Teor¨ªa y pr¨¢ctica del expolio
Entre la expropiaci¨®n y el expolio hay una delicada l¨ªnea que la din¨¢mica del poder democr¨¢tico ha de conjurarse a respetar siempre con mimo. Hablo de delicadeza y ya s¨¦ que no es una virtud del partido que gobierna las instituciones valencianas, ni de la alcaldesa de la capital, esa se?ora tan expansiva. El expolio, desde luego, puede afectar al patrimonio individual o al colectivo. Y la "din¨¢mica expropiatoria/expoliadora que rige la evoluci¨®n de las ciudades", como la describe mi admirado profesor P¨¦rez Montiel, es bien habitual que incurra en los dos pecados al mismo tiempo. Suele ocurrir que los abusos sobre individuos se sumen para configurar un abuso de conjunto. Sin ir m¨¢s lejos, 200 infelices vecinos de La Punta, apegados a su huerta y sus costumbres, fueron desalojados hace unos a?os de sus casas en nombre del inter¨¦s p¨²blico m¨¢s perentorio para construir una Zona de Actividades Log¨ªsticas que acumula rastrojos junto al puerto que tanto la necesitaba. Con ellos, aquel enclave y su memoria lo hemos perdido los dem¨¢s tambi¨¦n.
Ahora, la palabra expolio centra la pol¨¦mica sobre El Cabanyal. Expolio del patrimonio cultural, y por tanto colectivo, que el Gobierno de Espa?a ha ordenado impedir en ejercicio de la competencia extrema que la Constituci¨®n le reserva en esta materia. Un ejercicio obligado, adem¨¢s, por resoluci¨®n judicial del Tribunal Supremo. Ten¨ªa que definirse y lo ha hecho el Ministerio de Cultura de la ¨²nica manera honesta que pod¨ªa: dando la orden de paralizar el plan que prev¨¦ prolongar la avenida de Blasco Ib¨¢?ez a trav¨¦s de un barrio declarado bien de inter¨¦s cultural, para replantearlo. Y la dama expansiva, que no puede perder nunca ni ceder ante nadie, y el presidente de los trajes regalados, perdido en la espiral de una pol¨ªtica de ruido y sospechas, se han lanzado a clamar contra una "agresi¨®n", un "atropello" y un "desaf¨ªo" a las instituciones valencianas. De un manotazo, han despojado al viejo barrio de pescadores de cualquier protecci¨®n patrimonial y han convertido la figura de bien de inter¨¦s cultural en un capricho de quita y pon sometido al humor, la estulticia o la demagogia de quienes eventualmente ocupen el poder.
Mientras la maquinaria expropiatoria/expoliadora, con m¨¦todos medievales, aprieta a los vecinos de El Cabanyal mediante amenazas de derribos, los dirigentes del PP, para justificar la arbitrariedad, ponen sobre la mesa sus mayor¨ªas electorales y echan al cubo de la basura las de los dem¨¢s (?acaso Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero lleg¨® a la Moncloa con otra aritm¨¦tica que no sea la de las urnas?). Sin duda, la restituci¨®n del equilibrio en este conflicto vendr¨¢ a trav¨¦s del procedimiento judicial. Otra cosa es la pol¨ªtica valenciana, arrasada por una gente que se niega a entender que la mayor¨ªa electoral otorga la legitimidad de gobernar pero no da la raz¨®n, que las leyes ofrecen amparo ante el expolio, sea ¨¦ste individual o colectivo, y que nadie tiene patente de corso, ahora y aqu¨ª.
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