Gerva
No s¨¦ si han visto alguna vez una foto de las realizadas por Gervasio S¨¢nchez. Lo m¨¢s probable es que s¨ª, aunque tal vez no se hayan fijado en la firma. El tipo se ha pasado la vida de guerra en guerra: El Salvador, Guatemala, Bosnia, Ruanda, Kosovo, Liberia, Afganist¨¢n, Timor, Chechenia, Sierra Leona y seguro que me dejo alguna en el tintero. Acaban de darle el Premio Nacional de Fotograf¨ªa. Es la primera vez que este galard¨®n recae en un reportero gr¨¢fico. Y ya era hora. Porque una imagen no s¨®lo apoya una cr¨®nica, sino que nos sit¨²a en el punto de mira exacto, lo cual evidentemente no sirve para arreglar el mundo, pero lo hace m¨¢s comprensible.
Gerva es un fiel continuador de una saga que empez¨® a principios del siglo XX con una generaci¨®n de fotorreporteros ap¨¢tridas que en los a?os treinta y cuarenta mostraron al mundo la cara oculta de las guerras. Aquellos grandes reportajes manten¨ªan pegados al sill¨®n a millones de lectores en todo el mundo. As¨ª naci¨® la ¨¦pica del oficio con fot¨®grafos como Robert Capa, Gerda Taro o David Seymour. Fue entonces cuando surgi¨® el mito del corresponsal de guerra que encierra toda la fascinaci¨®n de alguien que contempla la Historia en el mismo momento en que sucede, mientras llueve plomo y el mundo salta por los aires. La otra cara de la moneda lleva su propia cruz: demasiadas pesadillas nocturnas, demasiados d¨ªas sin final feliz, demasiados amigos muertos.
Yo conoc¨ª a Gerva en 1994, aqu¨ª en Valencia. Ven¨ªa a montar una exposici¨®n en el Palau y tra¨ªa la retina llena de cristales rotos en el cerco de Sarajevo. Cualquiera en su caso hubiera desarrollado una coraza de aparente cinismo como protecci¨®n para aguantar el tipo en mitad de los desastres, pero ¨¦l no. La guerra no le retorci¨® el colmillo. Sigue manteniendo la misma mirada limpia y comprometida que cuando empez¨® en esto. Contin¨²a teniendo fe en el ser humano, por eso sigue pateando el mundo con sus pu?eteras c¨¢maras Nikon para que los dem¨¢s nos acordemos de sus muertos.
Desde el momento en el que aprieta el disparador, entras en su campo magn¨¦tico y no te queda otra que aguantar la respiraci¨®n y mirar de frente la realidad que te pone delante de las narices, retratos extraordinariamente duros de hombres y mujeres contra las cuerdas; vean si no la fotograf¨ªa de Sof¨ªa y Al¨ªa de la serie Vidas Minadas o cualquiera de la ¨²ltima exposici¨®n sobre Camboya que se exhibe este mes en el auditorio de Caixa F¨®rum de Barcelona.
Los premios no le hacen maldita falta, pero qu¨¦ quieren, a m¨ª me ha alegrado much¨ªsimo que le dieran ¨¦ste. Ya s¨¦ que a ¨¦l no le gustan los halagos. Pero que se joda.
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