La estrategia espa?ola en Copenhague
Resulta complicado aventurar lo que saldr¨¢ realmente de la cumbre del clima de Copenhague: si habr¨¢ acuerdo o no, si, en caso de haberlo, ser¨¢ muy ambicioso o no... Las negociaciones son y seguir¨¢n siendo complejas, y, por tanto, depender¨¢ de muchas circunstancias dif¨ªciles de prever. En todo caso, y visto el compromiso de las grandes econom¨ªas, incluidos EE UU y China, parece muy probable que, ya sea ahora en Copenhague o dentro de un a?o en M¨¦xico, finalmente habr¨¢ un acuerdo sobre reducci¨®n de emisiones de gases de efecto invernadero. Y lo que tampoco nadie duda es que este acuerdo tendr¨¢ consecuencias muy importantes sobre nuestro pa¨ªs.
Cualquier acuerdo de esta naturaleza exige, en el fondo, una decisi¨®n previa sobre el modelo energ¨¦tico que queremos, es decir, sobre la forma en que producimos y consumimos la energ¨ªa, que es origen, en gran medida, de las emisiones de gases de efecto invernadero. Obliga a tomar decisiones sobre el papel de la demanda, y tambi¨¦n sobre la contribuci¨®n de cada una de las fuentes de energ¨ªa. Decisiones que, a su vez, tienen consecuencias directas sobre los precios que tendremos que pagar, sobre el medio ambiente, sobre nuestra competitividad, o sobre nuestra seguridad de suministro. Estamos hablando de cuestiones importantes, de palabras mayores.
Nos jugamos demasiado como para dejar al albur las decisiones energ¨¦ticas
?Cu¨¢les son nuestras opciones energ¨¦ticas y sus consecuencias?
Ante este panorama, parecer¨ªa m¨¢s que razonable que, cuando nuestros representantes pol¨ªticos deban negociar los compromisos espa?oles en relaci¨®n con el cambio clim¨¢tico, pudieran disponer, al igual que muchos de sus colegas europeos o estadounidenses, de estudios que evaluaran de forma rigurosa las consecuencias nacionales de las distintas opciones de las que disponemos en materia energ¨¦tica, para conocer con exactitud los m¨¢rgenes reales con los que cuentan en la negociaci¨®n pol¨ªtica y t¨¦cnica que se lleve a cabo y las posibles implicaciones de los de los acuerdos a los que se llegue.
Desgraciadamente, no terminamos de aprender de errores pasados y llegamos de nuevo a una situaci¨®n cr¨ªtica con los deberes sin hacer, sin contar con el an¨¢lisis requerido en base a estudios, planes, o estimaciones apropiadas. No hay que ser un lince para advertir que, en este asunto y en el momento en el que nos encontramos, nos estamos jugando demasiado como para actuar de forma improvisada y sin un conocimiento cabal de lo puede ocurrir. A estas alturas se deber¨ªa disponer de estudios s¨®lidos sobre nuestras opciones y sus consecuencias, estudios que presentar a los ciudadanos para informar y recibir sus impresiones, y para que nuestros representantes pol¨ªticos pudieran evaluar y consen
-suar los compromisos que estamos dispuestos a realizar en cada caso. As¨ª, por ejemplo, se podr¨ªan evitar situaciones lamentables, como la tristemente recordada negociaci¨®n de la cuota l¨¢ctea en Europa, o como ese 15% de aumento de emisiones de CO2 que acordamos en el Protocolo de Kioto sin saber muy bien si lo podr¨ªamos cumplir o no.
Es verdad que los an¨¢lisis que se puedan realizar tendr¨¢n inevitables limitaciones y las decisiones que se tomen, en un entorno de incertidumbre como el actual, nunca ser¨¢n las ¨®ptimas. Eso s¨®lo se podr¨¢ saber a toro pasado. Pero s¨®lo la planificaci¨®n y el an¨¢lisis riguroso nos permitir¨¢n estar m¨¢s preparados ante situaciones imprevistas. Como dec¨ªa Saint-Exup¨¦ry, "un objetivo sin un plan es s¨®lo un deseo".
El problema para no disponer de estos estudios no es la escasez de medios o la capacidad de an¨¢lisis. Contamos con profesionales ampliamente cualificados en las instituciones p¨²blicas y privadas. Disponemos de varios centros de investigaci¨®n, numerosas agencias regionales de la energ¨ªa, reconocidos profesionales del mundo de la empresa y multitud de departamentos e institutos universitarios trabajando en este tema. Sin embargo, muy pocos de los esfuerzos realizados hasta ahora tienen la amplitud y profundidad suficiente como para poder responder de manera rigurosa a la pregunta que nos hacemos todos: ?cu¨¢les son nuestras opciones en materia energ¨¦tica y cu¨¢les pueden ser las consecuencias tecnol¨®gicas, econ¨®micas y ambientales de nuestras decisiones? ?Qu¨¦ tenemos que defender en las negociaciones internacionales sobre cambio clim¨¢tico?
No olvidemos que las decisiones energ¨¦ticas son de car¨¢cter estrat¨¦gico para cualquier pa¨ªs. No basta s¨®lo con una mera comparaci¨®n de costes; es necesario, adem¨¢s, tener en cuenta consideraciones de seguridad energ¨¦tica y de desarrollo industrial y social. La apuesta por la energ¨ªa nuclear de Francia o el abandono del carb¨®n en el Reino Unido fueron fruto de un an¨¢lisis estrat¨¦gico en el que se consider¨® el esquema energ¨¦tico que mejor se adaptaba al modelo de econom¨ªa a medio y largo plazo en cada caso. Adem¨¢s, la cuesti¨®n energ¨¦tica, en estos aspectos m¨¢s estrat¨¦gicos, no ha de contemplarse s¨®lo desde el punto de vista regional, o de una tecnolog¨ªa determinada, como est¨¢ ocurriendo en algunos casos.
La Prospectiva Energ¨¦tica a 2030, un estudio realizado en 2007 bajo la coordinaci¨®n del Ministerio de Industria que pretend¨ªa marcar las l¨ªneas estrat¨¦gicas de la evoluci¨®n del sector energ¨¦tico espa?ol en el horizonte 2030 y que todav¨ªa permanece guardado en alg¨²n caj¨®n, era un buen primer intento de responder a estos retos. Aunque, por otra parte, tambi¨¦n sirvi¨® para poner de manifiesto que no hay en Espa?a actualmente capacidad anal¨ªtica suficiente para evaluar escenarios energ¨¦ticos y pol¨ªticas adecuadas de manera amplia, integrada y robusta.
Ante la inminencia de un acuerdo sobre cambio clim¨¢tico en Copenhague o en M¨¦xico, es imprescindible que Espa?a comience a generar la capacidad propia para realizar an¨¢lisis sobre sus implicaciones al nivel requerido. Tal y como ya ocurre en otros pa¨ªses, el primer paso para ello es hacer conscientes a la sociedad y a sus representantes sociales y pol¨ªticos de la importancia de disponer de estos an¨¢lisis. Y luego, e inmediatamente, que los responsables de estos temas en el Gobierno pongan los medios para orientar, concentrar y organizar los esfuerzos que ya se est¨¢n efectuando en muchas de las instituciones ya citadas, de forma que desemboquen en un estudio profundo, riguroso y transparente de nuestras alternativas en materia energ¨¦tica. Las soluciones a los retos clim¨¢ticos y energ¨¦ticos s¨®lo podr¨¢n venir a trav¨¦s de un an¨¢lisis de una magnitud correspondiente a la envergadura del problema. Aunque se observan algunos indicios esperanzadores, es necesario intensificar los esfuerzos.
Nos jugamos demasiado como para dejar tales decisiones al albur de la suerte, de la oportunidad, o del regateo pol¨ªtico. El lento discurrir de las negociaciones clim¨¢ticas ha dado a los pa¨ªses mucho tiempo, pero al final habr¨¢ acuerdo y Espa?a seguir¨¢ sin un plan. ?Quiz¨¢ para la cumbre de M¨¦xico?
Firman este art¨ªculo Pedro Linares,profesor de Organizaci¨®n Industrial de la Universidad Pontificia Comillas y miembro del Instituto de Investigaci¨®n Tecnol¨®gica, y Gonzalo S¨¢enz de Miera, profesor de Econom¨ªa de la Universidad Antonio de Nebrija y experto en energ¨ªas renovables.
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