Regresos de Gonz¨¢lez Sainz
En las novelas de Jos¨¦ ?ngel Gonz¨¢lez Sainz siempre hay un regreso. Volver al mundo, se titulaba la que public¨® en 2003, una novela grande, de hermosa ambici¨®n narrativa y pol¨ªtica, en la que uno se sumerg¨ªa poco a poco y en la que se quedaba a vivir durante todo el tiempo que le durara la lectura. Ten¨ªa la densidad y la duraci¨®n de esas historias en las que un escritor pone exactamente todo lo que posee, la enciclopedia cifrada de toda su existencia. "La ¨²nica pregunta que importa acerca de un libro", dice Joyce en Ulysses, "es a qu¨¦ profundidad en el alma de quien escribe se ha originado". En esa novela se notaba en seguida la hondura de la que brotaba su caudal, de modo que las muchas sutilezas de su construcci¨®n como artificio narrativo -el juego de las voces, las idas y vueltas en el tiempo, el modo gradual en que se iba revelando la historia- importaban menos en la primera lectura apasionada que los caracteres y los destinos de los personajes. Uno iba leyendo y no pod¨ªa dejar de hacerlo y lo que quer¨ªa era saber m¨¢s y comprender, y hab¨ªa momentos en los que la tensi¨®n se volv¨ªa tan irrespirable como si uno mismo se hubiera visto atrapado en los actos de aquellos seres en los que la intoxicaci¨®n ideol¨®gica hab¨ªa sido el preludio para la ceguera y el crimen. La severidad pol¨ªtica y moral de la novela era el fondo contra el que se desplegaba una rica invocaci¨®n de la terrenalidad del mundo visible, de la naturaleza intacta y los paisajes campesinos creados por el trabajo humano, abandonados luego, revertidos poco a poco a un estado de desolaci¨®n que es el de la inmensidad deshabitada de la Espa?a rural.
'Volver al mundo' era, en el fondo, una novela de miedo, una novela g¨®tica de hechiceros y monstruos
Tambi¨¦n hay monstruos en 'Ojos que no ven'. Es una cr¨®nica de cosas atroces que suceden todav¨ªa en nuestro pa¨ªs
El trabajo del novelista, como el del lector, consiste en ponerse en la piel de seres desconocidos y probablemente imaginarios que sin embargo son sus semejantes, pero hay experiencias que no pueden inventarse, o que s¨®lo se transmiten con una vibraci¨®n de verdad si uno las ha vivido en su propia carne. Basta leer ciertas fechas y ciertos nombres de lugares en la solapa de los libros para adivinar una biograf¨ªa. Gonz¨¢lez Sainz naci¨® en 1956, en Soria; estudi¨® en Barcelona y Madrid; lleva veinte a?os viviendo en Italia. Pertenece a la generaci¨®n de los que conocimos todav¨ªa un pa¨ªs pobre, atrasado y agrario, en el que las palabras que nombraban las cosas y los trabajos con los que los hombres y las mujeres se ganaban dif¨ªcilmente la vida estaban anclados a la tierra y al orden arcaico de las estaciones. De haber nacido s¨®lo unos a?os despu¨¦s sus recuerdos ser¨ªan completamente distintos; si hubiera nacido unos pocos a?os antes, no habr¨ªa tenido la oportunidad de estudiar y por lo tanto de salir del horizonte estrecho pero tambi¨¦n protector en el que sus mayores hab¨ªan vivido con esfuerzo y sin queja, con una oscura voluntad de resistir a las adversidades.
El estallido biol¨®gico de la primera juventud fue para ¨¦l exactamente simult¨¢neo con el de las libertades pol¨ªticas y los grandes vendavales ideol¨®gicos que agitaban las universidades hacia la mitad de los setenta, y que eran el resultado de la muerte del general Franco pero tambi¨¦n la resonancia tard¨ªa del 68 europeo y americano. De pronto todo era tan nuevo que el mundo de los or¨ªgenes casi daba verg¨¹enza por su atraso. En un pa¨ªs donde nunca hay grandes distancias, los pocos cientos de kil¨®metros que como m¨¢ximo separaban las capitales universitarias de los pueblos a los que uno volv¨ªa con tanta desgana para las vacaciones se convert¨ªan en un viaje apesadumbrado en el tiempo, hecho por igual de hostilidad y de culpa. En el deseo de poner tierra por medio hab¨ªa sin embargo matices inc¨®modos de vulnerabilidad a la a?oranza que eran como anticipos de la melancol¨ªa sin remedio que habr¨ªan de llegar con la conciencia verdadera del paso del tiempo y de su acci¨®n devastadora sobre los seres queridos y los lugares de la memoria.
De la potestad de destrucci¨®n que tra¨ªa consigo lo radicalmente nuevo muchos nos dimos cuenta cuando ya era demasiado tarde. Las drogas y las ideolog¨ªas vinieron como promesas subyugadoras de una libertad m¨¢s all¨¢ de cualquier l¨ªmite y dejaron anchas zonas de sombra sembradas de cad¨¢veres o habitadas por muertos vivientes, o por monstruos que algunas veces, aunque ya no miraran igual, ten¨ªan los rasgos de personas conocidas.
En Europa, en los a?os ochenta, los criminales alucinados de las Brigadas Rojas o de la llamada Fracci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo estaban muertos hac¨ªa tiempo o encerrados en las c¨¢rceles, marcados por la ignominia p¨²blica. En Espa?a, hasta casi ayer mismo, sus semejantes mataban m¨¢s que nunca y recib¨ªan, en el Pa¨ªs Vasco, el cari?o incondicional de familiares y vecinos, la abierta aprobaci¨®n o la indulgencia pol¨ªtica, incluso la bendici¨®n eclesial.
En Volver al mundo Gonz¨¢lez Sainz cont¨® las historias de la generaci¨®n que hab¨ªa cre¨ªdo liberarse del pasado y abrazaba tan fan¨¢ticamente lo nuevo que se dej¨® seducir por el brillo intelectual del crimen como herramienta necesaria en la consecuci¨®n del para¨ªso. Era, en el fondo, una novela de miedo, una novela g¨®tica de hechiceros y monstruos, los monstruos que han sido personas normales, los hechiceros intelectuales que seducen a otros para despojarlos de su humanidad y convertirlos en verdugos.
Tambi¨¦n hay monstruos en la novela m¨¢s reciente de Gonz¨¢lez Sainz, Ojos que no ven; monstruos humanos que matan en nombre del pueblo o de la patria y otros que no matan pero acusan, aprueban, vuelven la cabeza, miran a otra parte; y p¨¢jaros carro?eros de picos fuertes y grandes garras que despedazan los cad¨¢veres mientras otros m¨¢s d¨¦biles esperan su turno para devorar las partes blandas, las v¨ªsceras y los ojos. La novela es una cr¨®nica de cosas atroces que suceden todav¨ªa en nuestro pa¨ªs -el terrorismo y las complicidades que lo alimentan- y tambi¨¦n una f¨¢bula de intensidad primitiva, la del hombre que vuelve al cabo de mucho tiempo a los lugares de su infancia y la del padre que ve crecer a su hijo y convertirse en un extra?o y en un enemigo y descubre que el monstruo m¨¢s temible es el que ha engendrado uno mismo. Volver al mundo ten¨ªa la amplitud de esas novelas que seg¨²n Balzac aspiran a competir con el registro civil; Ojos que no ven adopta la disciplina inversa, que es tal vez m¨¢s exigente, la distancia ce?ida de la novela corta, que abarca igual tiempos y vidas, pero comprimiendo el relato en lugar de dej¨¢ndose llevar por ¨¦l. En la novela larga se vive como en una casa durante muchos d¨ªas. La novela corta, como el poema y el relato, como una obra musical, obtiene su efecto de la unidad de lectura. Los d¨ªas se concentran en horas. Dura como un viaje. En ninguna otra forma narrativa es m¨¢s poderosa la maestr¨ªa. Termino Ojos que no ven en un cierto estado de sonambulismo y regreso a la primera p¨¢gina para fijarme con m¨¢s cuidado en su meticulosa construcci¨®n. Me acuerdo siempre de Cyril Connolly: literatura es algo que ha de ser le¨ªdo al menos dos veces.
Ojos que no ven. Jos¨¦ ?ngel Gonz¨¢lez Sainz. Anagrama. Barcelona, 2009. 160 p¨¢ginas. 15 euros. Volver al mundo. Anagrama, 2003.
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