Munilla: espiritualidad y antinacionalismo
El nombramiento de monse?or Munilla como obispo de San Sebasti¨¢n se sit¨²a dentro de la l¨®gica de la c¨²pula de la Iglesia cat¨®lica, organizaci¨®n antidemocr¨¢tica y fuertemente jerarquizada, en la que todo el poder y todos los poderes son detentados y controlados por una sola persona, el Papa. A la hora de elegir a sus representantes en las iglesias locales, los nombramientos -que no elecciones- recaen en personas de probada ortodoxia doctrinal, de indubitable obediencia al pont¨ªfice, as¨ª como de reproducci¨®n ideol¨®gica de la instituci¨®n eclesi¨¢stica y de la estructura centralista de la Iglesia cat¨®lica.
Esto es precisamente lo que ha sucedido con el nombramiento de monse?or Munilla, hasta ahora obispo de Palencia, para regir los destinos religiosos -?y pol¨ªticos?- de la di¨®cesis de San Sebasti¨¢n, liderada durante la ¨²ltima d¨¦cada por monse?or Uriarte, nacionalista confeso y convicto y teol¨®gicamente conservador, como ha demostrado en varias ocasiones prohibiendo a te¨®logos cr¨ªticos intervenir en los espacios eclesi¨¢sticos controlados por ¨¦l. ?ste ha sido mi caso y el de otros colegas, que en la provincia de San Sebasti¨¢n s¨®lo podemos intervenir en los foros laicos que no caen bajo la jurisdicci¨®n de Uriarte.
Su designaci¨®n como obispo de San Sebasti¨¢n es como arrojar al fuego l¨ªquido inflamable
Sinceramente, no entiendo la sorpresa y el malestar que ha provocado el nombramiento en el mundo pol¨ªtico y eclesi¨¢stico, sobre todo en sectores nacionalistas y en ambientes cat¨®licos progresistas. ?Qu¨¦ esperaban? ?Que el conservador Benedicto XVI, asesorado por los cardenales fieles al Vaticano Rouco Varela y Ca?izares, pusiera los ojos en un obispo cr¨ªtico, dialogante y con esp¨ªritu de reconciliaci¨®n? Ser¨ªa como pedir peras al olmo. Es una muestra m¨¢s del idealismo y del voluntarismo que caracteriza a no pocos grupos pol¨ªticos y religiosos. La jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola, deben saberlo, est¨¢ hoy enrocada en posiciones religiosas, ¨¦ticas y pol¨ªticas de trinchera contra el nacionalismo, el laicismo, la teor¨ªa de g¨¦nero y todo lo que se mueva en direcci¨®n a una sociedad plural.
El propio obispo saliente de San Sebasti¨¢n, monse?or Uriarte -quien negoci¨® su sucesi¨®n, con poca fortuna, a la vista de la imposici¨®n de un obispo que no respond¨ªa al perfil trazado por ¨¦l ante las autoridades del Vaticano-, se ha rendido a la evidencia y, tras conocer el nombramiento, ha definido al nuevo obispo donostiarra como una persona de espiritualidad y ha pedido a los sacerdotes y feligreses de la di¨®cesis que acepten y obedezcan al nuevo obispo.
Pero no ha dicho, no lo pod¨ªa decir, aunque lo conoce por experiencia, que monse?or Munilla es uno de los representantes m¨¢s pertinaces del sector conservador de la Iglesia cat¨®lica espa?ola con inclinaciones integristas. As¨ª lo ha demostrado en sus pastorales y, muy recientemente, al declarar c¨®mplices de asesinato a quienes voten a favor de la futura ley del aborto. Lo que significa calificar de asesinos a m¨¢s de la mitad de los diputados y senadores de las Cortes espa?olas y a quienes los han votado, m¨¢s de 23 millones de espa?oles. Su mandato episcopal no puede comenzar de manera m¨¢s beligerante. Pero eso s¨®lo lo podemos decir quienes estamos fuera de la cadena de mando de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y anteponemos la libertad de opini¨®n y de expresi¨®n a la ciega obediencia eclesi¨¢stica. No pocos obispos, incluido el saliente de San Sebasti¨¢n, han expresado en privado su desacuerdo con tal nombramiento, pero no pueden hacerlo p¨²blicamente por no romper la unidad del episcopado (eso dicen), y por miedo a represalias de Roma (eso no lo dicen).
Monse?or Munilla es, adem¨¢s, un antinacionalista confeso y convicto, como ha demostrado primero como sacerdote en Zum¨¢rraga y luego como obispo en Palencia. Con esa actitud anti, muy poco o nada va a poder contribuir a la construcci¨®n de una Iglesia sensible a la identidad cultural y, menos a¨²n, a tender puentes con el nacionalismo, ideolog¨ªa y pr¨¢ctica pol¨ªticas que comparten muchos cat¨®licos donostiarras. Auguro -ojal¨¢ me equivoque- que no habr¨¢ que esperar mucho tiempo para, pasado el tiempo de las declaraciones protocolarias y religiosamente correctas, escuchar sus ataques al nacionalismo pol¨ªtico en la l¨ªnea del documento de la Conferencia Episcopal de 2002, de claro matiz nacional y antinacionalista, aprobado sin el apoyo de la mayor¨ªa de los obispos catalanes y vascos.
Si ¨¦ticamente condena a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n espa?ola, si pol¨ªticamente choca con un amplio sector de los ciudadanos y ciudadanas vascos, si religiosamente no es capaz de sintonizar con los sectores m¨¢s abiertos de la Iglesia cat¨®lica de la di¨®cesis de San Sebasti¨¢n, el conflicto multidireccional, que ya vive la sociedad vasca, lejos de resolverse, se agudizar¨¢. ?D¨®nde queda la funci¨®n reconciliadora que siempre se ha arrogado la Iglesia cat¨®lica? El nombramiento de monse?or Munilla como prelado de San Sebasti¨¢n va a tener un efecto similar al del l¨ªquido inflamable que se arroja al fuego para que se extienda m¨¢s todav¨ªa. ?Otra ocasi¨®n perdida!
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III. Su ¨²ltima obra es La teolog¨ªa de la liberaci¨®n en el nuevo escenario pol¨ªtico y religioso (Tirant Lo Blanc, 2009).
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