por Human Rights Watch por su "importante esfuerzo" al haber reconocido el papel destructivo de la corrupci¨®n y del tr¨¢fico de drogas y haber lanzado una ofensiva contra ellos.
El orden y la estabilidad, aun sin derechos constitucionales, es lo que legitima a pa¨ªses como Libia y T¨²nez ante la comunidad internacional. Para recuperar la confianza de la comunidad empresarial internacional y de las grandes empresas mineras mundiales, a las que en los ¨²ltimos a?os enfurecieron las renegociaciones forzosas de los acuerdos vigentes por los Gobiernos del Congo, Mongolia y Guinea, Camara tuvo tambi¨¦n la prudencia de desdecirse de su amenaza de renegociar las concesiones mineras vigentes.
Occidente tiene raz¨®n en insistir en las normas de gobierno decente, pero corre el riesgo de perder su capacidad de influir en los acontecimientos de ?frica cuando cae en la falacia de ignorar que la democracia no es un dogma eclesi¨¢stico sino una serie de principios que necesitan ser contextualizados.
Es por lo tanto dif¨ªcil entender la resistencia del Grupo de Contacto internacional responsable del seguimiento del proceso de democratizaci¨®n en Guinea a la intenci¨®n del l¨ªder guineano de presentarse, desde luego s¨®lo despu¨¦s de abandonar el Ej¨¦rcito, a las elecciones presidenciales. En Mauritania acaban de producirse elecciones presidenciales que tanto el secretario general de la ONU y la Uni¨®n Europea, asumieron como perfectamente leg¨ªtimas. Las gan¨® el general Mohamed Ould Abdelaziz, el mismo que tom¨® el poder hace un a?o a trav¨¦s de un golpe de Estado...
Tampoco es ¨²til para los intereses de Occidente, o de los pueblos de ?frica, vincular autom¨¢ticamente la ayuda con las elecciones, pues, mientras lo hace, China, el freno de cuyo empuje estrat¨¦gico en ?frica es uno de los objetivos principales de la gira de la secretaria Clinton, est¨¢ utilizando su colosal capacidad financiera para ampliar su posici¨®n estrat¨¦gica en el continente, sin vincular la ayuda y la inversi¨®n con latosas exigencias sobre la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos. Gracias a su empuje para conservar una importante voz y voto en materia de fijaci¨®n de precios del hierro y la bauxita, de los que Guinea es el mayor productor mundial, China recibe una c¨¢lida acogida de unos funcionarios cansados de los sermones occidentales.
No es una buena noticia para los adalides occidentales de los derechos humanos que China acabe capacitando a los polic¨ªas de pa¨ªses como Guinea. No hace falta demasiada imaginaci¨®n para discernir las normas que los chinos podr¨ªan inculcar a los 1.000 polic¨ªas y funcionarios judiciales del Asia central a los que est¨¢n formando actualmente.
Tal como lo entiende Obama, semejante ayuda autoritaria es una grave amenaza para los intereses geoestrat¨¦gicos de Occidente, incluida la lucha contra el tr¨¢fico de drogas (Guinea ha llegado a ser un punto de tr¨¢nsito en la ruta de Sudam¨¦rica a Europa). Tambi¨¦n socava la oportunidad de poner las bases para una aut¨¦ntica reforma democr¨¢tica en todo el continente.
Shlomo Ben Ami, ex ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, es ahora vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org Traducci¨®n de Carlos Manzano.
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