Lo que vale un pene
De verdad las chicas j¨®venes, sin trabas ni complejos para ligar con chicos de su generaci¨®n, pierden el culo por hombres decr¨¦pitos? ?De veras creen ustedes que una mujer joven, por muy absurdamente sobrevalorado que tenga el factor intelectual, se trastorna por un se?or que ha de echar mano del bote de Viagra para satisfacer a una persona en el esplendor de sus necesidades sexuales? Ya, ya se nos ha dicho machaconamente que en cuesti¨®n de sexo las mujeres (en general) tendemos a sublimar lo sensible, lo mental, lo afectivo, y que la cosa tiene una explicaci¨®n biol¨®gica: la perpetuaci¨®n de la especie. Me parece biol¨®gicamente razonable. Pero si seguimos caminando por el fascinante camino de la ciencia: ?qu¨¦ sentido tiene que una mujer en plena capacidad de procrear se entregue en cuerpo y alma a un individuo al que le queda un triste batall¨®n de espermatozoides derrotados? Hay excepciones, por supuesto. Pero yo nunca he tenido suficiente sensibilidad para comprenderlas. Siempre recuerdo aquella compa?era de BUP a la que iba a esperar a la puerta del instituto un anciano a lo Tierno Galv¨¢n, vestido de viejo profesor. Se marchaban de la mano y pasaban la tarde sentaditos en un banco del Retiro. Y como yo ya por entonces carec¨ªa de la suficiente imaginaci¨®n como para entender que el amor puede mantenerse a base de miradas, los compadec¨ªa mucho. ?l, se me antojaba rid¨ªculo; ella, v¨ªctima de un romanticismo equivocado. Creo que quien mejor ha contado el amor entre un viejo y una casi ni?a ha sido Gald¨®s en su Tristana. Gald¨®s sab¨ªa de qu¨¦ hablaba porque le gustaban (como es natural) las mujeres j¨®venes, a las que, como era costumbre en la ¨¦poca, convert¨ªa en sus protegidas. Pero lo que no hizo el anciano Gald¨®s fue ensalzar la figura de Don Lope en su novela y, menos a¨²n, describir a su Tristana como una jovencilla est¨²pida. Al contrario, Don Lope sufre de aires de grandeza y trata de convencer a la joven de que ning¨²n muchacho ser¨¢ capaz de darle lo que ¨¦l le da; Tristana, a su vez, le quiere, pero (como es natural) en cuanto se le cruza un joven atractivo por la calle se entrega, porque es ardiente, al verdadero amor. A ese amor, que en la juventud se sacia, sobre todo, con sexo. Generalizo, ya lo s¨¦, pero es que si no generalizo, no escribo. No he conocido a chicas que lo dejen todo por su viejo frutero, el viejo kiosquero o el viejo camarero, por muy alto que tuvieran estos su coeficiente intelectual. Cuando el amor traspasa las barreras generacionales, el factor econ¨®mico y de estatus social compensa la pobreza testoster¨®nica. Y no lo critico, cada cual se busca la vida como quiere o como puede. Pero no me trago el cuento del amor fou con cuarenta a?os de diferencia. Woody Allen y Philip Roth han convertido esa "ficci¨®n" en g¨¦nero. Es habitual encontrarse entre los argumentos que ambos barajan la historia de una jovencita que ve colmadas todas sus necesidades, sexuales e intelectuales, por un Pigmali¨®n atormentado. En el caso de la ¨²ltima novela de Roth, The humbling, el pigmalionismo alcanza niveles hist¨®ricos: un viejo actor en declive salva a una muchachita de su empecinado lesbianismo. ?S¨ª, Dios m¨ªo, milagro, la cura! Tendr¨¦ que preguntarle a mis bellas amigas lesbianas si, en un momento de debilidad, elegir¨ªan para su redenci¨®n a un abuelo. Me temo que no. No contento Roth con que su personaje seduzca a una muchacha con las mismas o mejores armas que un joven (sexo de primera) a?ade a la f¨®rmula otro sue?o masculino: el rescate de una jovencita que, hasta encontrarse con ¨¦l, no sab¨ªa lo que val¨ªa un pene. En Whatever works, Woody Allen cuenta la incre¨ªble historia de una bell¨ªsima joven, tonta del culo, paleta del sur, ignorante hasta rozar zonas lim¨ªtrofes y poseedora de un gran coraz¨®n que cae rendida ante los encantos de un viejo que se autodefine como "genio", y se nos presenta como un t¨ªo de car¨¢cter insoportable, que a pesar de su vasta cultura no para de soltar t¨®picos de una pedanter¨ªa sonrojante y que se jacta de ser un ser elevado rodeado de personas vulgares que no saben de qu¨¦ va esto, o sea, la vida. Para rematar, se gana la vida dando clases de ajedrez en la calle, es decir, que no tiene dinero en el bolsillo aunque s¨ª un gran apartamento decorado en un estilo pobre-cool. No llegamos a saber por qu¨¦ una chica tan mona y tan boba se enamora de esa manera de un hombre viejo, desagradable, arrogante e insolvente. El argumento no cuadra en Am¨¦rica, pero tampoco cuadrar¨ªa en Espa?a. Creo haber le¨ªdo en las cr¨ªticas espa?olas que Allen volv¨ªa a su viejo Nueva York y a retratar a un personaje l¨²cido. ?A esto se le llama un personaje l¨²cido? Me dio rabia que no me gustara. Yo quer¨ªa que me gustara. Quer¨ªa creerme que la chica ser¨ªa una versi¨®n revisitada de aquella maravillosa Mariel Hemingway de Manhattan, que la juventud no ser¨ªa sin¨®nimo de estulticia, sino de inocencia y que el personaje masculino, a pesar de ser, como suele, verborreico, articular¨ªa un discurso interesante. ?Qu¨¦ les pasa a algunos hombres ilustres cuando se hacen mayores? ?De veras no piensan que si ligan es porque su condici¨®n social compensa una mermada condici¨®n sexual? Hay que estar muy pagado de s¨ª mismo para no caer en la cuenta.
Quien mejor ha contado el amor entre un viejo y una casi ni?a ha sido Gald¨®s en su 'Tristana'
Cuando el amor traspasa las barreras generacionales, el estatus compensa la pobreza testoster¨®nica
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