Matthias Goerne alcanza el cielo con una nota
Matthias Goerne actu¨® una vez m¨¢s en la Schubert¨ªada de Vilabertran (Alt Empord¨¤). Empez¨® a cantar all¨ª en 1993, cuando s¨®lo era un joven que despuntaba; hoy, convertido en el m¨¢s destacado int¨¦rprete de lied que circula por los escenarios, sigue fiel a su cita anual en Vilabertran con un p¨²blico silencioso y ejemplar (ni un m¨®vil, ni un aplauso a destiempo) que le adora.
Goerne, que se propuso hace unos tres a?os presentar de manera sistem¨¢tica en disco y en recital la totalidad de los lieder de Franz Schubert, abord¨® en Vilabertran el cuarto recital de esta empresa tit¨¢nica que le ocupar¨¢ toda la vida, pues Schubert compuso m¨¢s de 600 lieder.
La m¨²sica es la forma de expresi¨®n art¨ªstica que mejor y con m¨¢s profundidad logra el consuelo y el alivio de la aflicci¨®n del esp¨ªritu, es el arte m¨¢s consolador que existe aunque, como lo mismo que te cura, te mata, puede tambi¨¦n provocar, llegado el caso, mucho m¨¢s desconsuelo que la literatura y la pintura juntas.
Goerne pasa por sus mejores a?os y la interpretaci¨®n fue soberbia, sublime
Schubert fue maestro en el arte del consuelo y el desconsuelo musical y Goerne, que adem¨¢s de cantar ha aprendido a confeccionar programas, ofreci¨® una selecci¨®n de una veintena de canciones en las que la emoci¨®n dominante, aunque no la ¨²nica, era el consuelo, ya fuera consuelo blanco como en Die Sterne (Las estrellas), o consuelo negro, como en Totengr?bers Heimweh (Nostalgia del enterrador), donde se presenta el tema de la a?oranza de la tumba como liberaci¨®n, pasando por todos los matices del consuelo gris en canciones como Der blinde Knabe (El chico ciego), Todtengr?ber-Weise (Canci¨®n del enterrador) y Greisengesang (Canto de la vejez).
Consolados y desconsolados, ingenuos y felices en Erntlied (Canci¨®n de la cosecha) y Herbstlied (Canci¨®n de oto?o), bobamente enamorados en An Sylvia (A Silvia) o convertidos en exploradores de los sentimientos de la noche en Nacht und Tra¨¹me (Noche y sue?os), An den Mond (A la luna), Die Mainacht (La noche de mayo) y Die Sommernacht (La noche de verano), de la mano de Goerne y Alexander Schmalcz, su magn¨ªfico pianista acompa?ante, viajamos por bell¨ªsimas p¨¢ginas schubertianas, algunas de ellas desconocid¨ªsimas incluso por el p¨²blico experto de la Schubert¨ªada y que constituyeron preciosos descubrimientos.
Matthias Goerne est¨¢ pasando por sus mejores a?os y la interpretaci¨®n fue soberbia, sublime. La primera nota de la primera canci¨®n, Nacht und Tr?ume, una nota algo alta, largu¨ªsima, atacada suavemente, casi sin vibrato, con un poco, s¨®lo lo necesario, de messa di voce y un timbre redondo inefablemente aterciopelado fue toda una declaraci¨®n del magn¨ªfico estado actual de Goerne y de su espl¨¦ndida madurez como int¨¦rprete.
En el intermedio no pocos aficionados comentaban con asombro esa primera e incre¨ªble nota que hab¨ªa obrado el milagro de meternos a todos de golpe en el concierto, de lograr un estado de concentraci¨®n alt¨ªsimo y una comunicaci¨®n inmediata int¨¦rprete-p¨²blico como muy pocas veces se logra. Goerne verdaderamente alcanz¨® el cielo y s¨®lo le hizo falta una ¨²nica primera nota.
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