M¨²sica en el Muro de la memoria
Daniel Barenboim, Pl¨¢cido Domingo y Bon Jovi ponen sonido a la Fiesta de la Libertad
A juzgar por los atuendos, el fr¨ªo de hace 20 a?os y el de ayer en Berl¨ªn eran poco menos el mismo. S¨®lo que ayer, adem¨¢s, llov¨ªa: una lluvia fin¨ªsima, de esas que se ensa?an con los huesos hasta dejarlos estremecidos. Pero los berlineses parecen estar tan acostumbrados al mal tiempo como a las grandes citas con la historia. Por supuesto, ayer acudieron en masa a la puerta de Brandeburgo y los aleda?os del Reichstag para no perderse la Fiesta de la Libertad, que as¨ª fue bautizada la conmemoraci¨®n de la ca¨ªda de un Muro vergonzante que resisti¨® durante 28 a?os, dos meses y 27 d¨ªas.
Un par de horas antes de que comenzara la fiesta, dar un paso en el lugar de autos era una haza?a pr¨¢cticamente imposible, tanto como hacerse con una bebida o un bratwurst en alguno de los numerosos chiringuitos. La gente guardaba cola bajo el agua con esa paciencia tan ejemplar como desconocida en otras latitudes. Las sirenas de la polic¨ªa aullaban sin cesar y los controles de bolsos y mochilas se repet¨ªan de tramo en tramo, pero la excepcionalidad no lograba alterar en ning¨²n momento el sentido de orden general de la ceremonia.
El espect¨¢culo se abri¨® con el festivo preludio del tercer acto de 'Lohengrin'
Una gran carpa transparente protegi¨® a los m¨²sicos del fr¨ªo
Hac¨ªa falta un alem¨¢n libre de toda sospecha: Beethoven
Las piezas de un inmenso domin¨® simb¨®lico cayeron una tras otra
Daniel Barenboim compareci¨® en el podio a las siete de la tarde clavadas. No pod¨ªa ser nadie m¨¢s. Por ser el director titular de la Staatskapelle de Berl¨ªn que actuaba ayer, pero no s¨®lo por eso. Argentino de nacimiento, trasladado a Israel a los 10 a?os, director y pianista a la vez, probablemente nadie encarna m¨¢s intensamente el di¨¢logo intercultural: ¨¦l interpret¨® por primera vez a Wagner en Israel, ¨¦l dirigi¨® en 2005 a la West-Eastern Divan Orchestra -el conjunto que fund¨® con Edward Said en 1999, integrado por m¨²sicos israelitas y de los pa¨ªses ¨¢rabes-, en un lugar tan dram¨¢ticamente simb¨®lico como Ramala.
Ayer Barenboim se sent¨ªa a sus anchas. La m¨²sica tuvo un papel muy destacado hace 20 a?os: la imagen de Mstislav Rostrop¨®vich a los pies del Muro interpretando la Suite n¨²mero 2 de Bach, forma ya parte de la historia, como tambi¨¦n es historia la Novena de Beethoven que Bernstein dirigi¨® el 25 de diciembre de ese a?o en la zona oriental, retransmitida por la televisi¨®n y con audiencias que batieron r¨¦cords hist¨®ricos. Fue en ese concierto cuando la palabra freude (alegr¨ªa) de la oda de Schiller fue substituida por freiheit (libertad). El propio Barenboim se hallaba en la ciudad aquel 9 de noviembre para dirigir a la Filarm¨®nica. Pocos d¨ªas despu¨¦s ofreci¨® un concierto para ayudar econ¨®micamente a los berlineses del Este.
Naturalmente, director y m¨²sicos actuaban ayer a cubierto, bajo una carpa transparente que recordaba a la cercana c¨²pula del Reichstag. El espect¨¢culo se abri¨® con el festivo preludio del tercer acto de Lohengrin de Wagner. Pero si el autor de la Tetralog¨ªa pod¨ªa introducir connotaciones de un germanismo poco grato, pronto vino la pieza de Arnold Sch?nberg Un superviviente de Varsovia, para recitador -Klaus-Maria Brandauer, mefistof¨¦lico en su largo abrigo y una gruesa bufanda- y coro -el de la Staatsoper-. Escrita en el exilio americano, esta pieza, de ocho minutos de duraci¨®n, le vino como anillo al dedo a Barenboim para recordar otro 9 noviembre, ¨¦ste nada exultante: el de 1938, conocido como "la noche de los cristales rotos", cuando en Alemania y Austria se lanz¨® el pogromo contra los jud¨ªos que estuvo en los or¨ªgenes del Holocausto. La carga pol¨ªtica de la actuaci¨®n tal vez hab¨ªa asumido en ese punto una densidad excesiva. Por eso, hac¨ªa falta introducir la m¨²sica de un alem¨¢n universal libre de toda sospecha: Beethoven. Barenboim y sus m¨²sicos atacaron con energ¨ªa el allegro con br¨ªo de la S¨¦ptima sinfon¨ªa. El concierto deb¨ªa concluir con una pieza especialmente encargada para la ocasi¨®n de Friedrich Goldmann, reconocido compositor de la Alemania oriental, fallecido en julio pasado, que ya anteriormente hab¨ªa afrontado compromisos similares (por ejemplo, en la Expo de Hannover de 2000). El t¨ªtulo de la obra de Goldmann era program¨¢tico: Es ist als habe einer die Fenster aufgestossen, esto es Es como si alguien hubiera abierto con fuerza las ventanas. A nadie pod¨ªa escap¨¢rsele la met¨¢fora.
Fuera de programa estaba reservada una sorpresa: la actuaci¨®n de Pl¨¢cido Domingo, que estos d¨ªas ha recalado en Berl¨ªn para cantar Simon Boccanegra. Iba a ser la guinda de la parte musical, y Barenboim y Pl¨¢cido no la desperdiciaron: atacaron la popular marcha Berliner Luft (El aire berlin¨¦s) de la opereta Frau Luna, de Paul Lincke, por supuesto invitando al p¨²blico a sumarse a la canci¨®n. Fin del concierto: eran las 19.30, ni un minuto m¨¢s ni uno menos. Fin del concierto cl¨¢sico, conviene aclarar, pero no de la m¨²sica, pues ah¨ª estaba tambi¨¦n Bon Jovi para poner una nota pop al evento de la noche berlinesa.
Pasaban pocos minutos de las nueve de la noche cuando el inmenso domin¨® con piezas de 2,5 metros de altura decoradas con m¨²ltiples motivos empezaron a caer una tras otra, y de nuevo la met¨¢fora de la reacci¨®n en cadena que caus¨® aquel 9 de noviembre de 1989 se hizo evidente. Los fuegos artificiales que siguieron proyectaban sugestivas formas sobre la espesa niebla. Segu¨ªa lloviendo sin compasi¨®n. Entre la multitud, una voz espa?ola captada al vuelo: "Tambi¨¦n pod¨ªa haberse ca¨ªdo el Muro en verano".
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