Una oportunidad perdida
Cuatro alemanes de la RDA recuerdan las primeras horas tras abrirse la verja - Dos d¨¦cadas despu¨¦s, la ilusi¨®n inicial ha sido sustituida por el escepticismo
El gu¨ªa Matthias Rau prepar¨® una excursi¨®n ¨²nica para explicar c¨®mo fue el primero en cruzar el port¨®n de hierro que separaba Friedrichshain (Este) de Kreuzberg (Oeste) cuando ca¨ªa el muro de Berl¨ªn el 9 de noviembre de 1989.
Creci¨® en Templin (Alemania Oriental), donde fue amigo de infancia de la canciller Angela Merkel. El domingo, Rau llev¨® a unas 30 personas por los escenarios de aquella fecha hist¨®rica, en la v¨ªspera de su 20? aniversario. Entonces, Rau era t¨¦cnico de exposiciones en la Academia de las Artes de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), en la Pariser Platz, junto a la Puerta de Brandeburgo.
"Desde los pisos de arriba se ve¨ªa el Muro delante, conoc¨ªamos el horario de la guardia y nos divert¨ªa conspirar planes de fuga que no se llevaban a cabo". Con el pelo rubio canoso en media melena, a sus 55 a?os, Rau gesticula profusamente y, cosas del oficio, habla alto y con un deje teatral. Siente todav¨ªa un "ligero escalofr¨ªo" cada vez que traspasa la ya imaginaria barrera entre el Este y el Oeste, abierta "ese d¨ªa feliz".
"Compr¨¦ un litro de zumo de naranja, me parec¨ªa el no va m¨¢s del despilfarro"
Muy cerca de all¨ª, en la Wilhelmstrasse, estaba entonces el distinguido conservatorio Hanns Eisler de Berl¨ªn. Desde sus ventanas ve¨ªa el Muro el estudiante de oboe Gregor Witt, hoy solista de la Staatskapelle (la orquesta de la ¨®pera estatal de Berl¨ªn), que ayer toc¨® en las celebraciones de aniversario bajo la direcci¨®n de Daniel Barenboim. En 1989, Witt ten¨ªa 21 a?os y empezaba a trabajar en Schwerin (Pomerania Occidental). Lleg¨® a Berl¨ªn la tarde del 9 para reunirse con su mujer. "Aqu¨ª no ten¨ªamos televisor, radio ni tel¨¦fono; me temo que la noche de la ca¨ªda del Muro la pas¨¦ durmiendo".
Con los aplausos del concierto matinal en la Staatsoper de fondo, Witt r¨ªe: "A mediod¨ªa del 10, los funcionarios a los que acud¨ª para un asunto no me atendieron. '?Nos vamos a Berl¨ªn Occidental!, alegaron". Reconoce que "de sopet¨®n, pens¨¦ que estaban borrachos como cubas". Lo primero que compr¨® con los 100 marcos occidentales que les dieron a todos fue "un litro de zumo de naranja; suena disparatado, pero nos parec¨ªa la encarnaci¨®n del despilfarro y la decadencia".
"Para nosotros", dice con una gran sonrisa, "la ca¨ªda del Muro fue una enorme fortuna y un momento extraordinario; la orquesta encontr¨® un nuevo director [BARENBOIM], ¨¦ramos libres para hacer lo que so?¨¢bamos". Pero comprende las dificultades de otros. "Mi padre, pianista nacido en 1934, hab¨ªa participado en la construcci¨®n de la RDA, la consideraba necesaria tras el pasado nazi de Alemania". El fin de su pa¨ªs fue para ¨¦l, como para muchos, un golpe duro.
Cr¨ªtica es tambi¨¦n Anne Lindner, polit¨®loga en la Universidad Humboldt de Berl¨ªn. Ten¨ªa 11 a?os y recuerda la alegr¨ªa de sus padres y la propia, "por fin podr¨ªa viajar, ir a Par¨ªs o a Nueva York". Defiende Lindner el fin del Muro y la reunificaci¨®n, pero considera que "hasta 1995, la sensaci¨®n era de oportunidad; ahora me parece que perdida".
Los aspectos de la RDA "que merec¨ªa la pena conservar, como parte del sistema educativo, se liquidaron sin miramientos". La ley fundamental de la Rep¨²blica Federal (RFA) "se impuso en todo el pa¨ªs sin una consulta democr¨¢tica". As¨ª, el final de la represi¨®n y la libertad ganada se empa?an con "una especie de colonizaci¨®n de un territorio entero".
De "sentimientos ambivalentes" habla Rudolf Reddig. En 1985 fue expulsado del Partido Socialista Unificado (SED, en sus siglas alemanas) de la RDA. Lo represaliaron prohibi¨¦ndole trabajar como historiador en la Universidad Humboldt. Recuerda la noche del 9: "Estaba en un bar, donde discut¨ª con uno del que sab¨ªamos que era de la Stasi [polic¨ªa pol¨ªtica de la RDA]. De pronto, el due?o grit¨®: 'Han abierto el Muro'. El de la Stasi se puso l¨ªvido". La "enorme alegr¨ªa" de la noche dej¨®, para el izquierdista Reddig, paso a cierto escepticismo: "Me preguntaba qu¨¦ ser¨ªa de nosotros en el nuevo sistema". Ahora milita en el partido La Izquierda, en Berl¨ªn.
Rau recordaba el domingo diversos aspectos de su vida en la RDA. Como que su hijo, nacido en 1975, fue con su madre "al otro lado" y ¨¦l no lo vio m¨¢s hasta 1995. El 9 de noviembre de 1989, Rau estaba en la sede de la Academia cuando oy¨® "desde el otro lado" a un grupo coreando: "?Abrid la puerta!". La sensaci¨®n fue "estremecedora". Decidi¨® ir al club de artistas La Gaviota. All¨ª se encontraron al jefe: "No pod¨¦is pasar, que se me han ido todos los camareros al Muro". Rau march¨® a Alexanderplatz, donde un polic¨ªa le explic¨® que no hac¨ªa falta un salvoconducto. "Apuntamos su nombre, por si las moscas". Lleg¨® en tren a Warschauerstrasse hacia las 23.30. "Cuando puse el pie en el otro lado del puente me deslumbraron los flases".
Siete horas m¨¢s tarde, Rau llam¨® a su jefe en Berl¨ªn Este y le explic¨® que no podr¨ªa trabajar, citando la canci¨®n berlinesa Las noches de Kreuzberg son largas. Respuesta: "Hoy no trabaja nadie". Cuando despert¨® en su casa, Rau dudaba si su noche de juerga en Kreuzberg hab¨ªa sido un sue?o, "un sentimiento de irrealidad no s¨®lo debido al an¨ªs griego al que nos invitaron". Puso la radio para cerciorarse.
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