?Es nacionalista la Nueva China?
China est¨¢ celebrando por todo lo alto el sexag¨¦simo aniversario de la fundaci¨®n de su Rep¨²blica Popular. Parada militar, estrenos cinematogr¨¢ficos de tono ¨¦pico, ceremonias festivas o adecentamiento del paisaje urbano de la capital se aderezan con operaciones de higiene pol¨ªtica con voluntad ejemplarizante o la recuperaci¨®n de la cosm¨¦tica revolucionaria en los centros de trabajo, donde estos d¨ªas proliferan los cantos al Ej¨¦rcito Rojo con la indumentaria propia de la ¨¦poca.
Con sus luces y sombras, a la vista de la situaci¨®n actual, el balance general que hacen la inmensa mayor¨ªa de los chinos del periodo iniciado en 1949 no puede ser m¨¢s que positivo, habida cuenta la notable transformaci¨®n registrada en el pa¨ªs, en contraste con el largo periodo de decadencia iniciado con las guerras del opio en el siglo XIX y la inestabilidad que caracteriz¨® a la Rep¨²blica proclamada en 1911. Pero, ?cu¨¢nto queda de la Nueva China en la China actual? ?Qu¨¦ China se celebra en realidad? La fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular aquel 1 de octubre de 1949 simbolizaba, ante todo, la victoria incontestable de la voluntad de un Partido Comunista, el PCCh, adherido a las exigencias revolucionarias de la ¨¦poca y a los ideales igualitarios que conformaban el mao¨ªsmo, variables que hoy parecen haber perdido toda vigencia.
Mao es a¨²n venerado. Su herencia m¨¢s duradera es el renacimiento de la vieja naci¨®n china
La impronta de Mao, el Sol Rojo, a¨²n venerado por amplios sectores de la sociedad china, dej¨® tras de s¨ª una poderosa huella marcada por la exacerbaci¨®n de las tensiones internas y una voluntad f¨¦rrea de abrir paso al renacimiento de la naci¨®n china, si bien por caminos que hoy todos reconocen como equivocados. El coste humano del mao¨ªsmo ha sido enorme y sus secuelas permanecen hoy d¨ªa, pero en tanto subsistan las coordenadas actuales -y quiz¨¢s despu¨¦s de ellas, teniendo en cuenta la singularidad del pensamiento oriental- no cabe esperar condenas en bloque, sino s¨®lo cr¨ªticas matizadas (Gran Salto Adelante, Revoluci¨®n Cultural). Aun hoy en d¨ªa, todos los universitarios deben superar un curso obligatorio de "Introducci¨®n al pensamiento de Mao Zedong", indispensable para recibir su titulaci¨®n, dando fe de que una cosa es apartarse de las diatribas mao¨ªstas y otra muy distinta renunciar a los fundamentos que legitiman el ejercicio del poder por parte del PCCh.
Con el paso de los a?os, aquella China proclamada por Mao ha experimentado una progresiva y doble erosi¨®n que ha pulverizado buena parte de su legado ideol¨®gico. En primer lugar, a trav¨¦s del proceso de modernizaci¨®n, conducido por un patr¨®n antit¨¦tico (la soluci¨®n no estaba en una radicalizaci¨®n del modelo sovi¨¦tico), basado en un dise?o econ¨®mico claramente alejado de su ideario y estructurado en torno a la creciente preponderancia del mercado, si bien mediatizado por la insalvable impregnaci¨®n burocr¨¢tica que debe salvaguardar la capacidad del PCCh para impedir que surjan aut¨¦nticos poderes alternativos.
En segundo lugar, por el firme retorno de la identidad civilizatoria, no como consecuencia de la inercia espont¨¢nea generada por el vac¨ªo ideol¨®gico derivado del abandono del mao¨ªsmo, sino por una decidida promoci¨®n estatal y partidaria de la revitalizaci¨®n de las claves tradicionales de su identidad, a tono con el proyecto hist¨®rico de reposicionamiento global de China. En el plano de las ideas, ello ha adelgazado hasta lo inveros¨ªmil la presencia del mao¨ªsmo, aunque no as¨ª su principal instrumento, el PCCh, aut¨¦ntica columna vertebral del sistema, transmutado en una burocracia de signo neoconfuciano. Se dir¨ªa que ¨¦ste, habiendo tomado el poder, en los ¨²ltimos 30 a?os de reforma y apertura no ha hecho otra cosa que asumir buena parte de la pol¨ªtica de su rival, el KMT, con el que desde 2005 vive una especial luna de miel. El triunfo del PCCh sobre el KMT fue contundente y s¨®lo la guerra de Corea pudo impedir su derrota final en Taiwan. Pero, al final, bien pudiera decirse que la pol¨ªtica aplicada en los ¨²ltimos a?os por los comunistas chinos se asemeja mucho m¨¢s a la seguida por Chiang Kai-shek en la isla que a la concebida inicialmente por Mao.
Las celebraciones del 1 de Octubre recuerdan a todos la doble legitimidad del PCCh. De una parte, de origen, por su indiscutible liderazgo en el proceso que condujo a la victoria en todos los frentes, internos y externos. De otra, de ejercicio, actualizando su capacidad de acierto al lograr establecer un modelo espec¨ªfico, adaptado a las singularidades chinas, y que absorbe, adapt¨¢ndolas, diversas corrientes e ideas propias y universales, puestas al servicio de su proyecto central: el desarrollo y la revitalizaci¨®n de la naci¨®n china.La a?adida dosis de orgullo que se deriva de sus positivos resultados parece inevitable. El nacionalismo, sin necesidad de ser espoleado por el Gobierno, va ganando terreno en una China que se esfuerza por acentuar ante el mundo el car¨¢cter pac¨ªfico de su emergencia. Los riesgos de incomprensi¨®n con el exterior que conlleva dicha apuesta no son menores que la exacerbaci¨®n de las tensiones internas con aquellos nacionalismos que no se sienten part¨ªcipes de dicha civilizaci¨®n, aunque compartan con ella diversas experiencias hist¨®ricas. El reciente espect¨¢culo de la plaza Tiananmen, en el que participaron unas 200.000 personas, llevaba por titulo La Madre Patria y yo marchamos conjuntamente. El pueblo ha sido sustituido por la patria. Los disturbios en T¨ªbet y Xinjiang, m¨¢s de la cuarta parte del territorio chino, alertan de la dificultad de integrar a algunas nacionalidades rebeldes que "comparten la misma cama pero no el mismo sue?o". Y pueden acabar siendo una pesadilla para Pek¨ªn.
Hoy China exhibe una modernidad hecha a s¨ª misma que destaca frente a la modernidad de corte occidental, enfatizando la singularidad de su civilizaci¨®n-Estado, con unas fuentes de legitimidad que no necesariamente coinciden con los par¨¢metros habituales del mundo occidental. Pese a ello, las insuficiencias democr¨¢ticas del r¨¦gimen son abiertamente reconocidas, al igual que la necesidad de arbitrar medidas para soslayar las habituales sospechas de connivencia entre poder pol¨ªtico y econ¨®mico que tanto afectan a la estabilidad social, cuesti¨®n central del inmediato futuro, aquejada de la falta de confianza en una justicia independiente y de la ausencia de una competencia pol¨ªtica efectiva que confiera poder real a unos ciudadanos-electores cada vez m¨¢s due?os de sus opiniones.
Despu¨¦s de 30 a?os de mao¨ªsmo y otros tantos de reforma, llega la hora del desempate. El PCCh, con una militancia millonaria y alejada de la cultura del sacrificio y el esfuerzo de los primeros a?os, afronta ese tercer tiempo, pese a lo mucho logrado, con el escepticismo de una sociedad harta de la corrupci¨®n y que, seg¨²n revelaba una reciente encuesta, conf¨ªa m¨¢s en las prostitutas que en los funcionarios. El "proyectil almibarado" del que hablaba Mao es hoy el principal estigma que nubla los ¨¦xitos de la modernizaci¨®n, aquejados de la ausencia de suficientes medidas compensatorias que lo equilibren y el escaso ¨¦xito de los llamamientos de Hu Jintao a la honestidad.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
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