A contracorriente
En Chile, la Concertaci¨®n nos permiti¨® salir de una dictadura que nos manten¨ªa aislados del mundo contempor¨¢neo, castigados por la opini¨®n p¨²blica internacional, ajenos e inevitablemente ignorantes de las grandes corrientes del pensamiento moderno, a pesar de los esfuerzos aislados que se hac¨ªan desde el exilio y desde sectores del interior. Eran a?os en que se batallaba a contracorriente, con resultados limitados, pero con un entusiasmo, con una energ¨ªa cr¨ªtica, para decirlo de alg¨²n modo, que ahora echamos de menos.
Pues bien, mi decepci¨®n actual, para decirlo en dos palabras, es la siguiente: el balance de la Concertaci¨®n en los terrenos de la econom¨ªa y de la protecci¨®n social ha sido indudablemente positivo, importante. Por desgracia para todos, tirios y troyanos, no podemos decir lo mismo en lo que se refiere a la inserci¨®n de Chile en el mundo de las ideas, de las tendencias est¨¦ticas, de la gran reflexi¨®n hist¨®rica y pol¨ªtica de estos a?os. Se ha hecho algo, desde luego, pero ha sido poco, demasiado poco.
En Chile queda mucho por hacer en el mundo de las ideas, de la gran reflexi¨®n hist¨®rica y pol¨ªtica
El triunfo del centro-derecha en Chile no parece improbable
Antes se hablaba del apag¨®n cultural, y hab¨ªa razones contundentes para sostener que ese apag¨®n exist¨ªa en los tiempos del r¨¦gimen militar. Lo que existe ahora, en cambio, es una luz m¨¢s bien mortecina, provinciana, apocada, incluso acomplejada, con demasiadas ramificaciones folcl¨®ricas, populistas.
Acabo de viajar por razones de trabajo por Espa?a, Francia, Rumania, M¨¦xico. Aunque el lector no lo crea, asisto a monumentos y catedrales, visito museos, recorro librer¨ªas, en mis muy escasas horas libres. La prensa, las revistas, los libros, en todas partes, estaban llenos de una intensa, apasionada, bien documentada reflexi¨®n acerca de los 20 a?os de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y del final de la guerra fr¨ªa.
Pues bien, regreso al pa¨ªs y leo que un alto funcionario internacional, candoroso, paternal, nos aconseja incorporar a militantes comunistas en el pr¨®ximo gobierno. ?Por qu¨¦? Porque esto del muro, de las econom¨ªas centralmente dirigidas, de la censura burocr¨¢tica, de los disidentes encarcelados, son cosas de un pasado lejano. Me restriego los ojos y me pregunto si habr¨¦ tomado un avi¨®n equivocado.
Tra¨ªa de M¨¦xico y me dediqu¨¦ a leer en el avi¨®n un ejemplar de Letras Libres, sucesora directa de la revista Vuelta que dirig¨ªa Octavio Paz, uno de los grandes poetas y ensayistas de la lengua espa?ola, Premio Nobel de Literatura, datos que doy por si mis olvidadizos coterr¨¢neos ya no los recuerdan. Letras Libres, dirigida ahora por el notable historiador Enrique Krauze, lleva el t¨ªtulo que sigue: Lo que queda del Muro, Europa veinte a?os despu¨¦s. ?Son pamplinas,
monsergas de gente atrasada de noticias? Comienzo mi lectura con un gran ensayo sobre Polonia de Adam Michnik. Michnik es hombre de sesenta y pocos a?os, ex editor de la famosa Gazeta Wyborcza, poeta y ensayista muy le¨ªdo en toda Europa, en Estados Unidos, en buena parte de Am¨¦rica Latina. Aqu¨ª, como nos parece normal, no sabemos una palabra de ¨¦l.
Michnik fue miembro del sindicato Solidaridad, estuvo en la c¨¢rcel por razones pol¨ªticas y en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido miembro del Parlamento de Polonia. ?l nos habla de tres factores contradictorios, ajenos a toda ortodoxia doctrinaria, que fueron determinantes para la liberaci¨®n polaca hace ya m¨¢s de 20 a?os: la fuerza obrera organizada alrededor de Solidaridad; el Premio Nobel de Literatura concedido al gran Czeslaw Milosz, el autor de El pensamiento cautivo; la elecci¨®n del papa Wojtyla y su c¨¦lebre visita a Polonia en 1979. "La revoluci¨®n obrera tuvo lugar", escribe Michnik, "bajo el signo de la cruz y el retrato del papa Juan Pablo II". Y el gran fil¨®sofo de la Polonia moderna, Leszek Kolakowski, fallecido hace un par de a?os, declar¨® entonces: "As¨ª es como la historia se burla descaradamente de la teor¨ªa".
Ahora me pregunto si la historia del Chile moderno terminar¨¢ por burlarse tambi¨¦n de la teor¨ªa. Escucho, reci¨¦n llegado, debates ins¨®litos, donde las frases absurdas de un lado empujan a los sufridos auditores a inclinarse por el otro lado. Alguien sostiene, por ejemplo, que en Cuba hay m¨¢s libertad de prensa que en Chile, donde los medios est¨¢n controlados por el gran capital, etc¨¦tera, etc¨¦tera. La afirmaci¨®n parte de un supuesto que a nadie se le ocurre poner en duda: que en Cuba, aparte de las hojas parroquiales del Granma, existe algo correspondiente al concepto moderno de prensa.
En este ambiente, le preguntan a Sebasti¨¢n Pi?era por temas del libro, de la cultura nacional, y deja pasar su oportunidad en forma lamentable. Uno se coloca en la piel del Pobrecito Hablador, el personaje de las cr¨®nicas de Mariano Jos¨¦ de Larra. ?Crear¨¢ el probable gobierno pr¨®ximo una secci¨®n de cr¨ªtica literaria en el Ministerio del Interior o en el de Educaci¨®n? Le habr¨ªa convenido al candidato de centro-derecha entregar una respuesta de pura cepa liberal, puesto que el mercado, a pesar de los pesares, selecciona los libros mejor que cualquier burocracia. Hay abundantes lectores de best sellers de mala calidad, pero salen algunos por ah¨ª que prefieren la ?tica nicomaquea o los Di¨¢logos de Plat¨®n, vaya uno a saber por qu¨¦, y hay editores que los reeditan a cada rato, incluso en formato de bolsillo. En otras palabras, no necesitamos de m¨¢s Estado para poder leer La Rep¨²blica.
Edgardo Boeninger, que era uno de nuestros pol¨ªticos m¨¢s l¨²cidos, dijo antes de morirse que una democracia cristiana d¨¦bil obligaba a su candidato, dentro del contexto actual, a escorarse hacia la izquierda, fen¨®meno que le parec¨ªa inquietante. Estoy enteramente de acuerdo. Y agrego algo m¨¢s. El discurso de centro-izquierda no puede consistir obsesivamente en buscar maneras de atajar a la derecha. Debe proponer programas mejores, m¨¢s eficientes, m¨¢s modernos, m¨¢s equitativos, y admitir la posibilidad de la alternancia. ?O nuestras prioridades actuales nos llevar¨¢n a construir, 20 a?os m¨¢s tarde, un murito en la ex Alameda de las Delicias?
Si gana las elecciones la coalici¨®n de centro-derecha, como no me parece improbable, tendr¨ªa la oportunidad de demostrarnos a todos, y de paso al resto del mundo, que se ha transformado con los a?os, desde fuera del poder, en un n¨²cleo moderno, civilizado, creyente en la democracia, liberado de nostalgias anacr¨®nicas. Si consigue eso, creo, como Gabriel Vald¨¦s, que su triunfo no ser¨¢ catastr¨®fico para nadie, y que la historia, como sosten¨ªa Kolakowski, se habr¨¢ burlado de la teor¨ªa. Pero me gustar¨ªa mucho que se proponga un objetivo enormemente ambicioso y absolutamente necesario: que en Chile se piense m¨¢s y se piense mejor, en plena sinton¨ªa con el pensamiento contempor¨¢neo.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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