Los espejos de Messi y Cristiano
La pasi¨®n, el liderazgo y el compromiso de ambas megaestrellas engrandecen la Liga hasta cuando se exceden
Messi nunca exhibir¨¢ su esquel¨¦tica pechuga; Cristiano presume de esos alicates que forran su herc¨²leo torso. A Messi le engord¨® el Bar?a; Cristiano se ha nutrido a s¨ª mismo. Messi parece reci¨¦n salido de un f¨²tbol pandillero; Cristiano no sale de un vestuario, sale de un camerino. Messi es m¨¢s infantil; Cristiano, todo un chulapo. No importan tantos antagonismos. A los dos les une algo m¨¢s que su condici¨®n de futbolistas ¨²nicos y maravillosos, algo m¨¢s que sus humildes or¨ªgenes.
Lo que ambos destilan es una pasi¨®n extraordinaria por el f¨²tbol. Saben que son buen¨ªsimos. Se les recuerda cada d¨ªa con portadas inundadas con sus glorias y, aun as¨ª, quieren ser mejores. Y en la b¨²squeda de ese perfeccionamiento prevalecen sus apegos, hay un egocentrismo al servicio del grupo. Ambos rumian que cuanto mejores sean ellos mejores ser¨¢n sus equipos. Ninguno habr¨ªa llegado a la pasarela del Bal¨®n de Oro y otros galardones si no hubiera t¨ªtulos en su hoja de servicios. Tanto Messi como Cristiano se sienten l¨ªderes, lo que amplifica su grandeza porque refuerza su compromiso con las instituciones que les alistan y, lo que para ellos nunca es superfluo sino vital, su deuda permanente con las hinchadas. No se sacuden las responsabilidades jam¨¢s. A Messi nunca le hizo falta una sonrisa c¨®mplice para maquillar una mala noche. Sin Ronaldinho ni Eto'o en la sombra, es el patricio azulgrana. Ibrahimovic, de f¨²tbol m¨¢s solidario, es su nuevo e id¨®neo pretoriano. CR no ha necesitado que le ventilen alrededor. Desde que firm¨® es el general del Real Madrid.
Los dos llevan un tiempo jugando con dolores, en los clubes que les pagan y en las selecciones que les repatrian sin otro r¨¦dito que el sentimental. No hay tobillo que se les resista y no entienden de leves pubalgias. Son un ejemplo para todos sus compa?eros. No se conceden un fallo porque sienten que no pueden permit¨ªrselo. Interiorizan hasta lo paranormal la condici¨®n de infalibles que se espera de ellos. No saben de barreras: ah¨ª est¨¢ Messi, un cabeceador letal; ah¨ª est¨¢ Cristiano, que juega con pedales en los pies y un turbo en los gemelos.
En Messi late un Maradona; en CR, un Eusebio. Son dos ganadores con may¨²sculas, una bendici¨®n para sus equipos y para el f¨²tbol espa?ol. Incluso, caso del portugu¨¦s el s¨¢bado, cuando se exceden y ofrecen su peor versi¨®n, la m¨¢s reprochable, la que les lleva a escupir a un jugador del M¨¢laga (Messi) o a patear a uno del Almer¨ªa (CR). Son excesos que merecen tratamiento y reprimenda, pero no obedecen a ese falso estigma de ni?atos que algunos quieren ver. Son los extrav¨ªos propios de dos futbolistas antol¨®gicos que tienen un bal¨®n por alma y nunca reparan en los medios que les conduzcan hacia su ¨²nico fin: la victoria, la de sus equipos, ya sea con goles maradonianos o con la mano; con panzazos voluntarios ante el meta adversario o remates imposibles. ?sos son sus espejos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.