Por un conocimiento sin fronteras
La gravedad de la crisis en Espa?a est¨¢ relacionada con nuestra debilidad en los campos de la educaci¨®n y la ciencia. De ah¨ª la baja competitividad y cualificaci¨®n de la econom¨ªa y la escasa calidad del debate p¨²blico
En pol¨ªtica, unas veces caen las gentes en el autoenga?o por inter¨¦s, y otras por ofuscaci¨®n. Casi es mejor que sea por lo primero que por lo segundo. Porque si es por ofuscaci¨®n, es probable que, dej¨¢ndose llevar por las emociones, persistan en su error. En cambio, si es por inter¨¦s, es posible que, si la situaci¨®n cambia, rectifiquen su juicio, aunque tarde. Por eso conviene que en el electorado haya un porcentaje significativo de ciudadanos independientes que, sin identificarse con un partido ni sentir hostilidad hacia el otro, les juzguen en cada ocasi¨®n por lo que ofrecen, y, atendiendo al inter¨¦s del pa¨ªs y al suyo propio, alternen su voto.
En la Espa?a de hoy, un poco m¨¢s de frialdad de juicio habr¨ªa permitido prever desde hace tiempo lo que nuestros gobernantes har¨ªan ante una crisis como la actual.
Espa?a est¨¢ siglos por detr¨¢s de Alemania, Francia y Reino Unido en presentaci¨®n de patentes
Todos los partidos son responsables, pero tambi¨¦n las ¨¦lites y el conjunto de la sociedad
Si, por lo general, el mejor predictor del futuro suele ser el pasado, bastaba mirar lo que hab¨ªan hecho en la anterior legislatura para imaginar que lo m¨¢s probable era que ser¨ªan pasivos y ligeros ante la crisis, como lo era que dejar¨ªan crecer los conflictos internos y menguar la influencia del pa¨ªs en el exterior. Pero la mezcla habitual de fidelidad de voto, desconfianza hacia el contrario, ofuscaci¨®n e intereses bien o mal entendidos dio lo que ten¨ªa que dar, y ahora estamos donde estamos.
Tampoco estamos tan mal si se piensa que podr¨ªamos estar mucho peor, y que la dificultad misma de la situaci¨®n puede producir la frialdad de ¨¢nimo que necesitamos con urgencia. Es preciso hacernos ya a la idea de que la falta de rumbo del barco nos lleva hacia varios a?os de estancamiento y, para evitar que se prolonguen, habr¨¢ que deliberar con cuidado y atender a varios frentes a la vez.
Uno muy importante es el de la cultura, en sus dos variantes de la educaci¨®n y de la ciencia.
Conviene fijarse ahora en esos temas resistiendo la tentaci¨®n de atender casi en exclusiva a otros m¨¢s urgentes, porque la gravedad de la crisis resulta, en parte, de nuestra debilidad en esos campos. Con una educaci¨®n y una ciencia reforzadas no tendr¨ªamos la econom¨ªa poco competitiva y el debate p¨²blico de escasa calidad que tenemos. En cambio, tendr¨ªamos un sector exportador potente, una mano de obra muy cualificada y una ciudadan¨ªa alerta que no permitir¨ªa a sus gobernantes tantas fantas¨ªas.
Son muchos los indicadores de que nuestra educaci¨®n actual es muy defectuosa. Por ejemplo, la tasa espa?ola de fracaso escolar es el doble de la media europea, y los resultados de los tests PISA, aplicados a la ense?anza general, colocan a Espa?a en el tercio inferior de los pa¨ªses considerados.
Se estima que un tercio de quienes empiezan estudios universitarios los abandonan, y s¨®lo otro tercio los termina en el tiempo previsto; y en la lista de las 150 mejores universidades del mundo no hay ninguna espa?ola. En definitiva, sin minusvalorar los esfuerzos hechos y las mejoras conseguidas, los resultados son insuficientes.
Una ventaja de discutir el tema educativo en Espa?a es que todos los partidos son, en alguna medida, responsables de este estado de cosas, y algo parecido cabe decir del resto del pa¨ªs: de las elites econ¨®micas (con iniciativas loables, pero no se conoce el equivalente espa?ol de una Universidad de Stanford, o de Chicago, por ejemplo, fundadas por fil¨¢ntropos) o las culturales (que viven con el problema educativo muy de cerca) o la sociedad (interesada pero poco afanada en resolverlo). Por tanto, no hace falta desgarrarse las vestiduras y buscar chivos expiatorios. Todos podemos sentirnos corresponsables, adoptar una posici¨®n humilde y darnos consejos fraternales para salir de esta situaci¨®n. El primero es no enga?arnos y ver las cosas como son.
Este consejo se aplica tambi¨¦n al campo de la ciencia. Cierto que la proporci¨®n del PIB dedicada a investigaci¨®n ha aumentado; pero nuestros pa¨ªses de referencia suelen tener porcentajes bastante m¨¢s altos. Tambi¨¦n ha crecido el tama?o de la comunidad cient¨ªfica, lo que era muy de desear; pero ello no es por s¨ª solo un indicador suficiente de una expansi¨®n de las fronteras del conocimiento. Los cient¨ªficos muy productivos o bastante productivos son relativamente pocos; en general, se ha estimado que el 5% de los cient¨ªficos produce el 50% de los resultados cient¨ªficos, y que dos tercios de los cient¨ªficos hacen una sola publicaci¨®n en su vida; y tampoco es que sus publicaciones tengan siempre muchos lectores (seg¨²n los an¨¢lisis de pr¨¢cticas cient¨ªficas, las proporciones de art¨ªculos le¨ªdos suelen ser ¨ªnfimas).
Cabe pensar, por otro lado, que la difusi¨®n de las pr¨¢cticas de peer review mejore la calidad de esas publicaciones, aunque los propios cient¨ªficos suelen expresar reservas importantes sobre c¨®mo aqu¨¦llas se llevan a cabo. Las razones de que los indicadores de n¨²mero de publicaciones y de difusi¨®n de pr¨¢cticas de peer review sean, interesantes, s¨ª, pero relativamente blandos son similares. Ambos pueden verse distorsionados a causa del riesgo, inherente en las comunidades acad¨¦micas, de que se sustituya la l¨®gica del funcionamiento de un mercado abierto de las ideas por la del de unos mercados segmentados, dominados por escuelas atrincheradas en posiciones de poder acad¨¦mico.
En todo caso, es cierto que en los 10 ¨²ltimos a?os Espa?a se ha situado, por el n¨²mero de art¨ªculos, en el puesto 9? entre los 20 primeros pa¨ªses, y por el n¨²mero de citas de estos art¨ªculos, en el puesto 11?; son posiciones equivalentes a la de la econom¨ªa espa?ola en la mundial. Sin embargo, las citas por art¨ªculo, que son un indicador del impacto en la comunidad cient¨ªfica, colocaban a Espa?a en el puesto 40? de una lista de 147 pa¨ªses (y muy rezagada respecto a los 20 primeros).
Pero quiz¨¢ el indicador m¨¢s relevante del efecto de la ciencia sobre la econom¨ªa sea el de las patentes tri¨¢dicas, es decir, las presentadas en las oficinas de patentes de Estados Unidos, la Uni¨®n Europea y Jap¨®n.
En este caso, si adoptamos una perspectiva temporal amplia y proyectamos la tendencia de la evoluci¨®n de las patentes tri¨¢dicas espa?olas por mill¨®n de habitantes entre 1995 y 2005, Espa?a alcanzar¨ªa el nivel actual de Reino Unido dentro de un siglo (en 2109), el de Francia, en siglo y medio (en 2158) y el de Alemania, en tres siglos (en 2309), suponiendo que esos pa¨ªses, entretanto, no incrementaran su nivel.
Obviamente, este ejercicio de proyecci¨®n tiene un valor predictivo d¨¦bil, pero nos da una idea del orden de magnitud del esfuerzo que queda por realizar. Es un esfuerzo enorme; tanto que si, una vez m¨¢s, el pasado fuera el mejor predictor de nuestro futuro, es muy de temer que nunca se har¨ªa. Para hacerlo, con ¨¦xito, tendr¨ªamos que realizar una ruptura muy profunda entre el pasado y el futuro. Pero ser¨ªa preciso hacer ambas cosas, la ruptura y el esfuerzo, si se quiere de verdad, y no meramente de palabra, una Espa?a m¨¢s razonable, libre y justa, en un mundo cada vez m¨¢s dif¨ªcil, complejo y azaroso.
V¨ªctor P¨¦rez-D¨ªaz es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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