La voluntad y la fuerza
Aminetu Haidar se ha convertido en el s¨ªmbolo del S¨¢hara oprimido. Su lucha le ha costado sufrir vejaciones, c¨¢rcel y hasta un divorcio, pero le ha proporcionado reconocimiento internacional. Canarias es el escenario de su ¨²ltimo pulso con el Gobierno de Marruecos
Aminetu Haidar ten¨ªa nueve a?os cuando el coche que conduc¨ªa su padre se estrell¨® contra un cami¨®n en la carretera que une las localidades marroqu¨ªes de Tan Tan y Guleim¨ªn. Ocurri¨® en noviembre de 1975, al mismo tiempo que Hassan II ocupaba el S¨¢hara Occidental. En aquella ¨¦poca, era relativamente habitual que los enemigos pol¨ªticos del entonces rey de Marruecos muriesen empotrados contra camiones. A¨²n hoy, Haidar est¨¢ convencida de que su padre fue asesinado. Aquella tragedia marc¨® su vida y decidi¨® su futuro pol¨ªtico.
La mujer que ha colocado en primer plano el olvidado conflicto del S¨¢hara, conmueve a la opini¨®n p¨²blica espa?ola y hace zozobrar las relaciones entre Espa?a y Marruecos, vino al mundo en 1967 en Akka Centre, un pueblo situado en la remota regi¨®n de Tata, a casi mil kil¨®metros al noreste de El Aai¨²n. El hecho de que naciera en pleno Marruecos, tan lejos del territorio cuya independencia defiende, no pasa de ser una an¨¦cdota biogr¨¢fica. Sus padres viv¨ªan en la localidad de Tan Tan, una antigua colonia espa?ola situada al norte del S¨¢hara Occidental. Pero cuando Aminetu estaba a punto de nacer, su madre cumpli¨® la tradici¨®n beduina que manda a las mujeres dar a luz al primer hijo en compa?¨ªa de sus progenitoras.
Fue detenida por primera vez en 1987, en una redada marroqu¨ª previa a la visita de una comisi¨®n internacional
Cuando sali¨® de prisi¨®n era otra. M¨¢s decidida, m¨¢s comprometida, m¨¢s obstinada. Tambi¨¦n, m¨¢s religiosa
Ali Haidar y su esposa, Darya, tuvieron cuatro hijos (dos chicas y dos chicos). Tras el fallecimiento de su marido, Darya se traslad¨® con sus cuatro v¨¢stagos de Tan Tan a El Aai¨²n. Era el a?o 1976. All¨ª volvi¨® a casarse y tuvo tres hijos m¨¢s. Aminetu fue una ni?a alegre y nerviosa. As¨ª la recuerda Bachar Ahmed Haidar, su t¨ªo paterno, que era entonces alto funcionario del Ministerio del Interior de Marruecos: "Siempre fue la primera de su clase", afirma. Amigas suyas aseguran que era muy aficionada a los deportes y que nadaba regularmente en la piscina municipal de El Aai¨²n.
Marruecos y los independentistas del Frente Polisario libraban, en aquella ¨¦poca, una guerra terrible y cientos de saharauis desaparec¨ªan en las c¨¢rceles de Hassan II. Sin embargo, no existe constancia de que Aminetu, miembro de una familia acomodada que manten¨ªa buenas relaciones con Rabat, mostrara especial atenci¨®n a lo que suced¨ªa ante sus ojos. Su ca¨ªda del caballo se produjo en el verano de 1987. Ten¨ªa 20 a?os, acababa de terminar el bachillerato y, como premio a su aplicaci¨®n, fue enviada de vacaciones a Canarias. En el archipi¨¦lago entr¨® en contacto con miembros del Polisario. "All¨ª descubri¨® la verdad de lo que estaba pasando a su alrededor", cuenta una prima suya. De vuelta a El Aai¨²n, comenz¨® a trabajar con los resistentes independentistas. Pero su labor pol¨ªtica s¨®lo durar¨ªa dos meses.
Una comisi¨®n conjunta de Naciones Unidas y de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana hab¨ªa anunciado su visita al S¨¢hara con el fin de elaborar un plan de paz. Era la primera delegaci¨®n internacional que iba a viajar al territorio desde que Espa?a lo abandonara, en 1975. Los resistentes independentistas, Aminetu entre ellos, comenzaron a repartir banderas del Polisario y a confeccionar pancartas para manifestarse ante los dignatarios. Estaban convencidos de que las autoridades marroqu¨ªes no se atrever¨ªan a actuar contra ellos bajo el foco de la opini¨®n p¨²blica extranjera. "No calculamos bien nuestras posibilidades", recuerda Djimi El Ghalia, amiga ¨ªntima de Aminetu y tambi¨¦n activista. "Marruecos comenz¨® a detenernos cuatro d¨ªas antes de la llegada de la comisi¨®n". M¨¢s de 400 personas fueron arrancadas de sus casas.
A las 3.30 del 21 de noviembre de 1987, llamaron a la puerta de Aminetu. Un t¨ªo suyo, hermano de su madre, acompa?aba a los polic¨ªas. Fueron muy correctos: informaron a la familia de que se llevaban a Aminetu para interrogarla, pero que en unos 20 minutos la muchacha estar¨ªa de vuelta. Sin embargo, cuando el coche policial dobl¨® la primera esquina, los agentes le ataron las manos, le vendaron los ojos y le metieron la cabeza entre las piernas. Durante casi cuatro a?os, Aminetu desapareci¨® del mundo. S¨®lo despu¨¦s de su liberaci¨®n averiguar¨ªa que hab¨ªa estado cautiva en pleno centro de El Aai¨²n, junto al cine Las Dunas, en lo que durante la ¨¦poca espa?ola fue el cuartel de Artiller¨ªa.
Aminetu fue encerrada junto a otras nueve mujeres y 50 hombres en un recinto de cuatro habitaciones que carec¨ªan de puertas entre ellas y en el que la ¨²nica luz entraba por un angosto ventanuco situado en el techo. Todos deb¨ªan llevar los ojos vendados para que no pudiesen reconocer a sus carceleros, nunca les permit¨ªan lavar sus ropas y jam¨¢s recibieron atenci¨®n m¨¦dica. El repertorio de interrogatorios era amplio: Aminetu, desnuda, era atada con una cuerda desde los tobillos hasta el cuello sobre una mesa estrecha; sus guardianes le pon¨ªan en la cara un trapo sucio sobre el que vert¨ªan una soluci¨®n de detergente, heces y orina hasta que ella se asfixiaba. Tambi¨¦n le amarraban las manos tras las rodillas, le pasaban un palo tras las corvas y la colgaban del techo mientras la golpeaban con porras. Y le colocaban cables en los pezones y la somet¨ªan a descargas de electricidad. Pero ella asegura que lo peor no fue eso, sino los nueve meses que la mantuvieron aislada de sus compa?eros. "Cre¨ªa que nunca iba a salir de la c¨¢rcel", declar¨® hace dos semanas a este peri¨®dico.
Durante aquel periodo anim¨® a los otros presos a hacer una huelga de hambre. S¨®lo resistieron una noche. A la ma?ana siguiente, cuando los polic¨ªas comprobaron que no hab¨ªan tocado la cena, entraron en las celdas con palos y perros y los obligaron a ingerir el desayuno.
"En aquel lugar, Aminetu estuvo siempre enferma", relata su compa?era de cautiverio Djimi El Ghalia. "Ten¨ªa epilepsia, hemorroides, gastritis y reuma. Las piernas no la sosten¨ªan cuando quer¨ªa ir al servicio. En una ocasi¨®n se le paraliz¨® todo el cuerpo. Avisamos a los guardias para que llamaran a un m¨¦dico, pero nos contestaron: 'D¨¦jala hasta que se muera y entonces nos avisas para que nos llevemos el cad¨¢ver". Cuatro de sus compa?eros fallecieron en aquella prisi¨®n; otro m¨¢s muri¨® en el hospital dos d¨ªas despu¨¦s de ser puesto en libertad. La salud de Aminetu qued¨® muy quebrantada y, ya en libertad, tuvo que someterse a varias operaciones.
Cuando sali¨® de prisi¨®n, era otra. "M¨¢s comprometida, m¨¢s decidida y tambi¨¦n m¨¢s obstinada", recuerda una amiga. Tambi¨¦n m¨¢s religiosa: acud¨ªa regularmente a la mezquita, cumpl¨ªa con todas las oraciones, practicaba el ayuno fuera del Ramad¨¢n y le¨ªa el Cor¨¢n habitualmente. Un a?o despu¨¦s de ser puesta en libertad, en 1992, se cas¨® con un compa?ero de cautiverio, El Kassimi Mohamed Ali, y se traslad¨® a vivir a la casa de su suegro, en la parte antigua de El Aai¨²n. Fue entonces cuando comenz¨® su tarea de denuncia de las violaciones de los derechos humanos de los saharauis. Antiguos presos y familiares de desaparecidos fueron organiz¨¢ndose poco a poco para dar a conocer sus historias a la opini¨®n p¨²blica internacional. En esa tarea supieron beneficiarse de la t¨ªmida apertura pol¨ªtica iniciada por las autoridades de Rabat para mejorar su imagen internacional.
La obsesiva dedicaci¨®n a ese trabajo hizo mella en la vida familiar de Aminetu. Hab¨ªa dado a luz dos hijos: Hayat, que ahora es una adolescente de 15 a?os, y Mohamed, que tiene 13. Ambos estudiaban en Ennahj El Jadid, uno de los mejores colegios privados de El Aai¨²n. Su directora, Hajbouha Zoubeir, recuerda que ten¨ªan "un car¨¢cter dif¨ªcil": dibujaban la bandera del Frente Polisario en sus cuadernos y se negaban a cantar el himno marroqu¨ª. "Habl¨¦ con Aminetu y le comuniqu¨¦ lo que ocurr¨ªa. Mi opini¨®n era que el ambiente familiar en su casa estaba demasiado politizado. Ella dijo que lo pensar¨ªa y, finalmente, opt¨® por cambiar al ni?o de colegio". Su militancia tambi¨¦n afect¨® a su matrimonio. As¨ª lo reconoci¨® ella a este peri¨®dico: "La polic¨ªa nos convocaba a mi marido y a m¨ª continuamente por mi trabajo. Eso provocaba problemas". En 1999 se divorciaron. Aminetu se traslad¨® con sus hijos a la casa de su madre, una vivienda de dos pisos, que parece haber sido construida en una noche, en el humilde barrio de Zemla. Y se volc¨® a¨²n m¨¢s en su compromiso pol¨ªtico.
Durante los a?os siguientes, la figura p¨²blica de Aminetu Haidar fue creciendo. Fund¨® una ONG llamada Colectivo de Defensores de los Derechos Humanos en el S¨¢hara y supo aprovechar las ventajas que ofrec¨ªa Internet para difundir sus denuncias. Pero fue el 17 de junio de 2005 cuando se convirti¨® en la figura emblem¨¢tica de los saharauis que habitan en el territorio ocupado por Marruecos.
Aquel d¨ªa hab¨ªa organizado una sentada en memoria de Basir Mohamed, Basiri, el primer l¨ªder independentista saharaui, asesinado por el Ej¨¦rcito espa?ol en 1970. Cuando los manifestantes estaban llegando al lugar, la polic¨ªa carg¨® contra ellos. Un agente estrell¨® su porra contra la cabeza de Aminatu y le abri¨® una gran brecha. La sangre le corr¨ªa por el rostro, y la melfa amarilla que llevaba se ti?¨® de rojo. Antes de llevarla al hospital, sus compa?eros le hicieron una foto -un dram¨¢tico primer plano- y la difundieron por Internet. Tal vez aquella imagen no hubiera tenido tanta repercusi¨®n si Aminetu no hubiese sido detenida horas m¨¢s tarde, a la salida del hospital en el que acababan de hacerle una cura.
Fue encerrada en la C¨¢rcel Negra de El Aai¨²n bajo la acusaci¨®n de formar parte de una banda criminal. Y entonces ella lanz¨® su desaf¨ªo: comenz¨® una huelga de hambre para que la juzgaran por un delito pol¨ªtico, no por uno com¨²n. Rechaz¨® las visitas de sus familiares y ayun¨® durante 47 d¨ªas. Al calor de su ejemplo, estallaron disturbios en las principales ciudades del S¨¢hara. La polic¨ªa carg¨® con sa?a contra los alborotadores y hubo decenas de detenciones. Tras siete meses de lucha, las autoridades de Rabat cedieron a las presiones internacionales: en enero de 2006 fue puesta en libertad, y dos meses m¨¢s tarde las gestiones de Estados Unidos lograron que Marruecos le devolviera el pasaporte que le hab¨ªa quitado nueve a?os antes, cuando fue desaparecida.
Fue su gran victoria. Comenz¨® a viajar. Aquel mismo a?o obtuvo el Premio Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s a los Derechos Humanos. En los a?os siguientes fue galardonada con el Silver Rose, el Robert F. Kennedy y el Civil Courage. En s¨®lo cuatro a?os se convirti¨® en una figura internacional que incomodaba cada vez m¨¢s a las autoridades de Rabat. Un d¨ªa hablaba ante los senadores de Estados Unidos y otro ante los parlamentarios europeos. Los dirigentes del Frente Polisario, que hasta entonces hab¨ªan observado con recelo c¨®mo les robaba protagonismo, no tuvieron m¨¢s remedio que acercarse a ella.
Su vida personal parec¨ªa volver a encarrilarse. Hab¨ªa comenzado a preparar su boda con Bachir Azman, un ex preso pol¨ªtico saharaui de 57 a?os. Planeaban casarse cuando ella volviera de Nueva York, adonde hab¨ªa viajado para recoger el premio Civil Courage. Pero el 15 de noviembre ella no volvi¨® a casa, como estaba previsto. Un amigo le dijo a Bachir que la polic¨ªa marroqu¨ª la hab¨ªa detenido en el aeropuerto de El Aai¨²n. La noche del d¨ªa siguiente, Bachir recibi¨® una llamada de Aminetu desde el aeropuerto de Lanzarote: "Estoy comiendo mi ¨²ltima cena. A las 12 en punto comienzo una huelga de hambre". ?l cuenta que le respondi¨®: "Fuerza, voluntad y victoria".
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