El gazapo
Podr¨ªa parecer el reino del ajoaceite, ya que con esa salsa se ali?an las m¨¢s sabrosas especialidades de este restaurante, aunque es dif¨ªcil discernir si la sabrosura proviene de s¨ª mismas o por el unto que las amarillea y eleva de calor. En todo caso, parece como nunca propicio usar e incluso abusar del ung¨¹ento para conferir poder a las patatas asadas, para a?adir potencia al bacalao al horno o para perfeccionar las carnes del m¨ªnimo gazapo, en s¨ª mismas un tanto insustanciales.
Los gazapos, peque?os conejos que parece deben su nombre a la facilidad con que debieron ser cazados en las ¨¦pocas en que lo silvestre predominaba sobre la granja, han sido desde hace a?os plato insignia del local, que los ha servido en distintas composiciones: ora solos a la brasa, ora formando parte de arroces y guisos -como la caldereta que a¨²n mantiene su prestigio-, hecho que ha influido en la pervivencia de su trayectoria.
Con una decoraci¨®n r¨²stica adecuada a su entorno y un servicio r¨¢pido y eficiente, la carta se ajusta a los conceptos que suponemos en el ambiente campestre donde se ubica, y am¨¦n de las brasas -cap¨ªtulo fundamental en su cocina- que sirven para tostar las carnes de cordero y de cabrito, de vaca y de ternera, existen otras especialidades que nos parecer¨ªan alejadas de ese ¨¢mbito, como son las que tratan de langostinos con manitas de cerdo o de alcachofas con almejas.
Y tratando de estas ¨²ltimas no debemos pasar por alto el acierto que supone su mezcla con las setas, a las que les proporciona un agradable contraste de crujiente y de sabor, ni la dulzura que desprende su coraz¨®n cuando lo liberamos de las requemadas hojas que la han protegido en su paso por las ya se?aladas brasas.
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