Dos cabalgan juntos
All¨ª estaban los dos, inquietos, tensos, con pocas ganas de sentarse en los mullidos asientos que conforman los banquillos del Camp Nou. Se dir¨ªa que ten¨ªan m¨¢s ganas de estar dentro, en contacto con la pelota, que fuera de las rayas, all¨ª donde s¨®lo queda gritar, mover los brazos, gesticular con la esperanza de que alguno de los que corr¨ªan tuviera a bien interpretar correctamente sus se?ales. All¨ª estaban dos de los tipos que cuando se vest¨ªan de corto para sortear a rivales, uno desde la velocidad y la picard¨ªa, el otro desde la comprensi¨®n temprana del juego y dar el pase una d¨¦cima antes de lo que esperaba el rival, aquellos dos, eran de esos a los que uno les intu¨ªa una pasi¨®n extrema por esto del balompi¨¦. Y sin embargo, una vez duchados, vestidos de calle, lo ¨²ltimo que dir¨ªas cuando te cruzabas con ellos en las calles de Barcelona es que eran eso, futbolistas. All¨ª andaban dos de los conceptos b¨¢sicos del f¨²tbol del Bar?a cuando el sistema de juego de Johan Cruyff era motivo de debate y de discusi¨®n: el 4 y el 7. El que se encargaba de pensar r¨¢pido y el que abr¨ªa el campo para buscar el uno contra uno frente al lateral o la diagonal buscando la espalda del central de su lado.
All¨ª estaban Guardiola y Valverde, dos de esos a los que uno intu¨ªa una pasi¨®n extrema por esto del balompi¨¦
All¨ª estaban dos de esos entrenadores de los que cabe esperar que en medio de la cena de Nochevieja empiecen a acercar las copas, los vasos y las botellas sobrantes para componer sobre el mantel una variante a lo que hab¨ªan trabajado por la ma?ana que les aportaba nuevas soluciones, nuevas v¨ªas de oposici¨®n al rival. Como dir¨ªa Luis Aragon¨¦s, el entrenador es el ¨²nico de la plantilla que no tiene derecho a disfrutar de la fiesta en su totalidad, manteniendo el deber de pensar de forma continua en c¨®mo mejorar el rendimiento de su equipo. Y estos dos son de esa estirpe, de esos con los que si quedas a comer acabas componiendo un futbol¨ªn sobre la mesa y la sobremesa discurre entre variantes t¨¢cticas, trampas para el rival y los vasos peligrosamente cerca de los bordes del tablero.
All¨ª estaban dos de esos entrenadores que suelen hacer lo que dicen que van a hacer y esto que parece de perogrullo no lo es tanto cuando uno ve a tantos otros que hablan de atacar y no pasan de medio campo, que hablan de que no son nada sin sus jugadores y en cuanto la cosa se tuerce se dedican a mostrar por activa y por pasiva que no son esos los jugadores que necesitaban para llevar adelante su proyecto. Porque es esa otra cosa que le une, el entender que el proyecto es del club y que ellos est¨¢n all¨ª, con el deseo de estar para siempre pero con la certeza de que aquello puede acabar en cualquier momento.
All¨ª estaban Guardiola y Valverde dilucidando cu¨¢l de los partidos perfectos que hab¨ªan visto en sus respectivas salas de m¨¢quinas, uno en la exuberancia de Barcelona, el otro en la eficiencia de Vila-real, iba a ser el que los espectadores tuvi¨¦ramos la oportunidad de disfrutar a¨²n sabiendo, lo han vivido tantas veces desde dentro, que lo planificado no es nada si los actores principales, los jugadores, no est¨¢n convencidos de lo propuesto.
Y all¨ª se iban los dos abrazados hacia el t¨²nel de vestuarios, hablando de esas cosas que s¨®lo los entrenadores conocen, discutiendo de alguna jugada, sabiendo que si les dejaban una pizarra, 22 fichas y una sala tranquila, comenzar¨ªan un duelo de estrategas que les tendr¨ªa entretenidos hasta que el servicio de limpieza les sacase a escobazos del estadio.
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