Don Ricardo Costa
La tele engorda. ?Por qu¨¦ raz¨®n? ?Por los canap¨¦s con que los productores agasajan al p¨²blico del plat¨®? No, por supuesto. Mi hijo acudi¨® como espectador al programa de Buenafuente y pudo constatar lo magro del tentempi¨¦.
La tele engorda porque la imagen se achata. O algo as¨ª. Por eso, gente filiforme parece ensancharse, cargarse de quilos. El mismo Andreu Buenafuente est¨¢ delgado, me confirma mi hijo. Pero el showman sigue teniendo el pudor de taparse la tripita con la americana. Viste casual -que dicen los anglosajones-, con cierto abandono, como cualquier espectador joven, desarreglado e informal. No he tenido la ocasi¨®n de tratar personalmente a Buenafuente. Por eso, yo sigo vi¨¦ndole esa tripita: no s¨¦ si es alto o bajo o de talla media.
Pensaba en estas cosas el otro d¨ªa mientras ve¨ªa a Ricardo Costa en la peque?a pantalla. Comparec¨ªa para defenderse de ciertas acusaciones policiales. Ustedes se preguntar¨¢n qu¨¦ tienen que ver Buenafuente y Costa. Nada, pero los dos me hacen re¨ªr. Buenafuente es c¨®mico, es catal¨¢n, no es corpulento y suma a?os, calvicie y sorna. Costa es secretario general del Partido Popular de la Comunidad Valenciana, es joven, es literal, es grit¨®n y se le nota delgado. Qu¨¦ suerte: la tele no le a?ade grasas indeseadas. ?Est¨¢ hecho un figur¨ªn? Yo no lo dir¨ªa as¨ª. Si aparece tan flaco y siempre tan planchado, eso significa que est¨¢ en la pura osamenta, como si el reconcomio o el p¨¢del lo descarnaran.
Costa lleva unos trajes de buen pa?o que rellenan su cuerpo larguirucho. Para mi gusto es algo estrecho de hombros. Por ello, precisamente, no entiendo por qu¨¦ se empe?a en subrayar su porte flaco con chaquetas de escasas hombreras o con camisas que le alargan el cuello, oblig¨¢ndole a mirar erguido, envarado. Eso s¨ª, le envidio su cabellera, con ese corte tan varonil que le hace falsamente maduro.
Falsamente maduro. En el siglo XIX, los caballeros de su edad sol¨ªan llevar levitas oscuras y cuellos almidonados. Procuraban envejecerse para parecer mayores, para ostentar el Don. Por ello se presentaban con barbas hirsutas, con patillas abundantes, con bigotes retorcidos. ?En el siglo XIX? Algunos varones a¨²n tienen esa apariencia. Por ejemplo, ?lvaro P¨¦rez, amigo de Ricardo Costa, se enroscaba los bigotes hasta hace poco: ahora, ya en combate, se embosca tras una barba enmara?ada. Cuesta reconocerlo.
A quien no cuesta identificar es a Ricardo Costa, siempre reci¨¦n afeitado, con ese porte de ni?o pera que luce. En la circunstancia actual, en su estado, lo mejor ser¨ªa desaparecer. Le propongo un cierto desali?o: que se deje perilla -como la que gasta Andreu-, que se eche encima unos quilitos y que se aparte de la tele. Que no nos haga re¨ªr m¨¢s, por favor. Para c¨®micos, ya tenemos a Buenafuente.
http://justoserna.wordpress.com
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