El universo, crisol cient¨ªfico y pol¨ªtico
La historia de la exploraci¨®n espacial muestra la intensa relaci¨®n entre la ciencia y la tecnolog¨ªa por un lado y la pol¨ªtica por otro: el espacio es un elemento m¨¢s del mapa geopol¨ªtico global
Pertenezco a un grupo -creo que bastante numeroso- cada vez m¨¢s decepcionado con la pol¨ªtica nacional. Ofende a la inteligencia, a la capacidad de razonamiento l¨®gico que caracteriza a los humanos, contemplar como una buena parte de los pol¨ªticos espa?oles se sumergen en campa?as electorales como la que tuvo lugar hace poco para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo y no hablan para nada de pol¨ªtica europea, empleando la mayor parte del tiempo en descalificarse mutuamente, ejercicio en el que contin¨²an empe?ados. Bien har¨ªan estos servidores p¨²blicos en seguir la receta que Carlos Fuentes ofreci¨® en uno de sus libros (En esto creo): "La pol¨ªtica como costumbre virtuosa, receptiva de los datos de la cultura, la tradici¨®n, el respeto del individuo y el vigor de la colectividad".
La exploraci¨®n espacial que llev¨® a pisar la Luna s¨®lo se entiende en el contexto de la guerra fr¨ªa
En 15 a?os el n¨²mero de planetas extrasolares conocidos ha aumentado y ya supera los 300
Como ant¨ªdoto ante tanta zafiedad sociopol¨ªtica, no viene mal mirar a los cielos. Agosto es buen mes para ello: muchos abandonar¨¢n las ciudades donde la luz artificial no deja contemplar el majestuoso espect¨¢culo del cielo nocturno. Adem¨¢s, este a?o tienen lugar dos celebraciones que constituyen una buena excusa para informarse acerca del universo: los 40 a?os de la llegada de humanos a la Luna y el A?o Internacional de la Astronom¨ªa, homenaje a los cuatro siglos que han pasado desde que Galileo construyera un rudimentario telescopio, con el que contempl¨® la irregular superficie de la Luna, sat¨¦lites orbitando en torno a J¨²piter, as¨ª como miles de "luces" hasta entonces indistinguibles en la V¨ªa L¨¢ctea, y de la publicaci¨®n de un texto de Kepler que conviene recordar, Astronomia nova, en el que present¨® sus primeras dos leyes del movimiento (el¨ªptico) planetario.
Lo que en la actualidad, 400 a?os despu¨¦s de aquellos acontecimientos, conocemos acerca del universo constituye una de las mejores demostraciones de la inteligencia e inventiva de nuestra especie, as¨ª como, claro, de las muchas sorpresas que esconde el cosmos. "Un peque?o paso para el hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad", es la famosa frase de Armstrong al llegar a la Luna, y ambas caracterizaciones -peque?o paso y salto gigantesco- se ajustan a la verdad. ?C¨®mo minimizar el que hayamos sido capaces de pisar un objeto planetario diferente de la Tierra? Ahora bien, dejando a un lado su dimensi¨®n psicol¨®gica, se trat¨® m¨¢s de un logro tecnol¨®gico que de un avance significativo en el ¨¢mbito cient¨ªfico. Para la ciencia fue un peque?o, aunque notable, paso.
Gracias a sondas espaciales que se han beneficiado del incre¨ªble avance tecnol¨®gico, ahora sabemos que no es preciso abandonar el Sistema Solar para encontrar mucha m¨¢s variedad de la existente en la Luna. Las misiones Pioneer, Voyager y Galileo que exploraron el gigantesco (su di¨¢metro es 11 veces el de la Tierra) J¨²piter y sus lunas mostraron que una de ellas, Europa, est¨¢ cubierta de una profunda capa de hielo, bajo el cual acaso existan oc¨¦anos generados por el calor interno producido por las tensiones de origen gravitacional entre J¨²piter y sus sat¨¦lites. Tal vez en sus profundidades exista vida; ?no la hay en las oscuras simas de los oc¨¦anos terrestres? An¨¢logamente, la sonda Cassini, lanzada en 1997, descubri¨® un oc¨¦ano salado bajo la superficie del polo sur de Enc¨¦lado, una de las lunas heladas de Saturno, planeta en torno al cual la sonda comenz¨® a orbitar en julio de 2004.
Y si miramos a¨²n m¨¢s lejos, a las profundidades de nuestra galaxia o del universo, hallamos muchas m¨¢s novedades: estrellas de neutrones, quasares, p¨²lsares o los misteriosos agujeros negros, que han resultado no ser fantasmas producto de las complejidades matem¨¢ticas de una teor¨ªa maravillosa -la relatividad general-, sino objetos muy reales, que podemos encontrar, por ejemplo, en n¨²cleos de galaxias, como si fueran el manantial del que ¨¦stas brotan. Cre¨ªamos que dispon¨ªamos de una buena imagen de lo que contiene el universo y en la ¨²ltima d¨¦cada nos hemos dado cuenta de que es m¨¢s lo que desconocemos que lo que sabemos. Me estoy refiriendo a la materia y energ¨ªa oscuras: parece que alrededor del 3% del universo est¨¢ formado por masa ordinaria, el 30% de masa oscura (que se detecta a trav¨¦s de su fuerza gravitacional) y el 67% de energ¨ªa oscura (inferida al constatar que el universo se expande con mayor aceleraci¨®n de la que podemos explicar).
Otro desarrollo reciente es la identificaci¨®n de planetas asociados a estrellas. En 1992 se descubrieron dos orbitando alrededor de un p¨²lsar; tres a?os despu¨¦s se identific¨® en torno a la estrella 51 Pegasi un planeta del tama?o de J¨²piter. Desde entonces el n¨²mero de planetas extrasolares conocidos ha aumentado considerablemente, superando ya los 300. Aunque la mayor parte de ellos son mucho m¨¢s masivos que la Tierra y demasiado cercanos a su estrella madre para albergar vida, terminaremos encontrando otros en los que se den condiciones favorables para su aparici¨®n. Cualquiera se puede imaginar las consecuencias de todo tipo que se podr¨ªan extraer del descubrimiento de vida en las profundidades del cosmos, la noticia que a m¨ª m¨¢s me gustar¨ªa recibir.
Ante semejantes hechos, no es dif¨ªcil dejar volar la imaginaci¨®n; pensar en instalar una estaci¨®n permanente en la Luna o en misiones tripuladas a Marte, proyectos que en principio ya tienen fecha: 2025 y 2050, respectivamente. O en un telescopio instalado en la cara oculta de la Luna, mucho mejor situado, por tanto, que el fenomenal telescopio espacial Hubble, del que tanto hemos aprendido. Es como si asisti¨¦semos a una fiesta del conocimiento, libre de las miserias y de los compromisos de la vida diaria. No es as¨ª, sin embargo. Fiesta del conocimiento, s¨ª, pero no en un mundo ajeno a las circunstancias pol¨ªticas. De hecho, la historia de la exploraci¨®n espacial muestra una intensa relaci¨®n entre ciencia y tecnolog¨ªa, por un lado, y pol¨ªtica por otro. Wernher von Braun, por ejemplo, so?¨® desde joven con construir cohetes que le llevar¨ªan a la Luna y a Marte, pero finalmente lo que hizo fue servir a Hitler, construyendo los tristemente c¨¦lebres V-2, cuyo destino no era nuestro sat¨¦lite sino Londres y su carga no astronautas sino bombas. Tras la II Guerra Mundial fue trasladado a Estados Unidos, pa¨ªs al que tambi¨¦n sirvi¨® con lealtad y donde colabor¨® en la construcci¨®n (1958) del primer sat¨¦lite artificial estadounidense, dirigiendo despu¨¦s en la NASA el desarrollo del veh¨ªculo que llev¨® al Apollo 11 a la Luna, propulsado por motores de cuyo dise?o se beneficiar¨ªan los misiles bal¨ªsticos intercontinentales. Y si hablamos de la NASA, hay que recordar que esta agencia espacial es hija -fue creada por Eisenhower en 1958- de la reacci¨®n de Estados Unidos ante el lanzamiento por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el 4 de octubre de 1957, del famoso Sputnik. En otras palabras, la exploraci¨®n espacial que condujo a la llegada a la Luna ¨²nicamente se puede entender en el contexto de la guerra fr¨ªa.
Bien, pensar¨¢n algunos, la guerra fr¨ªa es cosa del pasado. Seguramente as¨ª es (en parte), pero a¨²n podemos identificar manifestaciones de la intervenci¨®n de la "raz¨®n pol¨ªtica" en la investigaci¨®n espacial. La Estaci¨®n Espacial Internacional, cuyos primeros m¨®dulos se instalaron en 1998, constituye un magn¨ªfico ejemplo en este sentido. Su origen tiene que ver con el deseo de Estados Unidos de propiciar una colaboraci¨®n con Rusia, cuya estaci¨®n espacial MIR, orgullo del Estado sovi¨¦tico, era cada vez m¨¢s obsoleta. Desde el punto de vista propagand¨ªstico y de la pol¨ªtica internacional, la Estaci¨®n Internacional parece eficaz, pero desde el cient¨ªfico su utilidad es m¨¢s que dudosa.
La exploraci¨®n espacial, de la que tantos gozos intelectuales hemos extra¨ªdo, es pues fiel reflejo de la personalidad de la humanidad. Representa una noble empresa -la de intentar superar nuestras ataduras terrestres-, pero tambi¨¦n los deseos nacionales de mostrar poder: el espacio como un elemento m¨¢s del mapa geopol¨ªtico global. No es casualidad que China se haya incorporado hace poco a la ciudadan¨ªa espacial: el 15 de octubre de 2003 lanz¨® su primer cohete tripulado y el 27 de septiembre de 2008 ta?konautas (hombres del gran vac¨ªo) chinos realizaron la primera salida al espacio. El universo se convierte as¨ª en un crisol en el que ciencia y pol¨ªtica se funden produciendo una curiosa, sin duda fascinante, amalgama.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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