El monstruo que todos amamos
Una biograf¨ªa no autorizada pinta a un Tom Waits que cultiva sus excentricidades
En una hipot¨¦tica competici¨®n para determinar el artista estadounidense m¨¢s cool, es muy posible que Tom Waits ocupase el primer puesto. Alardea de productividad: puede editar dos ¨¢lbumes el mismo d¨ªa o juntar sus temas sueltos en un triple disco. Su m¨²sica rompe normas: impresiona su primitivismo, apabullan sus desmadejados arreglos, desconciertan esas letras donde alterna religi¨®n y crueldad. Y ejerce de notable actor (secundario), generalmente en pel¨ªculas minoritarias.
Tom Waits es generoso con su arte pero taca?o con su presencia p¨²blica. A diferencia de la mayor¨ªa de los artistas, detesta que su m¨²sica sea usada en publicidad (y ha pleiteado, con ¨¦xito, contra los listos que intentaron sortear su prohibici¨®n). Raciona sus directos: sus giras son raras y breves, limitadas a actuaciones en teatros. Rechaza deliberadamente los festivales que honran su obra: Waitstock (Nueva York), Stray-dogs Party (Dinamarca), Waiting For Waits (Mallorca).
"El p¨²blico es un animal al que mejor no alimentar", suele decir el cantante
Sobre todo, Waits extiende una niebla perpetua sobre su pasado, su vida cotidiana, sus motivaciones. Concede entrevistas cuando se acerca un nuevo lanzamiento, pero los encuentros est¨¢n cuidadosamente escenificados. En ellos procede a apabullar al plumilla con informaci¨®n trivial, aforismos ingeniosos o an¨¦cdotas improbables. El periodista descubre que se ha divertido mucho, pero que sigue sin aclarar los misterios que rodean al artista, empezando por el principal: la relaci¨®n creativa con su mano derecha, su esposa Kathleen Brennan.
Los argumentos de Waits son contundentes: sus seguidores no pueden exigir conocer sus intimidades; las canciones existen por s¨ª solas y no necesitan ex¨¦gesis; su imagen p¨²blica no debe ser cuestionada. En sus palabras, "el p¨²blico es un animal salvaje al que conviene no alimentar demasiado". As¨ª que dedica muchas energ¨ªas a zancadillear el primer proyecto de una biograf¨ªa seria, ordenando a sus amigos y socios que no hablen con el intruso, el brit¨¢nico Barney Hoskyns.
Finalmente, el libro se publica y ya tiene traducci¨®n espa?ola (Global Rhythm Press), lastrada por un t¨ªtulo chocante -Tom Waits. La coz cantante. Biograf¨ªa en dos actos- y la ausencia de ¨ªndice. En el pr¨®logo, Hoskyns examina el conflicto entre el secretismo de su protagonista y su necesidad de indagar: "Est¨¢ claro que no tenemos un derecho a conocer al aut¨¦ntico Tom Waits, igual que ocurre con cualquiera que elija por voluntad propia excluirse de la vida social. Y sin embargo resulta inevitable que las personas que se apasionan con la obra de un artista busquen identificarse con ¨¦l: todos queremos acercarnos a su grandeza".
Hoskyns divide la biograf¨ªa en dos partes. El primer acto cubre desde su nacimiento (Pomona, 1949) hasta su encuentro con Brennan, mientras se rodaba Corazonada, el musical de Coppola. Husmeando los pasos de Waits, desde San Diego a Los ?ngeles, muestra la consolidaci¨®n de su personaje, un beat tard¨ªo que detesta la contracultura californiana, aunque comparta discogr¨¢fica con su aristocracia: en Asylum Records est¨¢n desde Jackson Browne a Eagles.
Hay mucha impostura en aquel Tom Waits que pretende situarse entre Kerouac y Bukowski, aunque es m¨¢s espectador que participante en los excesos de la vida bohemia. Con todo, no se entiende que reniegue de aquellos discos setenteros, que ahora maltrata: est¨¢n disponibles en CD con portadas desva¨ªdas, a veces sin letras, digitalizados sin ning¨²n cuidado especial. Afortunadamente, Hoskyns combina el trabajo detectivesco con el an¨¢lisis cr¨ªtico, complementando la historia de cada grabaci¨®n con el despiece de sus canciones.
Tom Waits es un caso ¨²nico en el negocio musical: a estas alturas, se necesita reivindicar su cancionero m¨¢s accesible, dado que en los ¨²ltimos 30 a?os s¨®lo ha defendido su trabajo m¨¢s experimental. El segundo acto de Hoskyns navega por territorio m¨¢s oscuro: en su papel de padre de familia, Waits mantiene lo que los publicistas denominar¨ªan "un perfil bajo". Pocos m¨²sicos se atreven a romper el pacto de silencio impl¨ªcito en una convocatoria de Tom: como jefe, no tolera que sus subordinados se quejen o que especulen con sus acciones.
Ese ensimismamiento ha generado mucha m¨²sica impactante, en un ejercicio de expresi¨®n radical que no deja de plantear problemas. El Tom Waits actual se acerca tanto a la autoparodia como el desatado beatnik del motel Tropicana: ejerce de intimidante hombre lobo, lleva su cruzada antitecnol¨®gica al borde de sabotear sus propios discos. Sus escasas actuaciones se transforman en eventos fashion donde acuden VIP que seguramente nunca han escuchado a Captain Beefheart, ni, por supuesto, saben de la existencia de Howlin' Wolf. Sus torturadas canciones sirven para que bellas actrices enriquezcan sus curr¨ªculos. Se ha convertido en un freak de circo, el monstruo al que todos amamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.