"Ay de los que dictan leyes injustas"
Con una sonrisa de oreja a oreja, Concha, novicia de la parroquia de Vallecas, mira a su derecha, por donde corren unos ni?os, en la esquina de Alcal¨¢ con Gran V¨ªa, y dice que ellos son los que mejor representan la manifestaci¨®n en contra del aborto. "Son la vida. Interrumpir el embarazo es un crimen abyecto. ?No es una maravilla verlos aqu¨ª y no en un contenedor?", dice.
De fondo, en una pancarta se lee: "Ay, de los que dictan leyes injustas. Isa¨ªas 10:1". Porque eso es lo que creen M¨®nica P¨¦rez y Luis Javier Vega, una pareja de profesores que empuja el carro de su hija de dos a?os entre la multitud. Que la ley del aborto no es justa y la reforma no hace sino empeorarla. "Estamos totalmente en contra de que una ni?a de 16 a?os aborte sin el consentimiento de sus padres. No nos entra en la cabeza", dicen. Antes de irse, quieren dejar claro que no entienden qu¨¦ hace Aznar aqu¨ª: "Tuvo sus a?os de Gobierno y no hizo nada. ?Qu¨¦ busca ahora?".
Delante de una pancarta gigante donde pone "Mam¨¢ te quiero", aparecen Kadia, de 18 a?os, padres guineanos, y Marta, una dominicana de 17. Vienen del barrio de Oporto, en el sur de Madrid. Antes que nada, aclaran que no saben mucho de leyes ni de pol¨ªtica, s¨®lo saben que el aborto "es una maldad". Si se quedasen embarazadas tendr¨ªan el hijo, sin pensarlo dos veces. "Hay mucha gente loca que hace sexo", afirma Marta, "y despu¨¦s mata al beb¨¦ sin pensarlo. Incre¨ªble". Ella dice que no conf¨ªa en su madre, que si se quedase embarazada lo pasar¨ªa mal cont¨¢ndoselo, pero a¨²n as¨ª dice que no se lo ocultar¨ªa.
A la derecha de las chicas, una veintena de j¨®venes de Democracia Nacional corean: "Zapatero tu madre no abort¨®" y "¨¦sta es la juventud de Espa?a". La mitad de ellos iba de camisa y zapatos y el resto de ch¨¢ndal con zapatillas.
El millar de j¨®venes voluntarios de la marcha, universitarios casi todos, van de aqu¨ª a all¨¢ con una hucha en la mano. Piden colaboraci¨®n para costear el evento. A Marie, estudiante estadounidense, uno de ellos le explica por qu¨¦ hay hoy tanto foll¨®n. Sonr¨ªe cuando acaba la charla, deja en una papelera su caf¨¦ de Starbucks y se pone una chapa en la que se lee "Yo amo la vida". "?Qui¨¦n demonios iba a querer la muerte de nadie?", pregunta. Y se va tan contenta Gran V¨ªa arriba.
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