"Tanto luchar, tanto luchar... 'y t¨® pa n¨¢"
25 a?os despu¨¦s de su muerte, la figura de Francisco Rivera, 'Paquirri', a¨²n se debate entre la leyenda y el estrambote rosa
"Tras la tremenda cornada, de la herida manaba sangre como un surtidor, y ca¨ªa en reguero cuando las asistencias trasladaron a Paquirri hasta la enfermer¨ªa. Toda la plaza era un griter¨ªo, el p¨²blico en pie, horrorizado. Muchos se cubr¨ªan la cara con las manos". Avispado hab¨ªa herido de muerte al torero. As¨ª relataba el cr¨ªtico de EL PA?S Joaqu¨ªn Vidal lo sucedido en la plaza de Pozoblanco (C¨®rdoba) hace ahora 25 a?os. Ese d¨ªa mor¨ªa un torero, nac¨ªa una leyenda.
Ten¨ªa 36 a?os y los cr¨ªticos dec¨ªan que su arte era algo repetitivo y mon¨®tono, si bien ten¨ªa mucha t¨¦cnica. Las largas cambiadas a porta gayola con que recib¨ªa a los toros y los pares de banderillas que prend¨ªa hac¨ªan vibrar al p¨²blico. Pero ahora cuando se le recuerda, se habla poco de su toreo. Importan m¨¢s sus amor¨ªos, los l¨ªos que provoc¨® su herencia millonaria y los desencuentros de los tres hijos que dej¨®. Y es que Francisco Rivera reun¨ªa todos los ingredientes necesarios para triunfar tambi¨¦n lejos de las plazas.
El v¨ªdeo de su agon¨ªa es todav¨ªa uno de los m¨¢s vistos
su viuda y sus hijos se han convertido en protagonistas de la prensa rosa
Paco, como le llamaban los suyos, se enamor¨® de una ni?a bien que a los 17 a?os le dio el "s¨ª". Era Carmen Ord¨®?ez Domingu¨ªn. As¨ª el t¨ªmido chaval hijo de una familia humilde de Barbarte emparentaba con dos de las grandes familias taurinas. Antonio Ord¨®?ez fue su suegro pero tambi¨¦n su segundo padre. Una relaci¨®n que se mantuvo firme, pese a la pronta separaci¨®n de la pareja, que siete a?os despu¨¦s se dec¨ªa adi¨®s.
A Carmen no le gustaba la vida en el campo ni las restricciones de su machista marido. En el camino se le cruz¨® Antonio Arribas, un playboy de Marbella. ?l, deprimido, se recluy¨® en Cantora, la finca que compr¨® cuando el ¨¦xito le lleg¨®. All¨ª recibi¨® las visitas de Lolita Flores, que pas¨® de amiga de su ex mujer a convertirse en su nuevo amor. Por el camino hubo otras m¨¢s, hasta que lleg¨® una joven tonadillera de nombre Isabel Pantoja. El torero se volvi¨® a vestir de corto para llevarla al altar. De nuevo la historia parec¨ªa escrita para ellos. El mundo del toreo y la copla se un¨ªan.
Cuando el hijo de la pareja no hab¨ªa cumplido el a?o, Paquirri hizo su ¨²ltimo pase¨ªllo en Pozoblanco. Pantoja se qued¨® en Sevilla. Una de las ¨²ltimas llamadas que realiz¨® el maestro fue para ella. "Isabel est¨¢ durmiendo la siesta", respondi¨® do?a Ana, la madre de la artista. Cuentan que la suya era una relaci¨®n acabada y que Paquirri as¨ª se lo confes¨® a los suyos. "Cuando vuelva de Miami, me separo", dicen que dijo. Del cartel maldito de aquella tarde s¨®lo sobrevive El Soro. El Yiyo fue v¨ªctima tambi¨¦n de otra cornada.
Paquirri muri¨® pero nunca se ha hablado tanto de ¨¦l como en estos 25 a?os. Isabel Pantoja se convirti¨® en la viuda de Espa?a y todav¨ªa sigue proclamando en las portadas de las revistas del coraz¨®n, v¨ªa exclusiva, que su gran amor fue el torero. Su hijo Paquirr¨ªn, que no ha heredado ni la belleza de su padre ni su arte, se busca la vida ahora como monologuista de televisi¨®n. Y los dos hijos que tuvo con Carmen Ord¨®?ez, Francisco y Cayetano, viven con la tragedia de haber perdido primero a su padre y luego a su madre, v¨ªctima de una vida de excesos. Los dos conjugan la vida taurina y la medi¨¢tica.
Las televisiones han encontrado en Francisco Rivera y en los suyos un fil¨®n inagotable. Las audiencias as¨ª lo corroboran. El primero de los dos cap¨ªtulos sobre su vida, emitido por Telecinco el pasado martes, fue el espacio m¨¢s visto del d¨ªa, con un 18% de cuota de pantalla y 3.088.000 espectadores. Y el especial de La noria dedicado a ¨¦l, programado el mi¨¦rcoles, logr¨® 2.901.000 y 20,2% de cuota. Mientras, sus familiares se pasean por los plat¨®s cont¨¢ndolo todo.
El v¨ªdeo de la cornada y la posterior agon¨ªa de Paquirri es uno de los m¨¢s pinchados en la Red, aunque sus hijos intentan en vano que las televisiones dejen de emitirlo. Es la imagen del torero moribundo que describe al detalle las dos trayectorias de su herida mortal. Con los ojos en blanco y la voz rota, dice con desolaci¨®n a Ram¨®n Alvarado, su t¨ªo y mozo de espadas, mientras agoniza: "Tanto luchar, tanto luchar... ?y t¨® pa n¨¢!".
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