Las batallas de la 'Virgen roja'
Es dif¨ªcil explicar c¨®mo encontramos en nuestras vidas personas fundamentales. Yo no recuerdo c¨®mo fui a dar con Simone Weil (Par¨ªs, 1909), tal vez le¨ª que ella hab¨ªa inspirado el personaje de Madame Edwarda, de la novela de George Bataille, y empec¨¦ a leerla. No s¨¦ muy bien, pero, a la lectura de sus primeros escritos, sus an¨¢lisis sobre los tr¨¢gicos griegos, sobre todo de Electra y Ant¨ªgona, comprend¨ª inmediatamente su lucidez para entender que todos somos v¨ªctimas de nuestros l¨ªmites para comprender, que no hay verdaderos verdugos, sino prisioneros. De todas las mujeres que se han dedicado a la filosof¨ªa Simone Weil ha marcado un antes y un despu¨¦s. Ella pens¨® que el cristianismo, como el marxismo, deb¨ªan ser el origen de una revoluci¨®n espiritual, de una ¨¦poca con valores nuevos en el que el ser humano ser¨ªa el eje. Pero m¨¢s que eso, ella comprendi¨®, a una velocidad sideral, que ese cambio no se har¨ªa sin la fuerza, que la moral de todo pensamiento era la acci¨®n y por eso milit¨® en los sindicatos franceses, se hizo obrera en Halmston, parti¨® a Espa?a durante la guerra y se uni¨® al POUM, pasando por Londres, hasta caer agotada a los 34 a?os. Su gran decepci¨®n fue esa certeza de que nadie act¨²a libremente si no es dentro del pensamiento: el genio es la voluntad de pensar.
Plat¨®nica, ella siempre pens¨® que la esencia de todo ser humano era el cambio, como Her¨¢clito, y sin embargo estaba convencida de que "actuar no es otra cosa que cambiar yo misma, cambiar lo que siento o lo que pienso, pero ese cambio que tanto deseo no es suficiente con desearlo para obtenerlo. No puedo hacerlo sino indirectamente. Sufro, deseo, dudo, ignoro; es una de las maneras de decir que lo que soy no me satisface y que esto ignora mi autorizaci¨®n para ser yo. Lo que soy, lo padezco. Sin embargo tengo poder sobre lo que padezco, mi definici¨®n de alguna manera de lo que es actuar: existo en la medida que puedo. (...) Ma?ana es esa persona que no puedo cambiar inmediatamente. Esa relaci¨®n entre el presente y el futuro es lo que constituye el tiempo". Simone Weil transforma una meditaci¨®n metaf¨ªsica en una cosa concreta, en una intuici¨®n tan vital que se hace moral al elegir la acci¨®n. De alguna forma Weil quer¨ªa ser Cristo, un s¨ªmbolo que se har¨ªa signo femenino para hacer una verdadera revoluci¨®n. Tal sacrilegio s¨®lo se entiende en esa vocaci¨®n por pensar, antes que nada comprender. Dec¨ªa ella: "No juzgar ni encolerizarse, comprender". ?se era el "oro" que ella ve¨ªa en s¨ª misma y que nadie supo reconocer porque su luz es lenta, nos llega ahora, despu¨¦s de que Charles de Gaulle dijese que estaba loca y que Camus la defendiera, aunque siempre hay algunos que piensan que su aversi¨®n al juda¨ªsmo la hizo sospechosa (Steiner, por ejemplo). Lo que comprendi¨® Weil es la brutalidad de un sistema, de la pobreza (siendo de una familia jud¨ªa muy rica), del sufrimiento, con una capacidad de empat¨ªa casi excepcional, pero tambi¨¦n comprendi¨® la brutalidad de la religi¨®n cristiana cuando castiga y oprime. Ella escribe: "Cuando un ser humano no me habla con brutalidad, no puedo dejar de pensar que debe haber alg¨²n error y que ¨¦ste lamentablemente se va a disipar". Porque de forma extraordinaria, ella s¨®lo sinti¨® que era una esclava, una intermediaria, un instrumento, que se atrevi¨® a so?ar con ponerse en el lugar de Dios.
Patricia de Souza (Cora-Cora, Ayacucho, Per¨², 1964) es autora de Er¨®tika. Escenas de la vida sexual (Barataria, 2009. 160 p¨¢ginas. 15 euros).
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