Un Emmy y el general
Con ocasi¨®n de la detenci¨®n del General Augusto Pinochet en Londres, su ex ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa, abismado ante las manifestaciones en contra del dictador en las calles londinenses, plante¨® la necesidad de "hacer una pel¨ªcula", para educar a la opini¨®n p¨²blica internacional acerca de la verdad de lo ocurrido en Chile bajo el r¨¦gimen militar.
Diez a?os despu¨¦s, se podr¨ªa decir que con El juez y el general, el documental de Elizabeth Farnsworth y Patricio Lanfranco, su deseo se ha cumplido, aunque no necesariamente de acuerdo a lo que Jarpa le habr¨ªa gustado. La pel¨ªcula, reci¨¦n nominada para uno de los cotizados premios Emmy en la categor¨ªa de programaci¨®n hist¨®rica sobresaliente, fue estrenada en el 2008, y exhibida en el importante programa Punto de Vista, de PBS, en Estados Unidos. Los premios Emmy ser¨¢n anunciados en Nueva York el 21 de septiembre.
El juez Juan Guzm¨¢n narra en un documental el horror de la represi¨®n en la dictadura de Pinochet
Muchos dir¨ªan que los directores, dos destacados periodistas, Farnsworth estadounidense y Lanfranco chileno, con amplia trayectoria en la cobertura de la tem¨¢tica de los derechos humanos, se lo merecen con creces, al poner en justa perspectiva una figura y un periodo tan significativo en la historia de Am¨¦rica Latina y el mundo.
Lo novedoso es que lo ocurrido en Chile bajo Pinochet es narrado desde la mirada de Juan Guzm¨¢n Tapia, el juez de la Corte de Apelaciones de Santiago al que, en enero de 1998, le fueron asignadas por sorteo las causas criminales en contra de Pinochet.
En marzo de ese a?o este ¨²ltimo dejar¨ªa la Comandancia en Jefe del Ej¨¦rcito para asumir el puesto de senador vitalicio.
Desde el punto de vista cinematogr¨¢fico, es fascinante observar la evoluci¨®n del juez Guzm¨¢n, desde su escepticismo inicial hasta su horror final. Proveniente de una familia acomodada, hijo de un destacado escritor y diplom¨¢tico, Juan Guzm¨¢n Cruchaga (premio Nacional de Literatura), de antepasados militares y con esposa francesa, el juez Guzm¨¢n encarna en buena medida lo que fue el Poder Judicial en Chile en la ¨¦poca de la dictadura.
Pol¨ªticamente conservador, apoy¨® la candidatura de Jorge Alessandri en las elecciones de 1970 que gan¨® Salvador Allende (incluso se?ala que de haber ganado Alessandri, habr¨ªa seguido los pasos de su padre en el servicio diplom¨¢tico), y luego el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que llev¨® a Pinochet al Palacio de la Moneda (aunque no se pudo mudar al mismo hasta 1980; siete a?os tom¨® reconstruir el Palacio Presidencial dados los da?os causados por los bombardeos desde los Hawker Hunter).Curiosamente, sin embargo,la obra no abunda en uno de los principales desaf¨ªos del magistrado. La Junta Militar aprob¨® una Ley de Amnist¨ªa en 1978 cuyo efecto fue extinguir toda responsabilidad por violaciones a los derechos humanos cometidos del golpe a esa fecha. Por otra parte, trat¨¢ndose de delitos cometidos un cuarto de siglo antes, algunos de ellos ya estar¨ªan prescritos, imposibilitando su encausamiento.
?Qu¨¦ hacer?
Guzm¨¢n dio con una soluci¨®n. A su entender, en el caso de los detenidos-desaparecidos, no se tratar¨ªa de un delito ya cometido y completado (como ser¨ªa un homicidio), sino de uno cometido continuo, como el secuestro. Al no haber evidencia de los restos de las v¨ªctimas, y mientras ¨¦stos no apareciesen, cab¨ªa presumir que el delito se segu¨ªa efectuando, con lo cual no ca¨ªa bajo la Ley de Amnist¨ªa. Los torpes intentos por refutar este impecable razonamiento jur¨ªdico ("?Todos saben que est¨¢n muertos! ?Qu¨¦ pretende el juez Guzm¨¢n?") no encontraron mayor acogida.
Hab¨ªa en ello una profunda iron¨ªa. El hacer desaparecer a los enemigos (las c¨¦lulas del "c¨¢ncer marxista"), una t¨¦cnica que algunos atribuyen haber inventado a Pinochet, aunque despu¨¦s se aplic¨® tambi¨¦n en otros pa¨ªses del Cono Sur, ten¨ªa como prop¨®sito hacer cundir el terror.
El impacto en familiares y amigos de la s¨²bita desaparici¨®n de un ser querido, algo que permanece en el tiempo, sembrando la eterna duda acerca de un eventual retorno, es muy distinto (y , muchos dir¨ªan, mayor) que, digamos, el de un fusilamiento, seguido de una cristiana sepultura.
El que uno de los principales instrumentos del terrorismo de Estado haya terminado gestando la herramienta jur¨ªdica clave para encausar a los autores tiene algo de justicia po¨¦tica, hijo de un destacado poeta, y ¨¦l mismo de gran cultura literaria -es conocido por citar a Shakespeare en sus clases- debe apreciarlo en su justa dimensi¨®n.
En momentos en que la crisis en Honduras ha reavivado los temores que los golpes militares gatillan, cabe notar que en esto tambi¨¦n Pinochet trat¨® de innovar. A la cl¨¢sica oferta de un avi¨®n al presidente depuesto para que dejase el pa¨ªs (como se hizo con Manuel Zelaya en Honduras, aunque ¨¦ste fue llevado a la fuerza), Pinochet ten¨ªa en mente una variante: el avi¨®n se caer¨ªa poco despu¨¦s de despegar, terminando as¨ª con la vida de Salvador Allende, en caso de haber ¨¦ste aceptado el ofrecimiento.
El escuchar la grabaci¨®n pirata de la conversaci¨®n radiof¨®nica ese 11 de septiembre entre Pinochet y el almirante Patricio Carvajal (y futuro canciller de Chile bajo la Junta) al respecto, y la frase de Pinochet, que lo refleja de cuerpo entero ("si se mata la perra, se acaba la leva"), es uno de los momentos m¨¢s dram¨¢ticos de una pel¨ªcula en que ¨¦stos abundan.
Juan Guzm¨¢n pag¨® cara su osad¨ªa de llevar hasta las ¨²ltimas consecuencias los juicios en contra de Pinochet, quien fue desaforado, perdiendo as¨ª su inmunidad parlamentaria despu¨¦s de su retorno de Londres en marzo de 2000.
Pese a su talento y trayectoria, Guzm¨¢n no fue ascendido a la Corte Suprema, el sue?o de todo juez, y se jubil¨® como ministro de la Corte de Apelaciones. Ya no ense?a en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Cat¨®lica de Chile, sino que en la m¨¢s modesta Universidad Central, donde dirige un Centro de Derechos Humanos. Pero poca duda cabe que se gan¨® un lugar en la historia al acometer la tit¨¢nica tarea de enjuiciar, sin que le temblase la mano, a uno de los dictadores emblem¨¢ticos del siglo XX.
Jorge Heine, abogado y ex diplom¨¢tico chileno, es catedr¨¢tico de Gobernanza Global en la Escuela Balsillie de Asuntos Internacionales en Waterloo, Ontario.
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