Obama y el terror
El presidente estadounidense acepta el desaf¨ªo de Al Qaeda, pero se niega a recortar las libertades
El desaf¨ªo del terrorismo yihadista y los debates sobre la mejor manera de enfrentarlo han regresado a la escena pol¨ªtica norteamericana tras el fallido atentado de Detroit y el inicio de los tr¨¢mites para juzgar a su autor, el nigeriano Umar Faruk Abdumutallab. Mientras algunos dirigentes republicanos, siguiendo al ex vicepresidente Cheney, acusan a Obama de negarse a reconocer que Estados Unidos est¨¢ en guerra contra el terrorismo, ¨¦ste ha respondido asumiendo la responsabilidad en la lucha contra un enemigo concreto, Al Qaeda, y rechazando recortar las libertades de los norteamericanos. Esto es, siguiendo el camino opuesto al de la Administraci¨®n de Bush, que traslad¨® a los servicios secretos las acusaciones por las noticias falsas sobre las armas de destrucci¨®n masiva en Irak y utiliz¨® la amenaza terrorista para favorecer una involuci¨®n en el sistema pol¨ªtico y legal estadounidense.
La principal raz¨®n por la que, aprovechando lo ocurrido en Detroit, Cheney y algunos republicanos desean arrastrar a Obama a la anterior estrategia antiterrorista no es su supuesta eficacia, sino la convalidaci¨®n de los abusos que necesariamente conlleva y que la Administraci¨®n de Bush no dud¨® en perpetrar. Se trata de proclamar la propia inocencia por la v¨ªa de hacer que todos sean culpables, desentendi¨¦ndose del coste que Estados Unidos y el resto del mundo est¨¢n teniendo que pagar, todav¨ªa hoy, por el error de la "guerra contra el terror" como respuesta a las matanzas yihadistas. En el balance humano, ese coste se cifra en miles de muertos y, en el pol¨ªtico, ha colocado a Estados Unidos en la situaci¨®n militar m¨¢s comprometida desde el final de la guerra fr¨ªa, al haber deteriorado gravemente su capacidad de disuasi¨®n convencional en guerras que, como las de Irak o Afganist¨¢n, no puede perder, pero que tampoco sabe c¨®mo ganar. En estas condiciones, abrir un tercer frente en Yemen ser¨ªa tanto como seguir avanzando en direcci¨®n a la derrota.
La posibilidad, por fortuna fracasada, de que un suicida atentara en Detroit nada tuvo que ver con las decisiones adoptadas por Obama en relaci¨®n con las guerras heredadas de Bush, sino con fallos en los sistemas y procedimientos de seguridad en los aeropuertos y fronteras internacionales. Son esos sistemas y procedimientos, y no las decisiones sobre Irak y Afganist¨¢n, los que han quedado en entredicho y los que Obama ha dado orden de revisar. Con esta respuesta, el presidente norteamericano no habr¨¢ cerrado el debate sobre la mejor forma de hacer frente al terrorismo yihadista, pero habr¨¢ demostrado que siguen existiendo cuando menos dos posiciones distintas en ese debate, la suya y la de los partidarios de retomar la estrategia de la "guerra contra el terror". Lo cierto es que ni una ni otra pueden ofrecer garant¨ªas de que no se producir¨¢n atentados. Pero lo que hace preferible la estrategia de Obama es que no contin¨²a dilapidando la disuasi¨®n convencional de Estados Unidos, al tiempo que preserva la naturaleza democr¨¢tica de su sistema pol¨ªtico.
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