Telebiquini
Me comentaba la corresponsal de Il Napolitano, la perspicaz Paola del Vecchio, que los italianos que se ten¨ªan por progresistas en los ochenta, cuando arreci¨® el fen¨®meno televisivo de exhibici¨®n de chicas en biquini en cualquier programa, se tratara de un concurso o de informaci¨®n deportiva, no consideraron que esa continua vulgaridad dejara huella. S¨®lo el tiempo ha demostrado que aquella actitud elusiva y condescendiente -envuelta en el incontestable principio de que nadie obliga a los espectadores a estar olfateando mierda- era una manera de negar la corrosiva influencia que tendr¨ªa ese ejemplo televisivo en las aspiraciones de una parte considerable de las j¨®venes italianas.
Conozco esa postmoderna actitud porque la mantuve: la libertad de expresi¨®n lo amparaba todo y dejaba la absoluta responsabilidad en manos del consumidor. La han ejercido con irritante frecuencia algunos columnistas, que han entendido la tele como ese espect¨¢culo de masas al que dif¨ªcilmente se le puede hincar el diente con seriedad, optando por adoptar un distanciamiento ir¨®nico del que no gozan el cine o el teatro, juzgados siempre de manera m¨¢s implacable.
En definitiva, hemos asumido que el medio es un espejo de lo que somos. Neorrealismo televisivo. En estos d¨ªas, leo una recopilaci¨®n de art¨ªculos de Pasolini, Escritos corsarios. Su furiosa defensa de la verdadera cultura popular le hac¨ªa estar en guerra permanente con la cultura de masas: "El fascismo, lo digo una vez m¨¢s -escrib¨ªa en 1973-, fue incapaz de ara?ar siquiera el alma del pueblo italiano; el nuevo fascismo, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n e informaci¨®n (sobre todo, justamente, la televisi¨®n), no s¨®lo la ha ara?ado, sino que la ha lacerado, la ha violado, la ha afeado para siempre...". Muri¨® en el a?o 1975. Visto lo visto, el afeamiento de la realidad no ha encontrado a¨²n su l¨ªmite.
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