Derechos de autor, que no derecho al monopolio
Las acusaciones a las sociedades gestoras y la ley contra las descargas reabren la pol¨¦mica sobre los l¨ªmites de la propiedad intelectual - La recaudaci¨®n y reparto de los fondos, bajo sospecha
Si alguien quiere explotar una finca, por ejemplo, de la duquesa de Alba, debe pagar un alquiler. El arrendatario no cuestiona c¨®mo obtuvo la duquesa esos terrenos, cu¨¢ntas veces los alquil¨® antes, y si es justo o no que los disfrute 500 a?os despu¨¦s de que Enrique IV de Castilla se los otorgara a sus antepasados. Paga y se acab¨®. Se llama derecho de propiedad y tiene casi la misma antig¨¹edad que la civilizaci¨®n.
Si alguien desea utilizar una canci¨®n, por ejemplo, de Serrat, para un spot publicitario o un programa de radio tambi¨¦n debe pagar un alquiler, al menos en teor¨ªa. Y es que en este caso, s¨ª hay muchos que se preguntan si es l¨ªcito que el cantante cobre por su obra cada vez que se emita, o si sus herederos tienen derecho a seguir haci¨¦ndolo una vez que fallezca. Se llaman derechos de autor y, aunque apenas existen desde hace 300 a?os, son permanentemente cuestionados.
Las licencias suman al a?o 500 millones, menos que el canon de TVE
Una gestora tuvo en exclusiva hasta 1987 todos los repertorios
Desde DAMA, se defiende el cobro s¨®lo por el uso efectivo de la obra
Kiko Veneno: "La gente percibe a la SGAE como a un banco"
Adem¨¢s de su propia existencia, se discute su cuant¨ªa y su forma de ser recaudados y repartidos por las sociedades de gesti¨®n de derechos. El debate a prop¨®sito de legislaci¨®n contra las webs de descargas de Internet no autorizadas que prepara el Gobierno y un reciente informe de la Comisi¨®n Nacional de Competencia (CNC), que acusa a las sociedades de gesti¨®n de ser un monopolio poco transparente, no han hecho sino poner al descubierto, una vez m¨¢s, las posturas irreconciliables (cuando no odio declarado) entre detractores y partidarios de los derechos de autor.
Lo encarnizado del debate resulta a¨²n m¨¢s sorprendente si se tiene en cuenta que los derechos de autor s¨®lo mueven en Espa?a alrededor de 500 millones de euros al a?o, menos que el canon que deben pagar las televisiones privadas y las operadoras de telefon¨ªa e Internet para financiar la ausencia de publicidad de TVE.
Ante el revuelo, desde todas las instancias se vuelve a pedir una reforma urgente de la Ley de Propiedad Intelectual (LPI), de 1987, aunque en muy diferentes sentidos. El Ejecutivo de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero tiene ya su reforma en marcha: ha incluido en la Ley de Econom¨ªa Sostenible una modificaci¨®n parcial de la LPI para elevar la defensa de la propiedad intelectual a la categor¨ªa de derecho fundamental, y la creaci¨®n de un procedimiento de urgencia que permita cerrar webs de descargas de archivos sujetos a derechos de autor como pel¨ªculas, canciones o videojuegos.
Gran parte de la oposici¨®n -todos menos CiU y PP- piden la retirada de esa disposici¨®n y que el Parlamento, a trav¨¦s de la subcomisi¨®n creada hace un a?o, proponga una reforma completa de la LPI, que aborde otros aspectos como el papel de las sociedades de gesti¨®n. Una reforma completa que tambi¨¦n exige Competencia, el organismo dependiente de Econom¨ªa, que aboga por una liberalizaci¨®n de este mercado, ahora en manos de ocho sociedades de gesti¨®n, y que cualquiera pueda montar una gestora de derechos, sin necesidad de contar con la autorizaci¨®n administrativa del Ministerio de Cultura.
Las asociaciones de Internet, parte de la comunidad internauta m¨¢s activista y los abogados de los que explotan p¨¢ginas de descargas se suman a esa petici¨®n de liberalizaci¨®n, aunque su principal caballo de batalla es la eliminaci¨®n de la disposici¨®n final de la LES. Argumentan que el derecho de propiedad intelectual no puede justificar en ning¨²n caso la conculcaci¨®n de otros derechos, como el de expresi¨®n. Algunos van m¨¢s all¨¢ y apuestan por prescindir del copyright y buscar otras f¨®rmulas como el copyleft, que permite la libre (y gratuita) distribuci¨®n de obras con permiso del autor, con la consiguiente desaparici¨®n de las sociedades de gesti¨®n.
En Espa?a, estas sociedades sin ¨¢nimo de lucro son las ¨²nicas que pueden recaudar los derechos de autor. Sin embargo, no todas utilizan los mismos criterios. La SGAE, la m¨¢s grande y que hasta 1987 tuvo el monopolio absoluto de los derechos, recauda los derechos de televisiones, radios, discotecas, salones, y, en general, de cualquiera que reproduce la obra de sus asociados. Despu¨¦s de deducir los costes de administraci¨®n, que representan una media del 15,6%, la SGAE abona los derechos a sus socios. Para asignarles las cantidades seg¨²n la utilizaci¨®n de sus obras, utiliza dos m¨¦todos: el 80% se realiza a trav¨¦s de un programa inform¨¢tico que procesa los programas de los grandes usuarios (televisiones, radios, cine espect¨¢culos, venta de discos); el 15% se reparten mediante sondeos efectuados por una empresa especializada; y el 5% restante se reparte por analog¨ªa con alguno de los procedimientos anteriores.
Paloma Llaneza, abogada experta en propiedad intelectual, entiende que con esta f¨®rmula internamente el peso de las distribuidoras o editores con derecho de voto es muy superior al de los autores independientes, lo que determina que los acuerdos y normas internas de reparto sean decididos por aqu¨¦llos. "Es un sistema muy poco pensado para un entorno como el de Internet en el que se comparte y se difunde en tiempo real desde la mesa camilla de tu casa. La existencia de sistemas de gesti¨®n digital de los derechos (DRM) har¨ªa posible la entrada de nuevos actores que permitir¨ªan una gesti¨®n online de derechos barata y sencilla".
Las sociedades de gesti¨®n se sienten amenazadas. Atribuyen el informe del CNC a "intereses ocultos" y recuerdan que un informe encargado por el Ministerio de Administraciones P¨²blicas en 2008 dejaba claro que la gesti¨®n colectiva era el mejor de los sistemas posibles. Manuel Medina, el presidente de la reci¨¦n constituida Ibercrea, que agrupa a cuatro sociedades de gesti¨®n -AGEDI, AIE, CEDRO y SGAE- se?ala que se trata en todo caso de un "monopolio impropio", es decir, s¨®lo este tipo de entidades pueden gestionar colectivamente estos derechos de propiedad intelectual, pero no existe n¨²merus clausus, puesto que Cultura puede autorizar nuevas entidades y la asociaci¨®n a las mismas no es obligatoria.
"Es obvio que hay intereses en que la gesti¨®n colectiva desaparezca porque, al no tener ¨¦stas ¨¢nimo de lucro ocupan un espacio que otros desear¨ªan copar pero con ¨¢nimo de ganancia. Por otra parte, las sociedades asumen la responsabilidad de recaudar, conforme a determinados criterios, el importe de los derechos de sus socios y eso constituye un coste que algunos negocios desean disminuir y, si fuese posible, eliminar. La creaci¨®n de un clima hostil hacia la recaudaci¨®n de derechos est¨¢ alentada por esos intereses y se alimenta de forma muy demag¨®gica", asegura Medina.
La SGAE, la principal sociedad ya que gestiona m¨¢s del 70% de los derechos de autor en Espa?a, est¨¢ en entredicho permanentemente. Su particular cruzada por el cobro de derechos en cualquier ¨¢mbito (bodas, fiestas populares, peluquer¨ªas, etc¨¦tera), aunque amparada por la LPI, y sus inversiones para crear una red de teatros le han creado una imagen de recaudador voraz y le han hecho blanco favorito de las cr¨ªticas de internautas, hasta la obsesi¨®n.
En los ataques furibundos a la SGAE, coinciden ins¨®litamente personajes muy distantes desde el punto de vista ideol¨®gico como el locutor Federico Jim¨¦nez lo Santos o el ex presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, por poner un ejemplo. Frente a esos detractores, la SGAE cuenta con defensores a ultranza, algunos con tan mala prensa como los cantantes Ramonc¨ªn o V¨ªctor Manuel, y otros que parecen contar con el favor internauta como el showman Gran Wyoming, entre otros muchos.
Pese a la creaci¨®n de Ibercrea, lo cierto es que no existe unidad entre las sociedades de gesti¨®n. Algunas como DAMA, de directores y guionistas audiovisuales, defienden otra forma de gesti¨®n. Esta sociedad, que estuvo pleiteando durante cinco a?os con SGAE con quien compite, s¨®lo cobra por el uso efectivo de las obras, todo el dinero que recauda va ¨ªntegramente a los socios (no hace inversiones en otras actividades) y los votos de todos ellos valen lo mismo (no existe voto ponderado como en la SGAE).
Enrique Urbizu, presidente de DAMA, piensa que la gesti¨®n debe seguir siendo colectiva, pero que las entidades no deben tener limitaciones en un determinado ¨¢mbito de los derechos (directores, guionistas, artistas, m¨²sicos, etc.), sino que puedan gestionar cualquier derecho de propiedad intelectual, sin especializaciones, lo que salvar¨ªa el problema del monopolio del que habla CNC. Al margen de las diferencias, Urbizu s¨ª cree que detr¨¢s de esa presi¨®n por la gratuidad de los derechos de autor, hay determinados "grupos econ¨®micos".
La rebeli¨®n contra la SGAE se hace a veces desde el interior. Como el cantante Kiko Veneno, fundador de la Plataforma de Autoeditores (PAE). "La gente percibe hoy a la SGAE como un banco, y es muy dif¨ªcil ocultar que se defienden antiguos privilegios, los privilegios hay que democratizarlos y tienen que fluir el aire y las explicaciones. Lo principal, lo gordo, todos necesitamos la m¨²sica. Mucha de la lucha de la derecha es contra la cultura, a secas. No s¨¦ si estamos a tiempo de crear alternativas, en un mundo que acelera hacia el monopolio. Sin la SGAE estar¨ªamos jodidos", indica en su blog.
La teor¨ªa del plagio permanente
M¨¢s all¨¢ de reformas legales, el debate sigue siendo si los autores tienen derecho o no a percibir una retribuci¨®n por dejar reproducir sus obras, o si deben buscarse otras fuentes de financiaci¨®n. La ¨²ltima aportaci¨®n al mismo ha sido la trifulca mantenida por el ex presidente de Extremadura Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra y el escritor Antonio Mu?oz Molina, en este mismo diario. Haciendo uso de una par¨¢bola sobre la compra de unas naranjas, el pol¨ªtico extreme?o pone en duda que se pueda hablar de propiedad intelectual puesto que toda obra se apoya en creaciones anteriores y no es completamente original. Cuando alguien compone una melod¨ªa del tipo que sea, ?no est¨¢ influido por todo lo que ha escuchado, le¨ªdo y visto a lo largo de su vida? ?Es que la creaci¨®n cultural no es acaso la forma recurrente que tenemos de hacer las cosas? ?Alguien puede decir que lo que ha creado no es el producto de sus influencias? Una pel¨ªcula de cine, ?no es la consecuencia de las miles de pel¨ªculas de cine que se han creado a lo largo de la historia? ?De qu¨¦ propiedad intelectual nos est¨¢n hablando los que hablan de esa forma?
Siguiendo esta original teor¨ªa del plagio permanente podr¨ªa colegirse que los pol¨ªticos no deber¨ªan tampoco ser retribuidos por legislar puesto que todas las leyes se apoyan en otras anteriores, hasta remontarse al c¨®digo de Hammurabi. Mu?oz Molina va m¨¢s lejos. Al escritor tambi¨¦n le gustar¨ªa ser tan selectivo en sus gastos ciudadanos como el se?or Rodr¨ªguez Ibarra en sus compras de fruta o de canciones. Me gustar¨ªa no pagar con mis impuestos, indiscriminadamente, a toda la innumerable casta de los pol¨ªticos espa?oles, retirados y en activo, sino tan s¨®lo a aquellos que me parecen honrados, o que no practican la m¨¢s barata demagogia.
En la contrarr¨¦plica, el presidente extreme?o apostaba por un modelo de subvenciones desde el Estado al estilo de lo que se hace en la producci¨®n cinematogr¨¢fica sin que nadie se haya rasgado las vestiduras. Muchos autores denuncian precisamente este modelo de cultura subvencionada al servicio del poder pol¨ªtico de turno, al que tanto el PSOE, con los llamados artistas de la ceja, como el PP, financiando producciones ruinosas de sus afines como la ¨²ltima pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Garci, recurren cada vez m¨¢s a menudo.
El escritor Javier Mar¨ªas, en su art¨ªculo Los robos presentes, denunciaba precisamente este peligro del arte al servicio del poder. Tal vez la ¨²nica soluci¨®n sea que los Estados asuman su irresponsabilidad y acaben por financiarlas (...). Pero, ?qu¨¦ clase de cultura ser¨¢ la que dependa de los pol¨ªticos? Ellos decidir¨¢n qui¨¦nes la hacen y qui¨¦nes no, y tambi¨¦n sus contenidos, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde. Un modelo sovi¨¦tico, o en el mejor de los casos mexicano. Un modelo dirigido, burocr¨¢tico, politizado, funcionarial, en el que se premiar¨¢ a los d¨®ciles y a los amigos del Gobierno de turno, los ¨²nicos facultados para escribir libros y hacer cine o televisi¨®n.
Pese a las quejas, lo cierto es que muchas veces la defensa de los derechos de autor no equivalen a la defensa del autor, sino de las grandes corporaciones editoriales y audiovisuales que comercian con ellos desde una posici¨®n dominante. El caso m¨¢s flagrante es el de los Beatles. Cada vez que suena una canci¨®n del cuarteto de Liverpool, ninguno de sus miembros cobra un c¨¦ntimo, sino Sony y Michael Jackson (ahora sus herederos), que los adquirieron a Nothern Songs, que los hab¨ªa conseguido por un precio rid¨ªculo al inicio de la carrera de los Beatles.
El debate es antiguo. El dilema del artista que debe entregarse al favor de un mecenas para sobrevivir o conformarse con la fama, y buscarse otro medio de vida, se remonta a siglos atr¨¢s. Ya Cervantes en El Quijote recoge la queja de un escritor, su alter ego, por la baja retribuci¨®n de su obra. Pues ?qu¨¦? dijo el autor ?quiere vuesa merced que se lo d¨¦ a un librero, que me d¨¦ por el privilegio tres maraved¨ªs, y aun piensa que me hace merced en d¨¢rmelos? Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo; que ya en ¨¦l soy conocido por mis obras; provecho quiero; que sin ¨¦l no vale un cuatr¨ªn la buena fama (II, Cap. LXII).
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