Guerra a los 'paparazzi'
Malos tiempos para los fot¨®grafos de los famosos en Reino Unido - Autoridades y legisladores redefinen su trabajo
Encontrarles es muy f¨¢cil. Siempre hay dos o tres posicionados frente al Cipriani, el restaurante italiano de May Fair en el que suelen comer Mick Jagger, la duquesa Sarah Ferguson, David Beckham (cuando pasa por Londres) o Flavio Briatore. Hay otra media docena a menos de cien metros de distancia, en Berkeley Square, cerca del Annabel, la hist¨®rica sala de fiestas s¨®lo para miembros, donde transcurren las noches de las estrellas del espect¨¢culo, los millonarios de la City y los intelectuales decadentes.
Pero el grueso de la manada se coloca enfrente del Bouijs, la discoteca de South Kensington a la que van a bailar casi a diario los futbolistas famosos, modelos de grandes pechos operados y, sobre todo, los herederos al trono de Inglaterra, el pr¨ªncipe (y futuro rey) Guillermo con su hermano Harry, acompa?ados por sus novias y otros v¨¢stagos de la aristocracia. Es precisamente aqu¨ª donde los paparazzi del nuevo siglo XXI sufren, luchan, pelean, provocan, se llevan bofetadas y pu?etazos, corren unos detr¨¢s de otros, se caen, insultan y reciben insultos, mientras disparan r¨¢fagas de flashes con la esperanza de dar con la foto que les d¨¦ una semana, un mes o, en casos muy raros, un a?o de trabajo y ganancias.
Ser¨¢ una casualidad, o quiz¨¢s no, pero la mala racha por la que atraviesa el pa¨ªs se ha reflejado tambi¨¦n en la situaci¨®n de los paparazzi: de repente son objeto de sospecha o de acusaci¨®n por la sociedad, por los medios de comunicaci¨®n, por todos en general. El anuncio que hicieron hace unos d¨ªas la reina Isabel y el pr¨ªncipe Carlos -amenazaron a los periodistas gr¨¢ficos y les advirtieron de que a partir de ahora cualquier violaci¨®n de la vida privada de la familia real dejar¨¢ de ser tolerada y tendr¨¢ consecuencias legales- puede haber significado el final de una ¨¦poca o, por lo menos, su transformaci¨®n.
La advertencia de su majestad no es ni mucho menos la primera y viene de lejos: desde aquel annus horribilis de 1997 en el que la princesa Diana muri¨® en un accidente de coche en un t¨²nel de Par¨ªs junto a su novio egipcio Dodi al Fayed, mientras eran perseguidos por una horda de paparazzi en coches y motos.
Desde entonces hay un nuevo sistema de normas que ha modificado gradualmente los l¨ªmites de lo que es l¨ªcito o no es l¨ªcito fotografiar y publicar. "Las reglas han cambiado", dice Tom Toulmin, director de la Comisi¨®n de Quejas contra la Prensa (PCC, en sus siglas en ingl¨¦s), la comisi¨®n gubernamental que controla los derechos y las obligaciones de los medios de comunicaci¨®n.
Los paparazzi pueden, en teor¨ªa, seguir haciendo fotos, pero los peri¨®dicos tienen la obligaci¨®n de no publicarlas si han sido tomadas molestando a los sujetos p¨²blicos o violando su derecho a la intimidad. El clima ha cambiado claramente. Se han multiplicado los casos de gente famosa -desde la actriz Sienna Miller hasta la cantante Amy Winehouse- que ha citado a declarar a los paparazzi o al peri¨®dico que ha publicado una foto tomada en circunstancias que se consideran inaceptables, y las estrellas del espect¨¢culo han sido indemnizadas con cantidades ingentes de dinero.
Pero las reglas de la PCC no valen para los peri¨®dicos extranjeros, que siguen pagando por las fotos de cotilleo. Las m¨¢s simples consiguen un centenar de euros, pero las mejores, aquellas que captan una pelea entre amantes conocidos o a otros haciendo las paces, pueden valer 20.000 euros, y las fotos excepcionales incluso m¨¢s. Lo suficiente, a veces, para comprarse un coche o un piso.
La sombra de diana
El episodio que ha llevado a tomar nuevas medidas dr¨¢sticas, a fin de mantener a raya no s¨®lo a los peri¨®dicos (es decir, la demanda de fotos), sino tambi¨¦n a los paparazzi (en otras palabras, la oferta), se remonta a hace unos dos a?os. Y su protagonista es, como si de un ep¨ªlogo de La dolce vita de Fellini desde el T¨ªber hasta el T¨¢mesis se tratara, un fot¨®grafo italiano: Alessandro Copetti, un nombre famoso en el mundillo.
Sus 15 minutos de gloria los tuvo en 2007, frente al Boujis, la discoteca de South Kensington. Aquella noche, el pr¨ªncipe Guillermo y su novia Kate Middleton salieron de la discoteca de la mano. Era la prueba de que estaban juntos otra vez. La alarma fue por la manada de paparazzi que sali¨® pitando detr¨¢s del coche de la pareja. Guillermo se asust¨®: por ¨¦l y por Kate. Y lo denunci¨® publicamente. Justo aquella semana se hab¨ªa abierto en Londres la investigaci¨®n por la muerte de su madre en el t¨²nel de Par¨ªs, perseguida por los paparazzi. El infausto recuerdo fue suficiente.
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