Mec¨¢nica popular
Cuando yo era chico, las cosas ten¨ªan arreglo. Se les daba siempre una segunda oportunidad (y, a menudo, una tercera). Y, cuando ya no daban m¨¢s de s¨ª, se arrojaban a la basura con duelo, resign¨¢ndonos a su indefectible mortalidad. Entonces se cog¨ªan puntos a las medias -me fascinaban los sencillos aparatos en los que se reparaban las carreras y desgarros de aquellas fin¨ªsimas prendas de nailon que proteg¨ªan las piernas de mi madre-. Tambi¨¦n se zurc¨ªa la ropa (reparen en el verbo: morir¨¢ pronto), que era cara y no se fabricaba lejos; y las modistas de barrio hilvanaban arreglos en los viejos vestidos para adaptarlos a la moda de la temporada. Incluso se restauraban los calcetines de los chicos, introduciendo en ellos un falso huevo para tensarlos y facilitar el recosido de puntas y talones.
Ahora, en uno de esos dram¨¢ticos movimientos pendulares de la vida social, nos llega, como ¨²ltima tendencia, la nueva austeridad
En aquel tiempo se recurr¨ªa a los caldereros para que resta?aran los cacharros; se sustitu¨ªan las l¨¢mparas agotadas de la bendita radio; se compon¨ªan los enchufes quemados de las planchas; se llevaban los paraguas a establecimientos lejan¨ªsimos para que les cambiaran las varillas. Entonces los zapateros "remendones" -un cl¨¢sico de la literatura rom¨¢ntica y social- se encargaban de componer las suelas de los zapatos, prolongando eficazmente la vida de un calzado cuya compra hab¨ªa que planificar en el presupuesto familiar. En aquella ¨¦poca nos ense?aban a apagar la luz al salir de las habitaciones, a no tirar nunca el pan, a forrar los libros de texto que tendr¨ªa que usar nuestro hermano, a devolver en la tienda los "cascos" de las botellas de refresco.
La obsolescencia de las cosas estaba inscrita en su naturaleza, no ven¨ªa programada por los fabricantes. Recuerdo que el primer frigor¨ªfico que entr¨® en mi casa fue un Westinghouse con la puerta abombada como el vientre de una elefanta pre?ada. Quince a?os m¨¢s tarde, cuando mi madre se desprendi¨® de ¨¦l por cansancio, segu¨ªa funcionando. Su sustituto vivi¨® cinco a?os, dos m¨¢s de media que cada uno de los seis ordenadores que he desechado desde que dej¨¦ de cargar la pluma en el tintero o cambiar la cinta de la Underwood.
La riqueza trajo bienestar, pero tambi¨¦n despilfarro. Ahora, en uno de esos dram¨¢ticos movimientos pendulares de la vida social, la confluencia de la crisis financiera y la preocupaci¨®n por el medio ambiente nos ha tra¨ªdo, como ¨²ltima tendencia, la nueva austeridad. Los economistas advierten que la gente se reprime de consumir y prolonga la vida de las cosas, lo que no resulta bueno para el despegue de la econom¨ªa. El reciclaje de lo antes desechable se ha convertido en la consigna: incluso en moda, que enlaza perfectamente con la obsesi¨®n por lo vintage, la (joven) antig¨¹edad de valor.
Pienso en ello mientras reparo en que los cubanos deben de hallarse en la vanguardia del mundo en lo que a reciclaje se refiere. El bloqueo forzado, el aislamiento, la econom¨ªa estatalizada y la escasez de piezas de recambio les ha forzado a desarrollar admirables habilidades mec¨¢nicas. Su flota de autom¨®viles es arqueol¨®gica, pero funciona. Como sus longevas teles y m¨¢quinas de coser y cocinas. Se dir¨ªa que sus viej¨ªsimos aparatos son zombies tecnol¨®gicos resucitados y sometidos a cuidados intensivos. No pretendo frivolizar: s¨¦ que esa destreza restauradora es un efecto secundario (la necesidad obliga) de la ausencia de mercado libre (en el que abundan las cosas y se despilfarran) y de libertades democr¨¢ticas, pero saber reparar lo que no funciona es, sin duda, una ventaja, sobre todo en los tiempos que corren. All¨ª no se tira nada porque no puede sustituirse, y las cosas duran m¨¢s all¨¢ de la fecha de caducidad programada. Aqu¨ª se tiran antes de tiempo para comprar otras: eso contribuye a nuestro crecimiento econ¨®mico y a crear empleo. Consumir (se necesite o no lo que se compra) produce riqueza. Al menos hasta que llegue otra crisis financiera (por otros despilfarros) y todo vuelva a empezar. Tengo que ponerme a estudiar teor¨ªa econ¨®mica. Y un poquito de mec¨¢nica.
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