El orden chino
?Tiene China una autoridad global? La pujanza de su econom¨ªa es innegable, pero su sistema pol¨ªtico le resta liderazgo y credibilidad en temas como los derechos humanos o la lucha contra el cambio clim¨¢tico
Debemos temer la emergencia de China o, por el contrario, debemos celebrarla? ?Qu¨¦ mundo "armonioso" nos espera? Lo primero que conviene tener presente es no perder la perspectiva. Si no fuera por el yen, que permanece en una tasa elevada frente al d¨®lar, China ser¨ªa ya el n¨²mero dos mundial. Pero su PIB per c¨¢pita, inferior a 4.000 d¨®lares, est¨¢ muy lejos de los 40.000 de Jap¨®n.
Seg¨²n el Informe de Desarrollo Humano 2009 del PNUD, China es el pa¨ªs que ha registrado un mayor avance, pero se sit¨²a en el puesto 92 de un total de 182 pa¨ªses y territorios. Pese a todo, en t¨¦rminos de crecimiento, exportaci¨®n o reserva de divisas, China bate un r¨¦cord tras otro, subiendo puntos en el escenario internacional. El FMI calcula que el PIB de China, en d¨®lares, aumentar¨¢ en 2014 un 151% en comparaci¨®n con 2007. Su capacidad para sortear y ganar la crisis, la presencia de Hu Jintao en la ONU, la visita de noviembre de Obama, su protagonismo en la Cumbre de Copenhague, etc¨¦tera, dan cuenta del inicio de otro tiempo, en el que deber¨¢ asumir mayores responsabilidades, si bien portando un pesado lastre.
Segundo consumidor de petr¨®leo en el mundo, cada vez depende m¨¢s de las importaciones
Usa su poder financiero para aumentar la influencia estrat¨¦gica en todo el orbe
Pero, ?tiene China ambici¨®n global?, ?tiene necesidad?, ?tiene autoridad? En lo econ¨®mico, a China le interesa un orden no tan dependiente de Estados Unidos. Primero, y sobre todo, por el d¨®lar, que le hace depender en exceso de su estabilidad y del futuro econ¨®mico de Washington. China no acaba de fiarse de las promesas de Estados Unidos. No son s¨®lo palabras. As¨ª lo han demostrado sus pasos en el BRIC, en el entorno asi¨¢tico o con sugerencias concretas en el FMI o en acuerdos bilaterales que autorizan los intercambios en moneda nacional o en yuanes, o aumentando la influencia de la moneda china en Hong Kong. A finales de septiembre pasado, pon¨ªa en circulaci¨®n bonos del Tesoro en yuanes, por primera vez en su historia. La potencia financiera de China se hace cada vez m¨¢s evidente. No quiere esto decir que se vaya a producir un cambio inminente, y menos en tanto no liberalice el curso del yuan, que no est¨¢ en la agenda, ya que sigue considerando este control y la negativa a una convertibilidad total como un cord¨®n sanitario que le protege de las turbulencias exteriores.
Pero a¨²n as¨ª, China es hoy el pa¨ªs que m¨¢s subrepresentado est¨¢ en el FMI. El 20 de octubre se anunciaba que el vicepresidente del Banco de China, Zhu Min, podr¨ªa pasar a desempe?ar funciones en el FMI como vicepresidente. Seg¨²n lo decidido por el G-20 en septiembre, antes de 2011 debe producirse un reajuste de la representaci¨®n en favor de los pa¨ªses emergentes. China tiene un 3,7% de derechos de voto, frente al 4,9% de Francia, por ejemplo, a pesar de que China tiene una econom¨ªa 1,5 veces m¨¢s grande. En el Banco Mundial, desde principios de 2008, un chino, Lin Yifu, se convirti¨® en el primer economista jefe procedente de un pa¨ªs en desarrollo. Esa conjunci¨®n de procesos desatar¨¢ fricciones, como ocurre ya en otros campos, con un resultado incierto.
?Y en lo pol¨ªtico-estrat¨¦gico? Nos movemos en dos hip¨®tesis. Seg¨²n la primera, atendiendo a la tradici¨®n cultural, a China le preocupa especialmente desarrollarse y modernizarse, preservando su especificidad y descartando cualquier vocaci¨®n mesi¨¢nica o injerencia en asuntos internos de otros pa¨ªses. Seg¨²n otra, esta visi¨®n, b¨¢sicamente correcta desde el punto de vista hist¨®rico, presenta una quiebra esencial ya que se corresponde con un orden internacional en el cual la China de las dinast¨ªas imperiales viv¨ªa aislada del mundo exterior y sin necesitar pr¨¢cticamente nada de ¨¦l. Pero el mundo del siglo XXI es sustancialmente diferente y ello explica la trascendencia de la ruptura hist¨®rica alentada por Deng Xiaoping con la apertura iniciada en 1978.
La China de hoy es el segundo consumidor de petr¨®leo del mundo con m¨¢s de 8 millones de barriles diarios (contra 18 millones de Estados Unidos), cada vez m¨¢s dependiente de las importaciones de todo tipo de recursos, y utiliza su poder financiero para dar un impulso a sus ambiciones en todo el orbe (ya sea en Sud¨¢n, Ir¨¢n, Angola, pero tambi¨¦n en Brasil, M¨¦xico, Venezuela, o Asia central). El poder financiero le sirve para aumentar su influencia estrat¨¦gica: se aprovisiona, consolida posiciones diplom¨¢ticas y promueve a sus empresas. Y aunque se le acuse de falta de ¨¦tica, Occidente no est¨¢ en condiciones de dar muchas lecciones. Sus capitales y t¨¦cnicas ayudan en la agricultura o infraestructuras, que los occidentales han dejado de lado hace tiempo.
Los intereses de China, pese a esa vocaci¨®n de inmersi¨®n interna impuesta por la superaci¨®n de tantos desequilibrios, van m¨¢s all¨¢ de sus fronteras y ello le exigir¨¢ la adopci¨®n de ciertas precauciones, abriendo tambi¨¦n importantes incertidumbres. Hoy d¨ªa, la modernizaci¨®n de sus ej¨¦rcitos, lejos a¨²n de las capacidades militares de Estados Unidos, prestan atenci¨®n a la Armada, pero tambi¨¦n contemplan ya la construcci¨®n de transportes que permitir¨¢n el traslado de efectivos a largas distancias.
?Qu¨¦ har¨¢ China cuando sus miles de trabajadores desplazados en cualquier pa¨ªs africano con un Gobierno d¨¦bil e incapaz de protegerles se vean inmersos en un conflicto y peligren sus vidas? ?Se quedar¨¢ de brazos cruzados? ?Podr¨¢ seguir construyendo sus alianzas sobre la base de la no injerencia en los asuntos internos o articular¨¢ f¨®rmulas -que hoy formalmente descarta- de presencia m¨¢s incisiva? Para afrontar las turbulencias en sus alrededores (Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, Corea del Norte, etc¨¦tera), Pek¨ªn reivindica ya capacidades para defender, promover y conducir la seguridad y la estabilidad. La "ingenier¨ªa estrat¨¦gica" china contempla instrumentos diversos para estabilizar el entorno, incluyendo aspectos pol¨ªticos, militares, diplom¨¢ticos y econ¨®micos. S¨®lo as¨ª podr¨¢ considerarse siquiera una potencia regional.
Esa activa relaci¨®n con el exterior se complementa con una intransigencia furibunda en la defensa de lo que considera sus intereses vitales, definidos a modo de fronteras infranqueables frente a hipot¨¦ticas concesiones. Los vagos resultados de la Cumbre de Copenhague, haciendo valer su agenda de prioridades y rechazando compromisos de obligado cumplimiento, ya sea en forma de reducciones o de verificaciones, constituyen un serio indicio. La firmeza china, sustentada gen¨¦ricamente en el auge de los sentimientos nacionalistas, se crece con la innegable mejora de la econom¨ªa, pero tiene como norte esencial la defensa irrenunciable de un sistema pol¨ªtico que multiplica los signos de desconfianza en su entendimiento con los pa¨ªses m¨¢s desarrollados de Occidente. La red de fieles aliados que China ha venido construyendo en estos a?os con el impulso de una diplomacia pragm¨¢tica y eficaz puede tener pronto consecuencias efectivas en el devenir de los principales organismos mundiales, pero juega a la contra de las estrategias occidentales necesariamente abocadas a definir una dif¨ªcil pol¨ªtica com¨²n en este orden.
Todo ello da cuenta de la yuxtaposici¨®n de numerosas complejidades que no le ser¨¢ f¨¢cil resolver y que pueden provocar muchos quebraderos de cabeza, a China y a todos, sin descartar, pese a la bals¨¢mica relaci¨®n con Estados Unidos anunciada por Obama, una agravaci¨®n de las tensiones que lastre seriamente la recomposici¨®n del orden mundial. Si bien no cabe despreciar sin m¨¢s la importancia que China concede a la soberan¨ªa nacional, producto tambi¨¦n de circunstancias hist¨®ricas a las que Occidente no es ajeno, urgen indicios disipadores de las inquietudes que impiden el ejercicio de un aceptable liderazgo moral, ya hablemos, por ejemplo, de derechos humanos o de facilitaci¨®n de pactos contra el cambio clim¨¢tico. Por desgracia, triunfalismo conservador a un lado y presiones no siempre inocentes a otro es la peor de las combinaciones posibles para advertir tendencias positivas.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
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