Un barrio de callejuelas mal aireado
De todos los desprop¨®sitos, sinrazones y chuler¨ªas grotescas que ha exhibido nuestro benem¨¦rito gobierno local -y son muchos- ninguno me ha llegado tanto a las entretelas como la definici¨®n de El Cabanyal como un barrio de callejuelas mal aireado (sic) como argumento de peso para desobedecer la orden ministerial de 29 de diciembre que ordena paralizar la barbarie.
Parece que no hayan pasado m¨¢s de 150 a?os cuando nuestros antepasados pensaban que las enfermedades contagiosas se transmit¨ªan por las miasmas, por el aire enviciado por un excesivo hacinamiento de la poblaci¨®n en los centros hist¨®ricos. Higienistas biempensantes y moralistas de alcurnia y sotana justificaron operaciones de sventramento, de apertura de grandes v¨ªas que, adem¨¢s, permit¨ªan a las fuerzas del orden llegar antes al origen de los disturbios. Las operaciones de reforma interior, el derribo de las murallas y el propio ensanche fueron operaciones donde confluyeron intereses m¨¢s o menos confesables y no poca ignorancia. Con el c¨®lera de 1885 se acab¨® de demostrar que el verdadero agente depredador no era el "aire contaminado" sino, sencillamente, la inexistencia de una red de agua potable. A pesar de todo, por inercia e intereses de la propiedad, la reforma interior continu¨®.
Nuestros antepasados quiz¨¢ tuvieran causas atenuantes (era la cultura de la ¨¦poca) pero no es el caso de Rita Barber¨¢. Hablar de "barrio de callejuelas mal aireado" no s¨®lo es una expresi¨®n que raya en el oprobio y en el desprecio (si la calle no es ancha es una "callejuela") sino que es rotundamente falso. El trazado de las calles paralelas al mar y las perpendiculares que canalizan la brisa es precisamente un dise?o que convierte a El Cabanyal en un ejemplo de barrio saludable, mucho m¨¢s que la mayor¨ªa de las edificaciones "modernas" donde es frecuente encontrar fincas que privan del sol y del aire a sus vecinas.
Es verdaderamente lamentable la cabezoner¨ªa demostrada en el impresentable empe?o en llevar Blasco Ib¨¢?ez hasta la orilla, haciendo caso omiso de todas las nuevas teor¨ªas sobre revitalizaci¨®n de barrios degradados. Un barrio como El Cabanyal que, adem¨¢s, se ha degradado por la escasa inversi¨®n p¨²blica y los derribos improcedentes. El Cabanyal tiene otros muchos remedios si la se?ora alcaldesa se aviniera a razonar y no a imponer su despotismo por lo que se ve muy escasamente ilustrado. Si confundiendo legitimidad con raz¨®n quiere seguir adelante (y le dejan), todos lo lamentaremos. Pero, por favor, olv¨ªdese del rancio y acient¨ªfico higienismo. El problema de El Cabanyal no es que est¨¦ mal aireado sino su sacrosanto empecinamiento, su personal quimera, su deriva hacia la monarqu¨ªa absoluta.
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