Tegucigalpa, sin esperanza
La vida en la capital de Honduras tras el golpe est¨¢ hecha de m¨¢s pobreza, m¨¢s represi¨®n policial y m¨¢s violencia
Antes del golpe, ?ngel David ya viv¨ªa aqu¨ª, en esta colonia de Tegucigalpa donde el ¨²nico espacio verde y horizontal es el cementerio, as¨ª que los cr¨ªos aprovechan un agujero de la tapia para jugar al f¨²tbol o al escondite entre las tumbas de sus abuelos. El panorama de ?ngel David no era muy halagador. Compart¨ªa ocho metros cuadrados de una chabola de madera con su padre, jardinero en paro, su madre, reci¨¦n embarazada de su quinto hijo, y sus hermanos, el mayor de 16 a?os y el m¨¢s peque?o de dos. No ten¨ªan cuarto de ba?o, porque se lo llev¨® cuesta abajo el ¨²ltimo temporal, pero s¨ª electricidad y tel¨¦fono, buena educaci¨®n y ropa milagrosamente limpia.
Pero lleg¨® el golpe y la vida de ?ngel David, que ya no era buena, empez¨® a ser peor. Su pa¨ªs, el segundo m¨¢s pobre de Am¨¦rica Latina, empez¨® a recibir las sanciones de la comunidad internacional y su 70% de pobres (el 40% malvive con menos de un d¨®lar al d¨ªa) se fue quedando a¨²n m¨¢s desamparado. El padre de ?ngel David ten¨ªa cada vez menos trabajo. Su madre, menos dinero para hacer juegos malabares. ?l, menos horas de clase. Por si fuera poco, los d¨ªas que el Gobierno de Roberto Micheletti decretaba el toque de queda, todos ten¨ªan que salir corriendo por temor a la polic¨ªa. Todos los d¨ªas llegaron a tiempo a su casa, menos el 21 de septiembre.
La inseguridad deja un saldo de 14 muertos al d¨ªa y un sinf¨ªn de detenidos
Aquel d¨ªa se hab¨ªa extendido por Honduras el rumor de que el presidente Manuel Zelaya hab¨ªa conseguido regresar al pa¨ªs en secreto. Para celebrarlo, sus partidarios convocaron concentraciones en distintas zonas de Tegucigalpa y el padre de ?ngel David decidi¨® acudir a la de la colonia 21 de febrero, contigua a la suya. De regreso a casa, rayando el toque de queda, acortaron por un callej¨®n. Se sobresaltaron con el ruido de una moto que se acercaba. Miraron hacia atr¨¢s. Dos polic¨ªas iban a bordo. El de atr¨¢s los apunt¨®. Se escucharon cinco disparos. ?ngel David, de 13 a?os, cay¨® redondo al suelo. Con un tiro en la espalda.
Ha pasado un mes y medio. El taxista se adentra por la colonia 23 de junio. El veh¨ªculo apenas puede avanzar entre las piedras -la ¨²nica calle asfaltada hace tiempo que qued¨® atr¨¢s- y el miedo que le infunden los grupos de muchachos apostados en las esquinas. Hay un momento en que ya no se puede seguir en coche. La madre, Nelly Rodr¨ªguez, invita a pasar a su ¨²nica habitaci¨®n, ordenada y limpia, y presenta orgullosa a sus hijos, educados y bien vestidos. Su relato de lo que pas¨® es exacto y conciso y en ¨¦l aparece sin maquillaje la realidad de Honduras tras el golpe: "Mi esposo y mis hijos ven¨ªan andando lentamente, y los polic¨ªas pudieron ver que hab¨ªa dos ni?os, pero aun as¨ª les dispararon por la espalda. La bala afect¨® a los intestinos, el colon, el bazo, el h¨ªgado y tambi¨¦n parte del pulm¨®n. Ens¨¦?ale la cicatriz al se?or...".
?ngel David se levanta obediente. Tiene la huella del disparo en la espalda y la gran cicatriz de la operaci¨®n. ?Qu¨¦ sentiste en ese momento? "Angustia, se?or". ?Y dolor? "Tambi¨¦n". ?Y perdiste el conocimiento? "S¨ª". ?C¨®mo es la angustia? "Pensar que te vas a morir". ?Y tuviste miedo? "S¨ª". ?Y lloraste? "No".
Nelly Rodr¨ªguez contin¨²a contando: "Lo operaron de emergencia. Estuvo a punto de morir. Tres horas dur¨® la operaci¨®n y estuvo como cinco d¨ªas en coma. Hasta que empez¨® a abrir los ojos y a platicarme a m¨ª. Estuvo con ox¨ªgeno y con bastantes medicamentos que le pusieron en el Hospital Escuela. Pero como no ten¨ªan todos los medicamentos que ¨¦l necesitaba, tuvimos que comprarlos nosotros. No hab¨ªa ni agujas ni esparadrapo ni algod¨®n. Ni suero".
Lo que viene demuestra hasta qu¨¦ punto los protagonistas del golpe han perseguido a los resistentes: "Un d¨ªa lleg¨® una fiscal y me dijo: mire, yo soy representante del derecho al menor y usted tiene riesgo de perder a sus ni?os, porque el culpable de lo que le pas¨® a su hijo no es el polic¨ªa que le dispar¨®, sino que es usted. Me dijo que la culpable era yo". Nelly se pone a llorar, un llanto lento y silencioso que conmueve. Los cr¨ªos, a su alrededor, prestan atenci¨®n. "Y me lo dijo cuando mi hijo estaba en coma, all¨ª mismo, delante de su cama. S¨ª. Me dijo que no era culpable el polic¨ªa, sino yo...". Nelly fue amenazada con no devolverle a su hijo, hasta que la organizaci¨®n Cofadeh, que se ocupa de los familiares de los detenidos y los desaparecidos en Honduras, acudi¨® a protegerla.
La historia de ?ngel David es una m¨¢s de cientos de casos dram¨¢ticos. Seg¨²n Unicef, "1.600 ni?os hondure?os menores de cinco a?os han muerto desde el 28 de junio de 2009, a raz¨®n de 13 ni?os al d¨ªa". La desnutrici¨®n y la p¨¦sima atenci¨®n sanitaria ante epidemias como la del dengue hemorr¨¢gico son algunas de las causas. Cada d¨ªa, unos 60 ni?os ingresan en el hospital de Tegucigalpa aquejados de esta enfermedad. Pero no hay modo de atenderlos por falta de medios. Todo ello en medio de una ola de violencia que deja 14 muertos diarios y un sinf¨ªn de detenciones ilegales.
Es verdad que la vida en Honduras no era buena antes del golpe, pero ahora es peor. ?Verdad, ?ngel David?
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