A la revoluci¨®n por el 'gin tonic'
S¨®lo hay una cosa segura en un concierto de Billy Bragg: si dura hora y media, 30 minutos los pasar¨¢ hablando. Todo lo dem¨¢s puede variar, tiene tablas de sobra para modificar el repertorio. En Madrid, en la sala Galileo abarrotada de gente, lo hizo. Adem¨¢s viene solo, que, asegura, es la ¨²nica manera con la que gana dinero en las giras. Armado con una Fender Telecaster y vistiendo la misma camisa negra con la que ha aparecido en infinidad de bolos, 52 a?os, un buen corte de pelo, rostro juvenil y cabello cano. Parece un monologuista.
Lo que sorprende de Billy Bragg es que entre comentarios pol¨ªticos, an¨¦cdotas sobre su hijo adolescente y su mujer (hija de un exiliado republicano espa?ol), y chistes en ingl¨¦s que hacen que toda la sala rompa a re¨ªr (de lo que se deduce que entre la audiencia hab¨ªa un buen porcentaje de angl¨®fonos) le d¨¦ tiempo a tocar unas veinte canciones. Un repaso a 25 a?os de carrera de forma desordenada. Funciona.
BILLY BRAGG
BILLY BRAGG, voz y guitarra.
Sala Galileo Galilei.
Madrid. 14 de octubre. Lleno.
Billy Bragg pas¨® 30 minutos del concierto hablando y contando chistes
Sus viejos himnos sindicalistas siguen sonando igual de emocionantes
A pesar de que ha sido un artista unido desde siempre al tiempo en el que vive y que desde que empez¨® hasta hoy el mundo ha cambiado hasta ser irreconocible, sus viejos himnos sindicalistas siguen sonando igual de emocionantes y la sala canta a voz en grito There is power in the union. Y de ah¨ª puede pasar a un tema de desamor como Must I paint you a picture para comprobar que alguien capaz de escribir "Las decisiones m¨¢s importantes de la vida se toman entre dos personas en una cama" es mucho m¨¢s que un cantautor pol¨ªtico. Luego, afronta lo m¨¢s parecido que ha tenido a un intento de asaltar las listas, Sexuality, que no desentona con Ain't got no home, una canci¨®n de los a?os treinta de su adorado Woody Guthrie, remarcando lo actual de su mensaje. Es cierto que a veces sus diatribas pol¨ªticas caen en lo panfletario. Pero, ?qu¨¦ m¨¢s da? Billy Bragg es un tipo simp¨¢tico, capaz de soltar con toda naturalidad que con los terroristas hay que negociar, sin que suene a esc¨¢ndalo, porque ¨¦l no impone, propone. Sus temas son emocionantes y el efecto en el oyente es euforizante y reconfortante, como la buena comida o el buen sexo.
Termina el concierto con su ¨¦xito New england, en un gesto populista. Apoteosis final. Nos dejamos la garganta con el estribillo y volvemos a casa imbuidos de un furor revolucionario que se pasa a igual velocidad que el sabor del ¨²ltimo trago del gin-tonic.
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