?C¨®mo hemos llegado a esto?
Tint¨ªn y Mrs Tiggy-Winkle [personaje de un cuento de Beatrix Potter] suscitar¨ªan m¨¢s respeto en el escenario mundial". Este comentario de la carta de un lector a otro peri¨®dico es, sin duda, horriblemente injusto, pero el nombramiento de Herman Van Rompuy y Cathy Ashton para los dos cargos supremos de la UE es muy decepcionante. De los dos, el puesto m¨¢s importante es el de la alta representante para la pol¨ªtica exterior, y ¨¦se ha sido el nombramiento m¨¢s sorprendente. Ashton, a la que no conozco, parece agradable, capacitada y creadora de consensos, y quiz¨¢ es m¨¢s dura de lo que parece, pero resulta doloroso contemplar su falta de experiencia internacional. Incluso su camarada del nuevo laborismo y antecesor como comisario de comercio de la Uni¨®n, Peter Mandelson, la elogia de forma tan tibia que hay que interpretarlo como un "maldita sea" ("Maldita sea, ?por qu¨¦ no me han nombrado a m¨ª?"). Fuera de la Comisi¨®n Europea, cuyo presidente est¨¢ claramente encantado con la elecci¨®n de la comisaria, la sensaci¨®n de anticl¨ªmax es palpable. "Es bastante menos de lo que esper¨¢bamos", coment¨® un miembro de la Administraci¨®n de Obama, con discreci¨®n diplom¨¢tica. Lo ¨²nico bueno que se puede decir es que los dos reci¨¦n llegados no van a emprender su trabajo con la carga de unas expectativas desmesuradas. Tienen todo por demostrar.
Los nombramientos de Rompuy y Ashton han seguido la l¨®gica pol¨ªtica de la UE en su estado actual
Est¨¢ bien tener a dos figuras discretas que son creadoras de consensos
Por desgracia, no es ning¨²n enigma c¨®mo se ha llegado a esto. Ojal¨¢ lo fuera. Pero no ha habido ninguna aberraci¨®n. Al contrario, estos nombramientos han seguido la l¨®gica pol¨ªtica de la Uni¨®n Europea en su estado actual. Reflejan la voluntad de los Gobiernos democr¨¢ticamente elegidos de los Estados miembros y de los dos mayores grupos pol¨ªticos en el Parlamento Europeo. Van Rompuy era el candidato en el que se pusieron de acuerdo Francia, Alemania y el grupo de centro derecha. Ashton surgi¨® como intersecci¨®n de tres criterios: que fuera de centro izquierda, seg¨²n la definici¨®n del grupo de centro izquierda del Parlamento (puesto que el centro derecha hab¨ªa obtenido la presidencia), brit¨¢nica, a cambio de que Gordon Brown renunciara a la candidatura de Tony Blair a la presidencia, y mujer. El hecho de que hubiera en Europa, al menos, 50 personas mejor cualificadas para el puesto, entre ellas varios ministros de Exteriores en activo y retirados, no importaba nada frente a estos criterios de "representaci¨®n". La objeci¨®n de que Ashton no hubiera sido nunca elegida para ning¨²n cargo nacional, en mi opini¨®n, no cuenta. Tampoco lo han sido muchos miembros excelentes del Gobierno de Estados Unidos. Lo importante son sus credenciales de pol¨ªtica exterior, no su falta de legitimidad democr¨¢tica directa.
Puede que Van Rompuy y Ashton no est¨¦n bien cualificados para representar a la UE en el sentido de atraer la atenci¨®n de Washington y Pek¨ªn. No son grandes estrellas. Pero s¨ª la representan
siguientemagn¨ªficamente en el sentido de que hacen visible o manifiestan su car¨¢cter interno. Es m¨¢s, son tan representativos de la UE de hoy como Ban Ki-moon lo es de la ONU actual.
En este momento de anticl¨ªmax, me acuerdo de uno de mis lemas favoritos: "el optimismo de la voluntad, el pesimismo del intelecto". Pero confieso que mi voluntad, generalmente optimista, necesita una inyecci¨®n de esteroides para vencer el pesimismo del intelecto. Con esteroides, mis argumentos optimistas ser¨ªan los siguientes: dado que, en realidad, casi todo sigue dependiendo de los Estados miembros, est¨¢ bien tener a dos figuras discretas que son creadoras de consensos. En los pr¨®ximos a?os, Van Rompuy puede concentrarse en construir los h¨¢bitos de la cooperaci¨®n estrat¨¦gica en el Consejo Europeo y Ashton en la important¨ªsima construcci¨®n del servicio exterior europeo. Si est¨¢ bien asesorada y aprende r¨¢pido, no hay motivos para que Ashton no escoja a la gente m¨¢s adecuada, tome las debidas decisiones burocr¨¢ticas, establezca embajadas eficientes de la UE en los pa¨ªses m¨¢s necesarios, y as¨ª sucesivamente.
Su buena relaci¨®n con el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso, ser¨¢ fundamental para que pueda contar con las grandes fortalezas de la UE -comercio, ayuda al desarrollo, ampliaci¨®n, pol¨ªtica de competencia, etc¨¦tera- a la hora de abordar cualquier problema exterior concreto. Unos cuantos ¨¦xitos, tal vez en pa¨ªses m¨¢s peque?os de ?frica y Oriente Pr¨®ximo en los que Alemania, Francia y Reino Unido no sientan la abrumadora necesidad de tener sus propias pol¨ªticas separadas y diferentes, abrir¨¢ las puertas a otros triunfos m¨¢s sustanciales. Los an¨¢lisis comunes elaborados por el servicio exterior europeo convencer¨¢n gradualmente a los ministros de Exteriores de que sus intereses nacionales coinciden, en general, en nueve de cada diez ocasiones. La pol¨ªtica exterior europea avanzar¨¢ cuando los intereses nacionales coincidan suficientemente; cuando no lo hagan, no avanzar¨¢.
El ascenso continuado de grandes potencias no europeas como China, India y Brasil ayudar¨¢ a que los europeos presten atenci¨®n al mundo en el que est¨¢n. Poco a poco, surgir¨¢ una nueva cultura estrat¨¦gica en todo el continente, en la que los europeos hablar¨¢n sobre las mismas cuestiones de pol¨ªtica exterior de forma similar (aunque en distintos idiomas) en cada pa¨ªs. De aqu¨ª a cinco a?os, se habr¨¢ preparado el terreno para un alto representante m¨¢s prominente que por lo menos sea verdaderamente capaz de ser una estrella en El Cairo, si no en Pek¨ªn.
Sin embargo, el intelecto pesimista no est¨¢ de acuerdo y replica: qu¨¦ m¨¢s quisieras, voluntad optimista, qu¨¦ m¨¢s quisieras. Los jefes de los Gobiernos nacionales no son los ¨²nicos que se resisten a hacer lo necesario para que Europa hable con una voz m¨¢s fuerte. Con su resistencia, representan los deseos de la mayor¨ªa de su gente. Desde el punto de vista intelectual, quiz¨¢ son conscientes de que debemos aclararnos las ideas; desde el punto de vista pol¨ªtico, est¨¢n influidos y atados por su pol¨ªtica nacional. Despu¨¦s de cada cumbre europea, todos los primeros ministros se apresuran a relatar a sus medios nacionales los triunfos que han obtenido. La presuntuosa presentaci¨®n que hizo Brown del nombramiento de Ashton en Bruselas fue un ejemplo escandaloso. El teatro de la pol¨ªtica es completamente nacional y local, no europeo. El ¨²nico teatro pol¨ªtico europeo lo proporciona Silvio Berlusconi, y se trata de una ¨®pera bufa.
A la mayor¨ªa de los ciudadanos europeos les gusta lo que les ofrece la UE en materia de libertad de circulaci¨®n, prosperidad, seguridad y libertad de consumo. Pero cada vez lo dan m¨¢s por descontado, incluso en lugares como Estonia que, hace 20 a?os, ni siquiera figuraban en el mapa como Estados soberanos. Los europeos, en general, no est¨¢n interesados en proyectar el poder de Europa en el mundo, y, desde luego, no el poder militar. Muchos piensan que ya lo hemos hecho demasiadas veces a lo largo de nuestra historia. Lo que queremos ahora es que traigan a nuestros chicos de Afganist¨¢n y nos dejen en paz.
Ya es suficientemente dif¨ªcil conservar nuestra propia calidad de vida, con su mezcla de prosperidad, diversidad, ocio y seguridad social. Incluso la idea de extender esas ventajas a otros europeos, como los de los Balcanes, para no hablar de Turqu¨ªa, se encuentra cada vez con m¨¢s resistencia. En la prensa de calidad se pueden leer complejos argumentos que explican que necesitamos una pol¨ªtica exterior europea simplemente para defender, a largo plazo, esa calidad de vida que tanto valoramos los europeos, pero esos argumentos sirven de poco. Los retos actuales del mundo -el cambio clim¨¢tico, la pobreza mundial, Rusia, la ascensi¨®n de China- no son factores inmediatos y movilizadores, como los ej¨¦rcitos del Tercer Reich de Hitler o la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin en el coraz¨®n de Europa. No provocan el sentimiento de que debemos ponernos inmediatamente en pie y responder al llamamiento.
Es decir, al evitar tomar decisiones dif¨ªciles, Europa est¨¢ tomando su propia decisi¨®n: est¨¢ escogiendo un declive suave, lento y fragmentado. Europa est¨¢ convirti¨¦ndose en un museo de la buena vida; todav¨ªa brillante y moderno, pero volvi¨¦ndose poco a poco m¨¢s oscuro y decr¨¦pito con los a?os. Y esta Gran Suiza tiene los rostros que merece. O eso es, por lo menos, lo que dice el intelecto pesimista en un lluvioso d¨ªa de noviembre.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos y ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en el St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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