Historias de plagios y autoplagios
Los lectores advierten r¨¢pidamente si un texto ha sido copiado. El extra?o recorrido de una necrol¨®gica muestra que no siempre la apariencia coincide con la realidad
La historia que les traigo hoy a colaci¨®n tiene que ver con las inseguridades del mundo digital, donde las cosas no siempre son lo que parecen ser y donde llegar a desentra?ar lo que realmente es requiere a veces un esfuerzo casi detectivesco que no siempre los lectores est¨¢n en condiciones de hacer. Vean este ejemplo: un lector de Tarragona, Miquel Sunyol, me env¨ªa este correo: "EL PA?S se hizo eco en su momento de la muerte de Edward Schillebeeckx, uno de los grandes te¨®logos del siglo XX, lo cual es un punto positivo para EL PA?S. Mi asombro vino cuando pude comprobar que la rese?a necrol¨®gica, firmada por Juan Jos¨¦ Tamayo, era un simple ejercicio -propio de un mal alumno de ESO- de copiar y pegar, extractado de Wikipedia (los profesores de ESO suelen darse cuenta cuando ocurren estas cosas). Edward Schillebeeckx y los lectores de EL PA?S se merec¨ªan otra cosa", escribe.
El 21 de diciembre se public¨® una noticia id¨¦ntica a otra de octubre
El lector se hab¨ªa tomado la molestia de copiar en paralelo las dos versiones, la de Wikipedia y la de EL PA?S. En efecto, cualquiera que, como hab¨ªa hecho este lector, tecleara en Google el nombre completo del te¨®logo holand¨¦s pod¨ªa advertir f¨¢cilmente el plagio, pues la primera entrada era la biograf¨ªa de Wikipedia y la segunda, el art¨ªculo de Tamayo publicado en EL PA?S. La coincidencia era abrumadora: apenas unas ligeras variaciones de mal copiador. Les confieso que me sorprendi¨®. Juan Jos¨¦ Tamayo es reconocido como uno de los te¨®logos m¨¢s prestigiosos. EL PA?S se honra de tenerlo entre sus colaboradores y en su larga relaci¨®n con el diario ha acreditado siempre el m¨¢ximo rigor. Sus conocimientos de Schillebeeckx son, por otra parte, tan completos y profundos que parec¨ªa il¨®gico que hubiera copiado de Wikipedia.
Tamayo se encontraba en Quito cuando le llam¨¦ y no ten¨ªa a mano el texto enviado para poder cotejarlo. Por supuesto, ni se le hab¨ªa ocurrido consultar Wikipedia, me dijo. La sospecha de plagio le resultaba tremendamente inc¨®moda, pero no era capaz de encontrar una explicaci¨®n a la misteriosa coincidencia. Deb¨ªa de haber un error.
En el archivo del diario me encontr¨¦ con la primera sorpresa: no hab¨ªa una, sino dos versiones de la necrol¨®gica, ambas con la firma de Tamayo. La primera, publicada en la edici¨®n digital el 25 de diciembre con el t¨ªtulo Muere Edward Schillebeeckx, te¨®logo de la frontera, coincid¨ªa con la versi¨®n de Wikipedia y era la que aparec¨ªa en Google. La segunda, publicada en la edici¨®n impresa el d¨ªa 27, se titulaba Muere Edward Schillebeeckx, el te¨®logo feliz; esta versi¨®n comenzaba de forma completamente diferente y ten¨ªa un estilo mucho m¨¢s personal y valorativo. No cab¨ªa duda de que la segunda era obra de Tamayo, pero ?y la primera?
La existencia de dos versiones abr¨ªa una inquietante posibilidad. La de que alguien hubiera reproducido la versi¨®n de Wikipedia a la espera del texto de Tamayo, y por alguna extra?a carambola, le hubiera puesto su firma, lo cual ser¨ªa doblemente grave. En el contexto de competencia contra reloj en el que operan las ediciones digitales, la urgencia por publicar puede actuar a veces como un incentivo para la precipitaci¨®n y el error. No puede decirse que la muerte del te¨®logo holand¨¦s fuera una de esas noticias "que queman" en las redacciones, pero cab¨ªa esa eventualidad.
Cotejadas las versiones de quienes gestionaron la necrol¨®gica y la del propio autor, result¨® ser que la primera, la que coincid¨ªa con Wikipedia, tambi¨¦n era obra de Tamayo. El te¨®logo hab¨ªa enviado, por encargo de Juan Bedoya, una primera versi¨®n de urgencia que se incluy¨® en la edici¨®n digital del mismo d¨ªa 25, y al no haber ese d¨ªa espacio para incluirla en la edici¨®n impresa, convino en enviar otra m¨¢s elaborada, que se public¨® el d¨ªa 27. Volv¨ªamos, pues, al punto de partida: ?C¨®mo un texto que Tamayo dec¨ªa no haber copiado pod¨ªa ser una copia de Wikipedia?
La soluci¨®n al misterio estaba en la propia "enciclopedia libre". Los lectores pueden estar tranquilos. Ni Tamayo ni EL PA?S hab¨ªan copiado. En el historial de modificaciones de la entrada "Edward Schilleebeckx" de Wikipedia puede observarse que el 28 de diciembre se produce una modificaci¨®n sustancial de la versi¨®n anterior, que era bastante escueta y pobre. La nueva biograf¨ªa sigue fielmente, con variaciones de mal copiador, el texto de Tamayo.
He aqu¨ª como, en tiempos de Internet, el verdadero autor puede llegar a ser sospechoso de plagio, y quedar inc¨®modamente indefenso y hasta ignorante de la mala fama que ello le puede reportar. Perm¨ªtanme una curiosidad adicional. Aunque conserva gran parte de lo escrito por Tamayo, la versi¨®n de Wikipedia ha sufrido nuevas modificaciones. El texto mantiene que Schilleebeckx es "el te¨®logo cat¨®lico m¨¢s prestigioso del siglo XX", "una de las personalidades m¨¢s influyentes en la renovaci¨®n del cristianismo" y "protagonista de los momentos m¨¢s importantes de la historia reciente de la teolog¨ªa, el pensamiento cristiano y la Iglesia cat¨®lica", pero alguien ha a?adido una apostilla que nunca saldr¨ªa de la pluma de Tamayo: "Sin embargo, no puede obviarse el hecho de que su obra sea profundamente heterodoxa, incluso condenada en parte por la Autoridad Apost¨®lica. Por tanto, es un autor muy poco seguro para el estudio de la teolog¨ªa cat¨®lica".
Sirva esta explicaci¨®n para restablecer el buen hacer de Juan Jos¨¦ Tamayo ante quienes cayeran en el equ¨ªvoco. Esta historia muestra los complicados vericuetos que puede seguir un texto en tiempos de Internet. Pero tambi¨¦n aporta otras ense?anzas: es un excelente "aviso para navegantes" para quienes escriben en EL PA?S. Si un d¨ªa se ven acuciados por las prisas o tienen la tentaci¨®n de entregarse al periodismo perezoso han de saber que si copian es muy probable que su desliz sea r¨¢pidamente descubierto. Tenemos lectores tan atentos que pueden cazar cualquier plagio. Y hasta los autoplagios. Vean dos ejemplos.
Una lectora de Madrid, Rosa de Lera L¨®pez, me escribi¨® el 21 de diciembre para advertirme de que acababa de leer una noticia calcada de otra publicada anteriormente. "Creo que un peri¨®dico de la talla y prestigio de EL PA?S no puede permitirse este autoplagio tan escandaloso", dec¨ªa, enfadada. Efectivamente, la noticia EL PA?S, l¨ªder en Twitter, publicada el 21 de diciembre, era casi id¨¦ntica a la titulada EL PA?S es l¨ªder en Twitter , del 29 de octubre. S¨®lo se hab¨ªa cambiado la cifra de usuarios. Un burdo copiar y pegar con firma corporativa que, trat¨¢ndose de una noticia que quiere destacar un ¨¦xito del propio diario, no habla precisamente a favor de su calidad.
El hecho de que EL PA?S sea utilizado como base de documentaci¨®n por muchos acad¨¦micos, y que sea adem¨¢s tan f¨¢cil acceder a los archivos, hace que plagios y autoplagios sean ahora mucho m¨¢s f¨¢cilmente detectables. Un profesor universitario me escribe, con ruego que de que no mencione su nombre, para advertirme de que el art¨ªculo de Javier Sampedro publicado el 27 de diciembre bajo el t¨ªtulo Patente omisi¨®n, es en su mayor parte una reproducci¨®n literal de otro titulado El precio de no inventar, publicado por el mismo Sampedro ?en septiembre de 1998!
Sampedro me facilita la siguiente explicaci¨®n: "El lector est¨¢ en lo cierto. Quer¨ªa mostrar ejemplos hist¨®ricos de patentes, record¨¦ que los ten¨ªa escritos en una vieja pieza, la busqu¨¦ y los tom¨¦ de ah¨ª. Incurro a menudo en este tipo de autoplagios. Cuando has explicado cien veces lo que es el ADN, ya no puedes mejorar m¨¢s ese p¨¢rrafo, y lo l¨®gico es tomarlo de art¨ªculos anteriores. Un hiperlink evitar¨ªa tener que hacerlo, pero apenas los usamos en nuestra web". Sampedro es uno de los divulgadores cient¨ªficos m¨¢s respetados. Aun cuando el texto sobre las patentes siga siendo tan interesante como lo era el de 1998, autoplagiarse de forma tan extensa y tan literal puede menoscabar su imagen y la del propio diario. Y desde luego estoy segura de que tambi¨¦n hiere la vista de sus admiradores.
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