Blasco se la juega con Camps
El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, ha recurrido a Rafael Blasco como ¨²ltima farmacia de guardia. Necesita que le rehaga su cada vez m¨¢s descompuesta imagen. Blasco no es el doctor Cavadas, pero como el Se?or Lobo (Harvey Keitel en Pulp Fiction), soluciona problemas y asea embrollos muy pringosos. Demostr¨® un gran manejo en esta materia cuando se sac¨® a s¨ª mismo de la ci¨¦naga judicial y pol¨ªtica en la que se hundi¨® tras ser desahuciado del Consell socialista acusado de haber cometido cohecho. Incluso hizo de su destreza mito cuando, en 1995, se transform¨® en el lazarillo de Eduardo Zaplana en el entramado administrativo que el candidato del PP aspiraba a regir desde la biso?ez y el acomplejamiento.
Esto no s¨®lo le report¨® la imposible rehabilitaci¨®n pol¨ªtica, sino que tambi¨¦n lo convirti¨® en la pieza imprescindible del engranaje del nuevo orden. Siendo el disco duro de Zaplana, Blasco todav¨ªa ensanch¨® m¨¢s su leyenda como estratega de la neutralizaci¨®n y absorci¨®n de Uni¨®n Valenciana para que el PP se zampara todo el espectro de la derecha, y para que, con sus artima?as sociales, le diese un buen bocado al PSPV. Y a¨²n le a?adi¨® dos vueltas de tuerca al mito cuando abri¨® fuego contra Zaplana para que Camps se posicionase como un l¨ªder sin tutelas y le ayud¨® a recomponer la estructura de un partido que todav¨ªa estaba en manos de su antecesor.
Estas gestas, y su inequ¨ªvoco talento pol¨ªtico, han conferido a Blasco un halo de capacidad y eficiencia pol¨ªtica que muy pocos discuten, aunque no les entusiasme el personaje. Sin embargo, esa aureola puede ser oscurecida por la complejidad de su ¨²ltimo servicio a Camps. En muy pocos a?os Camps ha pasado de ser el regeneracionista g¨®tico que restauraba el v¨ªnculo de Jaime I con el Palau de la Generalitat a ser trinchado en el pim pam pum de los altercados televisivos. Ha sido arrancado de cuajo del silencio solemne del claustro del monasterio de La Valldigna para ser despellejado por los facultativos del chismorreo por su intensa relaci¨®n con un sobrino de la Conchi (la ex de Pajares, que es t¨ªa de El Bigotes), que le meti¨® la purulenta trama en su propia casa y en la farmacia de su mujer.
La reconocida pericia de Blasco en la materia llega demasiado tarde. El deterioro de Camps se ha precipitado en los ¨²ltimos meses, pese al ¨ªntimo archivo del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Adem¨¢s, Camps no le da facilidades a Blasco. El presidente, en la deriva que le imprime la presi¨®n que sufre, no se ci?e a la hoja de ruta que le ha prescrito. No hay d¨ªa que no meta la pata. O se pasea en el pescante de un Ferrari y le arruina la foto de la unidad del PP a Mariano Rajoy, o entra al trapo de los insultos callejeros. De todos los retos que ha asumido Blasco en la materia, ¨¦ste es del que peor parado va a salir. Camps es la piedra contra la que va a estallar su prestigio.
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