Atenci¨®n, silencio
Uno pierde algo y la p¨¦rdida es el aliciente para una b¨²squeda que de otro modo no habr¨ªa sucedido. Winifred Gallagher tuvo la sensaci¨®n de perderlo todo de golpe cuando le diagnosticaron un c¨¢ncer y a lo largo de los meses del miedo a morir y del tormento de la quimioterapia intuy¨® algo en lo que hasta entonces no hab¨ªa reparado, una fortaleza personal que desconoc¨ªa, una capacidad de enfocar su atenci¨®n en el tiempo presente en vez de mirar hacia la posible negrura del porvenir inmediato o de refugiarse vanamente en la nostalgia de su vida anterior a la enfermedad. En torno a los cincuenta a?os, Sara Maitland se encontr¨® de un d¨ªa para otro igual de despojada: sus hijos se hab¨ªan hecho adultos y viv¨ªan por su cuenta, su matrimonio de muchos a?os se hab¨ªa desintegrado sin drama, su juventud pertenec¨ªa ya indudablemente al pasado. Winifred Gallagher descubri¨® a causa de la enfermedad el misterio de la atenci¨®n al presente, la facultad fabulosa de la mente humana para concentrarse plenamente en algo, iluminarlo, percibirlo como una revelaci¨®n, como un tesoro a la vez s¨®lido y fugaz que requiere para ser apreciado el esfuerzo de la inteligencia y de cada uno de los cinco sentidos. Sara Maitland, una mujer a la vez religiosa y activista de izquierdas, feminista militante, reci¨¦n convertida al catolicismo, hizo un descubrimiento que en el fondo se parece al de Gallagher, y se dedic¨® igual que ella a explorarlo y a escribir sobre ¨¦l: ella, que llevaba toda la vida hablando, argumentando, defendiendo la urgencia de las mujeres por levantar la voz en p¨²blico, se encontr¨® sola en una casa vac¨ªa y descubri¨® el don del silencio. Despu¨¦s de tanta agitaci¨®n, de tantas palabras, de vivir en el aturdimiento continuo y cotidiano del ruido, Sara Maitland se detuvo un momento a prestar una atenci¨®n tan aguda como la que estaba ejercitando Winifred Gallagher y decidi¨® que el silencio no iba a ser una desgracia, el espacio en blanco marcado tan s¨®lo por huellas de ausencias, sino el lugar en el que de ahora en adelante quer¨ªa habitar.
Explorando su propia capacidad de atenci¨®n, las maravillas que le ofrec¨ªa, la dificultad de sostenerla, Winifred Gallagher fue aprendiendo en los meses de su tratamiento que la forma de la vida es la suma de las cosas a las que decidimos estar atentos. Lo que no ves no existe. La voz que tienes cerca y que no escuchas aunque asientas con la cabeza es la de un fantasma. El psicoan¨¢lisis nos ha convencido de que nuestra identidad es el drama eternamente representado de unas cuantas desgracias de nuestra infancia m¨¢s lejana. Revivimos quejumbrosamente agravios del pasado con la misma mezcla de complacencia y masoquismo con que un nacionalista invoca el ultraje de las batallas perdidas hace unos cuantos siglos. Si somos irremediablemente la consecuencia de lo que sucedi¨® o lo que imaginamos que sucedi¨® hace mucho tiempo, reflexiona Gallagher, nuestra vida futura est¨¢ marcada por la fatalidad. Pero el pasado no existe y no puede corregirse: valdr¨ªa m¨¢s concentrar la atenci¨®n y la energ¨ªa en evitar la repetici¨®n de antiguos errores o mitigar las consecuencias de los que se cometieron. Ni est¨¢ el ma?ana (ni el ayer) escrito, dice el poema de Antonio Machado. El ma?ana ni siquiera est¨¢ escrito en nuestros circuitos neuronales, recuerda Winifred Gallagher, porque ahora se sabe que el cerebro tiene una plasticidad muy superior a la que se imaginaba hasta hace muy poco, y que continuamente se est¨¢ modificando, estableciendo nuevas y deslumbrantes conexiones que son los chispazos del aprendizaje, los de la atenci¨®n maravillada.
El libro de Gallagher se titula Rapt: Attention and the Focused Life; el de Sara Maitland, A Book of Silence. Los dos pertenecen a ese g¨¦nero admirable, tan poco cultivado entre nosotros, que mezcla la autobiograf¨ªa y la erudici¨®n, el amor por la literatura y por la divulgaci¨®n cient¨ªfica, un dejarse llevar por la materia que lo entusiasma a uno con franca curiosidad y puro deseo de saber, sin ir cargado con el fardo verboso de la egolatr¨ªa. No s¨¦ apenas nada de ninguna de las dos, pero imagino que Winifred Gallagher es una mujer m¨¢s sensual y m¨¢s despierta a los placeres mundanos, y Sara Maitland m¨¢s vulnerable a las seguridades de la ideolog¨ªa, a esos arrebatos de misticismo y ortodoxia que ella misma estudia a lo largo de su libro. Hay algo de desasosiego y fanatismo en su b¨²squeda, en sus retiros de varias semanas en casas aisladas de toda cercan¨ªa humana y batidas por el viento en p¨¢ramos escoceses, en su gradual exigencia de mayores profundidades de silencio, que acaba llev¨¢ndola al lugar m¨¢s silenciosamente desolado de todos, el desierto del Sina¨ª, donde los profetas b¨ªblicos y los ermita?os del cristianismo primitivo escucharon voces terribles y tuvieron visiones de tentaci¨®n y apocalipsis. En sus rigurosas soledades Sara Maitland estudia las soledades abismales de otros: la de Cristo en los cuarenta d¨ªas y cuarenta noches que pas¨® en ese mismo desierto, la del almirante Byrd, que vivi¨® seis meses solo y en la oscuridad del invierno polar en una caba?a de la Ant¨¢rtida, la de los navegantes solitarios que daban la vuelta al mundo en peque?os veleros, la del n¨¢ufrago Alexander Selkirk, que pas¨® solo cinco a?os en la isla de Juan Fern¨¢ndez e inspir¨® a Daniel Defoe las aventuras de Robinson Crusoe, la de los monjes tibetanos que se retiran a una gruta del Himalaya para sumergirse en una meditaci¨®n que tiene algo de catalepsia.
Despertada de la somnolencia en la que vivimos habitualmente todos por el sobresalto del c¨¢ncer, Winifred Gallagher se ejercita en prestar atenci¨®n a las cosas que le importan m¨¢s: "Las grandes, como mi familia y mis amigos, mi vida espiritual y mi trabajo", dice, "y las m¨¢s peque?as, como las pel¨ªculas, los paseos y los martinis de las seis y media de la tarde". Todo conspira cada vez m¨¢s para distraernos, para aturdirnos, para dejarnos sordos con una incesante cacofon¨ªa de reclamos. Pero la sensaci¨®n de rapto que nos sucede igual en la invenci¨®n est¨¦tica y en la pasi¨®n amorosa no existe sin la perseverancia de una atenci¨®n que puede bruscamente transmutarse en algo parecido a un milagro, el ¨²nico posible, el de la plenitud de lo real.
Tomo notas, con los dos libros abiertos, en un pupitre espacioso de la biblioteca p¨²blica, junto a un ventanal inundado por la luz p¨¢lida de la ma?ana de noviembre. Aprendo a estar atento, leyendo a Winifred Gallagher, pero he de estarlo a la vez a lo que leo y a la gente que pasa junto a la ventana, a las acacias de hojas diminutas que brillan al sol con un amarillo de mostaza. Gracias a Sara Maitland soy m¨¢s consciente de la calidad del silencio que me hace falta para trabajar con placer y provecho, pero tambi¨¦n del rumor de las presencias que me hacen compa?¨ªa, envolvi¨¦ndome en su cobijo c¨¢lido: voces amortiguadas mezcl¨¢ndose, el balbuceo de un beb¨¦ en brazos de una madre lectora, el ruido hueco de un teclado en el que alguien escribe. Atenci¨®n y silencio vuelven memorable el presente.
Rapt: Attention and the Focused Life. Winifred Gallagher. Penguin Press, 2009. 256 p¨¢ginas. A Book of Silence. Sara Maitland. Granta Books, 2009. 320 p¨¢ginas. www.saramaitland.com/
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