Parir en Barcelona
Nueve lunas, el nuevo libro de Gabriela Wiener, es un retrato de la maternidad en el primer mundo -l¨¦ase Barcelona- narrado por alguien que viene del tercero -l¨¦ase Per¨²-. Y sin duda, parece el para¨ªso.
Los avanzados laboratorios de fertilidad o la impecable seguridad social de Catalu?a hacen ver como s¨®rdidos tugurios las cl¨ªnicas abortistas ilegales y los andrajosos pabellones de obstetricia de Lima. La maternidad, considerada en todas las culturas un evento m¨¢s o menos inevitable, en Europa es promovida desde el Estado con permisos laborales, o directamente con dinero.
Y es que, en un pa¨ªs rico, puedes hacer con tu ¨²tero lo que quieras. Est¨¢s autorizada a abortar en perfectas condiciones de higiene o a inseminarte con herencias gen¨¦ticas a la carta. Puedes quedar embarazada aunque tu DNI jure que eres hombre, y el Estado te garantiza un parto apoyado por tecnolog¨ªa punta o en condiciones de r¨²stica naturalidad. Y si no concibes, puedes importar ni?os de cualquier pa¨ªs pobre donde sobren.
De por s¨ª, ser madre es una declaraci¨®n pol¨ªtica. Wiener describe todo tipo de agrupaciones sociales organizadas en torno a la maternidad. Desde la Liga de la Leche, que promueve la lactancia materna, hasta los servidores de pornograf¨ªa con embarazadas de Internet, Europa te ofrece la comunidad que mejor se acomode a tus gustos y necesidades.
Y, sin embargo, entre la variedad de madres posibles que grafica el libro, se repite con frecuencia una especie: la gente que no quiere tener hijos. Una y otra vez, diversos personajes de la historia, hombres y mujeres, expresan su desagrado ante la perspectiva de ser padres. Las razones van desde la manoseada "es una irresponsabilidad traer hijos a un mundo como ¨¦ste", hasta la m¨¢s original "no podr¨ªa soportar que alguien sea m¨¢s importante para m¨ª que yo".
Toda una paradoja. En N¨ªger, el pa¨ªs m¨¢s pobre del mundo, cada pareja tiene un promedio de ocho hijos. Muchos programas de desarrollo en ?frica y Am¨¦rica Latina ense?an a la poblaci¨®n a tener menos hijos. En cambio, en los pa¨ªses ricos, la tasa de natalidad es frecuentemente negativa. Es decir, llamamos "desarrollados" a los ¨²nicos pa¨ªses en que la gente se niega masivamente a reproducirse.
A lo mejor, ser rico no va de tener dinero, sino de no querer repartirlo.
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