Los rostros
Hay una indudable nobleza en los rostros rotos. La tele no enga?a, y saca en primer plano el alma. Para eso est¨¢. De pronto, los pol¨ªticos que parecen irrompibles (con la crisis, con el desempleo, hasta con sus propias derrotas chiquitas) muestran la palidez de su desamparo, y eso los hace otros, como si se acercaran a la tierra de la que partieron.
Cuando estaban retransmitiendo la incertidumbre, los comentaristas de la radio y de la tele se congratulaban sin ¨¦nfasis en la diferencia que hab¨ªa entre la euforia de Madrid y la serenidad de R¨ªo, como si esa imagen fuera la de la resignaci¨®n carioca. Cuando se produjo el veredicto las tornas se cambiaron a favor de un tipo barbudo y explosivo que lloraba al tiempo que lloraba Pel¨¦, y en R¨ªo se desat¨® la euforia, como si hubieran ganado la guerra de un campeonato de f¨²tbol.
Ese individuo barbado, el presidente de Brasil, se llev¨® un mapa al evento, y con el mapa en la mano explic¨® lo que Pablo Neruda cont¨® desde sus primeras letras: que Am¨¦rica tambi¨¦n existe... al Sur. Ese fue el argumento que rompi¨® la corazonada, parece, y el que desat¨® una euforia que ahora pone en cuarentena aquella iron¨ªa de Stefan Zweig: "Brasil es el pa¨ªs del futuro..., y siempre lo ser¨¢". Ahora es el pa¨ªs del futuro, no cabe duda, y aplast¨® la fatuidad de Obama, que quiso ganar en una hora lo que a Lula le ha costado sudor y l¨¢grimas, esta vez de alegr¨ªa.
Pero vayamos a los rostros. La tele no enga?a, ni enga?an las fotos. Suele ocurrir que despu¨¦s de cada elecci¨®n pol¨ªtica, los l¨ªderes de los partidos aparecen como si vinieran de una sauna, rozagantes, dispuestos a sumar una victoria que quiz¨¢ no han obtenido. La derrota ol¨ªmpica es otra cosa: Gallard¨®n ya no es tan joven, pero siempre parece nadar como si empezara la batalla, con todas las fuerzas. En el rostro de su decepci¨®n hab¨ªa la honra de su sinceridad: estaba triste, muy triste, sus comisuras eran, en la tele, la expresi¨®n m¨¢s cabal del retrato del derrotado. Alrededor se suced¨ªan los abrazos, la solidaridad, pero a ese rostro, en efecto, le han causado una herida. Se levantar¨¢, sin duda, pero ahora hemos visto c¨®mo es la gente cuando pierde. La tele lo mostr¨® en directo; es mucho m¨¢s hondo que ganar, menos explosivo, pero tan humano.
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