Los 'lobbies' sanitarios se enfrentan a Obama
Hay dos puntos del programa electoral de Barack Obama que ser¨¢n determinantes para juzgar la calidad de su mandato: la lucha contra la crisis, por supuesto, y tambi¨¦n la promesa de creaci¨®n de un seguro m¨¦dico que permita cubrir, por fin, a los 46 millones de norteamericanos que carecen de toda asistencia. Si bien sobre el primer punto no hay un verdadero debate -al margen de una minor¨ªa del Partido Republicano que critica la intervenci¨®n del Estado en s¨ª misma-, no ocurre lo mismo en lo tocante a la salud.
En un pa¨ªs en el que los lobbies de las compa?¨ªas aseguradoras y las corporaciones m¨¦dicas son pr¨¢cticamente todopoderosas, este asunto, sensible a m¨¢s no poder, ha dado lugar a una oleada de cr¨ªticas que han degenerado en lo caricaturesco, hasta el punto de que cabe preguntarse si la salud no se ha convertido en un pretexto para los sectores de la poblaci¨®n radicalmente hostiles a Barack Obama: no en vano, todo se desarrolla como si hubieran encontrado en ella la ocasi¨®n de manifestar su rechazo y de enmascarar el car¨¢cter racial de su oposici¨®n. As¨ª, hemos visto fijar carteles con el retrato de Obama luciendo un bigote al estilo hitleriano.
La oleada de cr¨ªticas a su proyecto de sistema de salud ha degenerado en lo caricaturesco
Otro ejemplo: Sarah Palin, antigua candidata a la vicepresidencia por el Partido Republicano y ex gobernadora de Alaska -que ahora pretende ser la punta de lanza del n¨²cleo duro del Partido Republicano-, ha tomado como pretexto una disposici¨®n que incluye en el proyecto de cobertura sanitaria la asistencia m¨¦dica al final de la vida para denunciar -ah¨ª es nada- la instauraci¨®n de "tribunales de la muerte". Dirigi¨¦ndose a las personas mayores, les anuncia que, si el texto sale aprobado, tendr¨¢n que comparecer ante un tribunal compuesto por bur¨®cratas que decidir¨¢n si ser¨¢n atendidos o no. Sin embargo, estos excesos y esta ofensiva han marcado a la opini¨®n p¨²blica. En un pa¨ªs en el que el temor al Estado se impone siempre a la idea de que ¨¦ste pueda aportar soluciones a los problemas de la gente, la campa?a de los adversarios de Barack Obama se ha traducido en un descenso espectacular del ¨ªndice de confianza del presidente, que, sin embargo, sigue siendo mayoritario por muy poco.
La contraofensiva, no obstante, parece estar organiz¨¢ndose. Tanto es as¨ª que una nueva asociaci¨®n llamada "Estadounidenses por la Estabilidad de la Calidad de la Atenci¨®n", que agrupa tanto a asociaciones familiares como a m¨¦dicos de renombre, y tambi¨¦n a representantes de la industria farmac¨¦utica, ha decidido contraatacar. Esta asociaci¨®n se apresta a lanzar una amplia campa?a de publicidad para alertar, a su vez, a la opini¨®n p¨²blica y mostrar que la reforma tiene apoyos. Al fin y al cabo, Barack Obama fue elegido despu¨¦s de haber insistido constantemente en la importancia de esta promesa.
Fundamentalmente, se trata de instaurar un sistema de seguros de enfermedad accesible a todos los estadounidenses y gestionado por el Estado. Las compa?¨ªas aseguradoras objetan que el sistema p¨²blico podr¨ªa llegar a ser un competidor para ellas y temen que la intervenci¨®n del Estado en este terreno conduzca a una bajada del precio de las prestaciones m¨¦dicas y, en consecuencia, de las primas de los seguros.
Mutatis mutandis, nosotros estamos en la situaci¨®n inversa a Estados Unidos. En Europa, toda reforma de la Seguridad Social, cuando la inicia y la encabeza un Gobierno de derechas, se interpreta como un intento de reemplazar la Seguridad Social por una cobertura voluntaria a trav¨¦s de las aseguradoras privadas; la sanidad p¨²blica se ocupar¨ªa simplemente de aquellos que no pudiesen suscribir un seguro privado. El examen de las reformas sucesivas y la realidad demuestran sin embargo que por el momento esta cr¨ªtica es infundada. En Estados Unidos cualquier proyecto de instauraci¨®n de un sistema de seguridad social es interpretado inmediatamente por buena parte de la industria m¨¦dica y del lobby de las aseguradoras como un intento de reemplazarlos por un sistema p¨²blico. Otra cr¨ªtica infundada, pues lo que pretende Obama es poner t¨¦rmino a algo que, para todo europeo, sigue siendo objeto de esc¨¢ndalo: el hecho de que 46 millones de estadounidenses (algunos dicen que hasta 50 millones) carezcan de toda cobertura sanitaria.
Este asunto parece estar envenenado, pues ya les cost¨® caro a Bill y Hillary Clinton, que intentaron poner en pie un seguro de enfermedad y tuvieron que recular. Barack Obama ya ha tenido que hacerlo una primera vez en t¨¦rminos de calendario, pues esperaba un primer ¨¦xito en el Congreso antes de las vacaciones.
Pero, lejos de querer imponerse a la fuerza, Obama busca un consenso en el Congreso y se remite para ello, al menos en apariencia, al l¨ªder dem¨®crata de los Representantes y del Senado. Aunque es sabido que suele comprometerse personalmente interviniendo directamente ante los responsables republicanos. Ya era hora de que los partidarios de su proyecto se pusieran en marcha para disponer los primeros cortafuegos y pasar a continuaci¨®n a una necesaria y urgente contraofensiva.
Jean-Marie Colombani ha sido director del diario franc¨¦s Le Monde. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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