Diferencias indiferentes
Hace mucho que John Dewey apunt¨® una v¨ªa de regeneraci¨®n para la filosof¨ªa: en lugar de dar vueltas exclusivamente a los problemas de los profesores debe interesarse por lo que inquieta a los humanos en general. Sabia receta, aunque desde luego lo propio de los fil¨®sofos no es s¨®lo aquello de que se ocupan sino tambi¨¦n su manera peculiar de afrontar esa ocupaci¨®n. Quien quiera vislumbrarla puede ahora hacerlo sin agobios con el libro Men¨² degustaci¨®n: la ocupaci¨®n del fil¨®sofo (ed. Pen¨ªnsula), escrito por el profesor Manuel Cruz. Es el equivalente en su campo a las jornadas de puertas abiertas que hay en museos, parlamentos o medios de comunicaci¨®n: una visita guiada por el taller filos¨®fico, en la compa?¨ªa inmejorable de alguien experto y a la vez dotado de un amable sentido del humor.
La diversidad es divertida, pero cuando nos ponemos serios la semejanza es el criterio que debe regir
Esa amplia carta que incluye tanto platos del d¨ªa como especialidades de la casa brindar¨¢ a cada cual sin duda lo m¨¢s adecuado para su paladar. A m¨ª me ha despertado el apetito la cuesti¨®n de las diferencias, un rag¨² que suele acomodarse a cualquier salsa pero que Manuel Cruz adereza de forma m¨¢s sabrosa de lo habitual. Se?ala un punto interesante y parad¨®jico: la convicci¨®n expresada por muchos de que se da un "aplastamiento de las diferencias" en el mundo actual. Lo evidente, sostiene Cruz, es m¨¢s bien lo contrario: hace unas d¨¦cadas la uniformidad era mucho mayor, tanto en la abundancia de colectivos literalmente uniformados (curas, taxistas, colegiales, conductores de tranv¨ªa...), como en la fidelidad a patrones est¨¦ticos dominantes (en las pel¨ªculas de hace medio siglo todos los hombres vest¨ªan igual, las mujeres se peinaban lo mismo, fumaban con gestos similares, etc¨¦tera). En cambio hoy todo el mundo parece dedicado a construirse su propia apariencia, gracias a las modas, del modo m¨¢s idiosincr¨¢sico y menos uniforme... ?por qu¨¦, entonces, algunos tienen la impresi¨®n de que cada vez hay menos espacio para la diversidad?
Probablemente, dice Cruz, porque esta utilizaci¨®n ornamental de lo diverso le ha robado toda dimensi¨®n subversiva o iconoclasta: "La apariencia ha dejado de ser espacio u ocasi¨®n para conflicto o provocaci¨®n alguna. Tras ser banalizada, ha quedado neutralizada". Por mi parte, yo radicalizar¨ªa esta opini¨®n: porque las diferencias s¨®lo son sugestivas cuando se reprimen, pero en cuanto se las autoriza, elogia y fomenta se vuelven irrelevantes. Es decir, pierden peso frente a lo que de veras importa: nuestra fundamental semejanza. Querer construir lo m¨¢s importante y sustantivo de nuestra humanidad sobre las diferencias -como hoy suele hacer la modernidad menos progresista- es edificar sobre la arena... movediza. Todo lo que realmente resulta revolucionario avanza de lo diferente e irreductible hacia la igualdad (¨¦tica y jur¨ªdica, no est¨¦tica o cultural): igualdad frente a las supuestas diferencias raciales o sexuales, educaci¨®n igual para todos, derechos civiles iguales para todos, etc¨¦tera. La diversidad es divertida y fecunda en su campo, pero la semejanza es el criterio que debe regir cuando nos ponemos pol¨ªtica y moralmente serios.
Como muy bien dice Manuel Cruz, las diferencias que importan son unas muy concretas (y que deben ser negociadas adecuadamente o eliminadas cuanto antes): "Aqu¨¦llas en las que est¨¢ en juego la igualdad, aqu¨¦llas que son veh¨ªculo o pretexto para alguna injusticia". Y concluye: "El resto les confieso que me trae sin cuidado". A?ado mi firma, todo lo abajo que la decencia exija. Sobre todo ahora, cuando en nombre de la "dignidad" diferencial algunos retrotraen Catalu?a a los tiempos de Pravda, la prensa del Movimiento y otras adhesiones inquebrantables...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.