La pol¨ªtica de las epidemias
No resulta sencillo tasar los proyectos pol¨ªticos. Entre otras razones porque en el camino hasta las decisiones se emborronan los principios y, al final, cuesta distinguir entre unos partidos y otros. En una cata a ciegas, aliviados de la facundia de las primeras p¨¢ginas de los programas, yo por lo menos no las tendr¨ªa todas conmigo. La pol¨ªtica diaria, con sus palabras vac¨ªas y ofensas atronadoras, materiales de prender¨ªa, tampoco ayuda al deslinde.
Con todo, de vez en cuando, s¨ª que caben algunas cuentas, si no de los partidos, s¨ª de los idearios que supuestamente los inspiran. Y, adem¨¢s, cuentas con problemas importantes. La gripe A y, en general, la pol¨ªtica frente a las epidemias, es un buen calibrador. Un calibrador que deja en un p¨¦simo lugar unas cuantas tesis que circulan en el bazar de las ideas conservadoras.
Es puro desatino concluir que los problemas sociales se solucionan por el mercado
En pol¨ªtica no hay un modo inequ¨ªvoco de identificar la buena gesti¨®n
La primera tesis sirve para criticar las intervenciones p¨²blicas, las iniciativas planificadoras y, en particular, al Estado como instituci¨®n capaz de contribuir a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. La argumentaci¨®n presenta diversas variantes pero, en lo esencial, arranca con un elogio sin matices del mercado, demostraci¨®n de la bondad de las "soluciones privadas" o "descentralizadas". El funcionamiento social se resolver¨ªa espont¨¢neamente, mediante un mecanismo de mano invisible. Las decisiones dispersas de las gentes, cada uno procurando por su propio bienestar, apuntar¨ªan en la misma senda que el bienestar de todos.
Muchas veces es as¨ª. Sin ir m¨¢s lejos en la difusi¨®n de las palabras, y aun de las lenguas, cada uno, cuando quiere hacerse entender, recala en aquellas que circulan m¨¢s y, con ello, allana el camino a los dem¨¢s. "El poder del uso y el vulgo", que dec¨ªa Cervantes. Que el mercado, el mercado eficiente, el que asegura una ¨®ptima asignaci¨®n de recursos, sea un mecanismo de esa naturaleza, descentralizado, no es cosa fuera de disputa entre economistas competentes, por ejemplo, Bernard Guerrien. Pero, en todo caso, lo que es puro desatino es levantar el vuelo y concluir que todos los problemas sociales se solucionan por esa v¨ªa. Basta con pensar en el cambio clim¨¢tico. O las epidemias. Coordinar informaci¨®n, aislar o desplazar poblaciones, controlar fronteras, sacrificar caba?as de animales, imponer vacunaciones generalizadas, cerrar espect¨¢culos de masas, paralizar el curso escolar, son acciones que es improbable que se produzcan cuando cada uno va a lo suyo. Es cosa de instituciones poderosas que, entre otras cosas, requieren recursos p¨²blicos, impuestos.
La segunda tesis sirve para descalificar las intervenciones radicales y sist¨¦micas. En cierto modo es una concesi¨®n respecto a la tesis anterior. Intervengamos, s¨ª, pero de a poquito, paso a paso, se nos dice. Si cambiamos demasiadas cosas a la vez, no sabr¨ªamos a qu¨¦ atribuir los aciertos o los errores. Un juicio sensato, seg¨²n y cuando, pero, desde luego, en ning¨²n caso de validez incondicional. Las intervenciones tienen que ser sist¨¦micas, sobre todo las importantes.
Mediante unos experimentos de simulaci¨®n de distintos paisajes sociales, Dietrich Donner, en The logic of failure, ha mostrado c¨®mo las intervenciones parciales desencadenan calamidades sin cuento al enfrentarnos a retos importantes, como la contaminaci¨®n, la pobreza, la fertilizaci¨®n de cosechas, la escasez de agua, etc¨¦tera. Se concentran en un problema y se les escapa el mapa de consecuencias.
Uno de sus ejemplos favoritos son las enfermedades contagiosas. Para combatirlas se requieren medidas que ata?en simult¨¢neamente a dimensiones dispares: alimentaci¨®n, calidad del agua, relaci¨®n con otras especies animales, picaduras de insectos, higiene, vacunaci¨®n, contactos personales. Ante el c¨®lera, de poco sirve ducharse dos veces al d¨ªa si no se controla la calidad de las aguas, esto es, del urbanismo (de la ubicaci¨®n de fosas s¨¦pticas, por ejemplo).
La tercera tesis sirve para defender una idea tibia de democracia, seg¨²n la cual, la competencia electoral asegurar¨ªa el control de las ¨¦lites pol¨ªticas por parte de unos ciudadanos de los que no se espera mucho, ego¨ªstas y desinformados. Al igual que los consumidores que, incluso si no reconocen una sart¨¦n, con sus elecciones como clientes penalizan a los malos restaurantes, los ciudadanos, con su voto, identificar¨ªan a los mejores. Suena bien, aunque desafortunadamente las cosas resultan m¨¢s complicadas.
La dificultad ¨²ltima radica en la particular naturaleza de la actividad pol¨ªtica. Mientras en los restaurantes, salvo en los de post¨ªn -en los que, en realidad, nosotros no probamos los platos, sino que los platos nos prueban a nosotros y, si no nos gustan, tenemos un problema-, uno, mal que bien, es capaz de reconocer lo mejor, en pol¨ªtica no hay un modo inequ¨ªvoco de identificar la buena gesti¨®n. Sobre todo, la gesti¨®n que evita que los problemas aparezcan, gesti¨®n que, por definici¨®n, no deja trazas y, por ende, no luce. Las epidemias que no prosperan son el mejor ejemplo. Cuando se desencadenaron enfermedades como la de las vacas locas o la gripe aviar no faltaron los que, al ver que las cosas no pasaban a mayores, acusaron de tremendista a la OMS, que, precisamente, con su r¨¢pida intervenci¨®n contribuy¨® en buena parte a que las cosas no pasasen a mayores. Una reacci¨®n parecida a la del ex seleccionador de f¨²tbol, Clemente, quien descalificaba los controles antidoping porque "no sirven para nada, como lo prueba el que no hayan pillado a nadie".
El problema de fondo, la asimetr¨ªa informativa, es pan de cada d¨ªa en pol¨ªtica, y se desparrama en diversas direcciones, todas ellas p¨¦simas. Una, que los pol¨ªticos que se anticipan a los problemas no tienen modo de hacerlo saber, de rentabilizar su gesti¨®n. Otra, que los Gobiernos intentar¨¢n escamotear dificultades para las que no tienen soluci¨®n o cuya soluci¨®n exija cambios importantes y fatigosos en la conducta de los ciudadanos. Antes al contrario, la proximidad de las elecciones invitar¨¢ a pol¨ªticas de coheter¨ªa que, entre otras cosas, aplazan -si no complican- las dificultades.
Si hay elecciones en los pr¨®ximos seis meses es improbable que se apliquen unas medidas anticrisis que reclamen un esfuerzo inmediato y cuyos resultados se ver¨¢n el a?o que viene. El problema no es de un partido u otro, sino de la din¨¢mica de las instituciones, sobre el trasfondo de unos ciudadanos de los que no se espera nada, antes al contrario, de los que se espera lo peor. Entre otras razones porque, a la vista de que nadie ha ganado elecciones con los votos de las generaciones futuras, el mecanismo de la competencia, se abastece y alienta, entre las diversas disposiciones, los comportamientos m¨¢s miopes, cortoplacistas, o, directamente, irracionales.
Un par de ejemplos entre mil. El primero: un 63% los ciudadanos norteamericanos est¨¢n de acuerdo en que ha de mejorarse el medioambiente a cualquier precio y, a la vez, otro 52% se niega a apoyar el tratado de Kioto si para ello cada familia ha de pagar 50 d¨®lares mensuales. Aten esa mosca por el rabo.
El segundo: muchos experimentos confirman que valoramos exageradamente la conservaci¨®n de nuestra situaci¨®n, aunque est¨¦ en la frontera del infierno, y nos mostramos incapaces de anticipar un beneficio futuro, por m¨¢s cierto que sea. Por eso nos empecinamos en mantener inversiones ruinosas en la bolsa o parejas insufribles. Pol¨ªticos que no tienen incentivos para contar la verdad y unos votantes que s¨®lo quieren escuchar fantas¨ªas, con ese combustible se han dise?ado nuestras instituciones.
Las ense?anzas no acaban aqu¨ª. Pero tampoco hay que recordar lo obvio; aunque eso nunca se sabe, sobre todo, en un pa¨ªs en el que cada autonom¨ªa tiene su calendario de vacunaci¨®n y los consejeros se re¨²nen para "negociar" las fechas, empezando por la de la propia reuni¨®n, claro; esto es, para redescubrir -aunque, claro, eso no lo dir¨¢n- la importancia de un Ministerio que tome las decisiones.
F¨¦lix Ovejero Lucas es profesor de ?tica y Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona. Su ¨²ltimo libro es Un pueblo de demonios.
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