Emergentes al podio

"?No existen mercados fuera de EE UU!". La frase se la dedic¨® con cierta ira, y hal¨¢ndose los tirantes rojos, un veterano e intimidante ejecutivo de banca, en 1974, al autor del libro. Antoine van Agtmael, que entre otros m¨¦ritos es el padre del t¨¦rmino mercados emergentes, era entonces un banquero joven y no demasiado curtido al servicio de la Bankers Trust Company, en Nueva York, a quien le hab¨ªan encomendado que hiciera un estudio sobre el reciclaje de petrod¨®lares. Ayudar a los gobiernos extranjeros a invertir de manera verdaderamente global parec¨ªa una idea l¨®gica, dice el autor, pero cuando indag¨® sobre ello en el departamento de fideicomiso del banco (que entonces era uno de los m¨¢s grandes de EE UU) recibi¨® el exabrupto citado.

La perspectiva de Van Agtmael era muy otra. Hab¨ªa crecido en Holanda y de ni?o hab¨ªa tenido algunas acciones de Philips, de Shell y de Unilever. "Lejos estaba mi interlocutor en la Bankers Trust Company (o yo, para el caso)", escribe con iron¨ªa en la introducci¨®n de la obra, "de saber que la inexpugnable e importante instituci¨®n para la cual trabaj¨¢bamos los dos ser¨ªa un d¨ªa adquirida por Deutsche Bank, un contrincante de escala mundial procedente de uno de esos mercados no existentes".

A?os despu¨¦s, en 1981, Van Agtmael trataba de vender ante un importante grupo de gerentes de inversi¨®n, desde detr¨¢s del podio en la sede principal de Salomon Brothers, en Nueva York, la idea de establecer un "fondo de capital para el Tercer Mundo". Les explicaba a los posibles inversionistas que la informaci¨®n de Salomon Brothers demostraba que exist¨ªa una buena posibilidad de ganar dinero de verdad en los mercados emergentes, a pesar de la reconocida volatilidad de ¨¦stos. Los pa¨ªses en desarroll¨®, les argument¨® a los gerentes, cuentan con tasas de crecimiento econ¨®mico superiores y con un sinn¨²mero de empresas prometedoras que antes se hab¨ªan pasado por alto. Optar por una serie de empresas y pa¨ªses, les dijo, proporciona una diversificaci¨®n suficiente para mitigar el riesgo de invertir en empresas y pa¨ªses individuales.

Al finalizar su presentaci¨®n, Francis Finlay, de J. P. Morgan, le dijo que su idea era muy interesante, pero que nunca lograr¨ªa venderla si la llamaban "fondo de capital para el Tercer Mundo".

Van Agtmael se dio cuenta en ese instante de que Finlay ten¨ªa raz¨®n. Ten¨ªan informaci¨®n, ten¨ªan pa¨ªses y empresas apropiadas para invertir, pero no hab¨ªan dado con el tono que elevara la idea a un nivel superior y librara a las econom¨ªas en desarrollo del estigma que ten¨ªan como casos desastrosos del Tercer Mundo, de una imagen plagada de asociaciones negativas evocadoras de ropa endeble de poli¨¦ster, juguetes baratos, corrupci¨®n generalizada, tractores de estilo sovi¨¦tico y arrozales anegados. Fue entonces cuando Van Agtmael, tras aislarse del trabajo y de la familia unos d¨ªas para devanarse los sesos en busca de una soluci¨®n, alumbr¨® el t¨¦rmino mercados emergentes, que ha hecho fortuna. "El t¨¦rmino tercer mundo comunicaba estancamiento; mercados emergentes alud¨ªa a progreso, orden ascendente y dinamismo", recuerda.

Durante todo el siglo pasado, en definitiva, los inversionistas ve¨ªan con mala cara cualquier operaci¨®n en el Tercer Mundo. Las multinacionales que se establec¨ªan en los mercados en desarrollo lo importaban todo, salvo la mano de obra barata y las materias primas.

Pero este cuadro comenz¨® a cambiar hace unas d¨¦cadas, cuando las compa?¨ªas de los mercados en desarrollo comenzaron a globalizarse: ¨¦stas no s¨®lo contaban con mano de obra barata y materias primas, sino, adem¨¢s, con el saber hacer t¨¦cnico propio de las multinacionales occidentales. Hab¨ªan nacido, pues, las multinacionales de los mercados emergentes (t¨¦rmino acu?ado por el autor, como se ha dicho, para referirse a los pa¨ªses en desarrollo: desde Brasil hasta China). -