Desafueros de la libido
Los casos del cineasta Roman Polanski, el ministro de Cultura franc¨¦s, Fr¨¦d¨¦ric Mitterrand, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, nos muestran el eclipse de toda moral
El cineasta Roman Polanski fue detenido en Z¨²rich, durante un Festival de Cine que le rend¨ªa un homenaje, por la polic¨ªa suiza, a pedido de la justicia de Estados Unidos, debido a una violaci¨®n cometida en 1977 (hace 32 a?os) en Hollywood, delito que el propio Polanski reconoci¨®, antes de fugarse de California en pleno proceso cuando el tribunal que lo juzgaba a¨²n no hab¨ªa pronunciado sentencia. Ahora, mientras espera que Suiza decida si acepta el pedido de extradici¨®n, se multiplican las protestas de cineastas, actores, actrices, intelectuales y escritores de Europa y Am¨¦rica por el "atropello", exigiendo su liberaci¨®n. La moral de la historia es clara: emboscar, emborrachar, drogar y violar a una ni?a de 13 a?os, que es lo que hizo Polanski con su v¨ªctima, Samantha Geimer, a la que atrajo a la casa deshabitada de Jack Nicholson con el pretexto de fotografiarla, es tolerable si quien comete el desafuero no es un hombrecillo del mont¨®n sino un creador de probado talento (Polanski lo es, sin la menor duda)
Abusar de una ni?a, gozar con esclavos y hacer del poder un burdel son escarnios de la libertad
Las proezas de este tr¨ªo son a¨²n menos excusables que las de los curas ped¨®filos
Uno de los defensores m¨¢s ruidosos del cineasta polaco-franc¨¦s (tiene ambas nacionalidades) ha sido el ministro de Cultura de Francia, se?or Fr¨¦d¨¦ric Mitterrand, sobrino del presidente Fran?ois Mitterrand y ex socialista que abandon¨® las filas de este partido cuando el presidente Nicolas Sarkozy lo llam¨® a formar parte de su Gobierno. No sospechaba el ministro que poco despu¨¦s de formular aquella en¨¦rgica protesta se ver¨ªa en el coraz¨®n de una tormenta medi¨¢tica parecida a la del realizador de El cuchillo en el agua y El pianista.
En efecto, hace pocos d¨ªas, la hija del l¨ªder del Front Nacional, Jean Marie Le Pen, Marine Le Pen, inici¨® una ofensiva pol¨ªtica contra el ministro Mitterrand, recordando que en 2005 ¨¦ste public¨® un libro autobiogr¨¢fico, La Mauvaise vie (La mala vida), en el que confesaba haber viajado a Tailandia en pos de los chicos j¨®venes de los prost¨ªbulos de Patpong, en Bangkok. La confesi¨®n, muy expl¨ªcita, ven¨ªa adornada de consideraciones inquietantes, por decir lo menos, sobre los efectos turbadores que la industria sexual de adolescentes en el pa¨ªs asi¨¢tico provocaba en el autor: "Todo ese ritual de feria de efebos, de mercado de esclavos, me excita enormemente". La hija del l¨ªder ultra franc¨¦s, y algunos diputados socialistas, unidos por una vez con este motivo, se preguntaban si era adecuado que fuera ministro de Cultura de Francia alguien que, con su conducta, desment¨ªa de manera categ¨®rica los declarados empe?os del Gobierno franc¨¦s por erradicar de Europa el "turismo sexual" hacia los pa¨ªses del Tercer Mundo como Tailandia donde la prostituci¨®n infantil, una verdadera plaga, golpea de manera inmisericorde sobre todo a los pobres.
El ministro Mitterrand, sin dejarse arredrar por lo que ¨¦l y sus defensores consideran una conjura de la extrema derecha fascista y un pu?ado de resentidos del Partido Socialista, compareci¨® en la hora punta de la Televisi¨®n Francesa. Explic¨® que "hab¨ªa cometido un error, no un delito" y que, naturalmente, no pensaba renunciar porque "recibir barro de la ultraderecha es un honor". Asegur¨® que no practica la pedofilia y que los chicos tailandeses de cuyos servicios sexuales disfrut¨® ya no eran ni?os. "?Y c¨®mo sab¨ªa usted, se?or ministro, que no eran menores de edad?", le pregunt¨® la entrevistadora. Desconcertado, el se?or Fr¨¦d¨¦ric Mitterrand opt¨® por explicar a los televidentes la diferencia sem¨¢ntica entre homosexualidad y pedofilia.
La defensa que han hecho pol¨ªticos e intelectuales franceses del ministro de Cultura se parece mucho a la que ha cerrado filas detr¨¢s de Polanski, y hermana tambi¨¦n, cosa significativa, como a los cr¨ªticos, a gente de la derecha y la izquierda. Se recuerda que, cuando el libro sali¨®, el propio presidente Sarkozy alab¨® la franqueza con que el se?or Mitterrand expon¨ªa a la luz p¨²blica los caprichos de su libido, y afirm¨®: "Es un libro valiente y escrito con talento". Con todo este chisporroteo period¨ªstico en torno a ¨¦l, es seguro que La Mauvaise vie (La mala vida) se convertir¨¢ pronto en un best-seller. Tal vez no obtenga el Prix Goncourt, pero qui¨¦n puede poner en duda que lo leer¨¢n hasta las piedras. Nadie parece haberse preguntado, en todo este traj¨ªn dial¨¦ctico, qu¨¦ pensar¨ªan en Francia de un ministro tailand¨¦s que confesara su predilecci¨®n por los adolescentes franceses a los que vendr¨ªa a sodomizar (o a ser sodomizado por ellos) de vez en cuando en las calles y antros pecaminosos de la Ciudad Luz. Moral de la historia: est¨¢ bien practicar la pedofilia y fantas¨ªas equivalentes siempre que se trate de un escritor franco y talentoso y los chicos en cuesti¨®n sean ex¨®ticos y subdesarrollados.
Comparado con el cineasta Polanski y el ministro Mitterrand, el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, es, en materia sexual, un ortodoxo y un patriota. A ¨¦l lo que le gusta, trat¨¢ndose de la cama, son las mujeres hechas y derechas y sus compatriotas, es decir, que sean italianas. ?l ha hecho algo que de alguna manera lo emparienta con los 12 C¨¦sares de la decadencia y sus extravagancias descritas por Suetonio: llenar de profesionales del sexo no s¨®lo su suntuosa residencia de Cerde?a llamada Villa Certosa sino, tambi¨¦n, el Palacio que es la residencia oficial de la jefatura de Gobierno, en Roma. Los entreveros sexuales colectivos y seudo paganos que propicia han dado la vuelta al mundo gracias al fot¨®grafo Antonello Zappadu, que los document¨® y vendi¨® por doquier. Al estadista le gustaba disfrutar en compa?¨ªa y en una de esas extraordinarias fotograf¨ªas de Villa Certosa ha quedado inmortalizado el ex primer ministro checo, Mirek Topolanek, quien, de visita en Italia, fue invitado por su anfitri¨®n a una de aquellas bacanales, donde aparece dando un salto simiesco, desnudo como un pez y con sus atributos viriles en furibundo estado de erecci¨®n (?lanzaba al mismo tiempo el alarido de Tarz¨¢n?), entre dos ninfas, tambi¨¦n en cueros. ?La moraleja en este caso? Que si usted es uno de los hombres m¨¢s ricos de Italia, due?o de un imperio medi¨¢tico, y un pol¨ªtico que ha ganado tres elecciones con mayor¨ªas inequ¨ªvocas, puede darse el lujo de hacer lo que a sus g¨®nadas les d¨¦ la reverend¨ªsima gana.
Hablar de esc¨¢ndalo en estos tres casos ser¨ªa impropio. S¨®lo hay esc¨¢ndalo cuando existe un sistema moral vulnerado por el hecho escandaloso. Eso es lo que subleva a toda o parte de la sociedad. Lo que vemos, en estos episodios, es m¨¢s bien el eclipse de toda moral, simples espect¨¢culos, utilizados, por quienes los defienden o los condenan, no en nombre de principios y valores sobre los que existir¨ªa alguna forma de consenso social, sino de intereses pol¨ªticos, reflejos condicionados ideol¨®gicos, frivolidad y una chismograf¨ªa medi¨¢tica que los redime de toda connotaci¨®n ¨¦tica y los convierte en diversi¨®n para el gran p¨²blico. Para la cultura imperante, s¨®lo es l¨ªcito condenarlos desde un punto de vista est¨¦tico y sostener, sin caer en el rid¨ªculo, que es una vulgaridad violar ni?as, ir a Tailandia como hace la plebe a alquilar muchachos y contratar hetairas para las fiestas palaciegas ?y luego hacerlas candidatas al Parlamento Europeo! Todo eso revela mal gusto, una imaginaci¨®n sexual burda y cochambrosa.
La generaci¨®n a la que pertenezco dio varias batallas: por la revoluci¨®n, el comunismo, la emancipaci¨®n de la mujer, la libertad religiosa y la libertad sexual. Parec¨ªa que, habiendo perdido todas las otras, por lo menos en Occidente hab¨ªamos ganado esta ¨²ltima. Episodios como los que resumo en esta nota muestran que creer semejante cosa es una ilusi¨®n. ?Qu¨¦ clase de libertad sexual hay detr¨¢s de las villan¨ªas de este tr¨ªo? Abusar de una ni?a de 13 a?os, gozar con adolescentes que son esclavos sexuales por culpa del hambre y la violencia y convertir en un burdel el poder al que se ha llegado mediante el voto de millones de ingenuos, son acciones que hacen escarnio de la libertad que precisamente clama porque en la vida sexual desaparezca esa relaci¨®n de amo y esclavo que, en estos tres casos, se manifiesta de manera flagrante. La libertad sexual es en ellos una patente de corso que permite a quienes tienen fama, dinero o poder, materializar de manera impune sus deseos degradando a los m¨¢s d¨¦biles. Apuesto mi cabeza que los tres h¨¦roes de estas historias reprobaron escandalizados las violaciones y abusos sexuales de ni?os en los colegios religiosos que han llevado al borde de la ruina a la Iglesia Cat¨®lica en pa¨ªses como Estados Unidos e Irlanda, por las sumas enormes con que han debido compensar a las v¨ªctimas. Ni ellos ni sus defensores parecen conscientes de que sus proezas son todav¨ªa menos excusables que las de los curas ped¨®filos por la posici¨®n de privilegio que tienen y de la que abusaron, envileciendo con sus actos la noci¨®n misma de libertad. Cu¨¢nta raz¨®n ten¨ªa Georges Bataille cuando pronosticaba que la supuesta sociedad "permisiva" servir¨ªa para acabar con el erotismo pero no con la brutalidad sexual.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2009. ? Mario Vargas Llosa, 2009.
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