Fellini
Todo periodista ha de llevarse a la tumba la entrevista que nunca har¨¢. La m¨ªa es a Federico Fellini, a quien Caixaf¨°rum dedica estos d¨ªas una exposici¨®n. Sus pel¨ªculas me acompa?an desde que, a principios de los setenta, el Instituto Italiano de Cultura programaba unos excelentes ciclos de cine con todo lo suyo hasta el momento, digamos de Lo sceicco bianco -irrepetible Alberto Sordi en el papel de jeque de cine de barrio- a Roma. Nunca entrevist¨¦ a Fellini, pero s¨ª he estado cerca de personas que le entrevistaron, aunque de muy distinta manera. El primero es mi compa?ero de mesa de redacci¨®n durante a?os, Jacinto Ant¨®n: se pasaron todo el rato hablando de Carl Jung, autor del que ambos se reconocieron devotos. Fellini se psicoanalizaba desde la d¨¦cada de los sesenta y era una autoridad en la materia. Yo siempre pens¨¦ que le habr¨ªa entrado m¨¢s por el lado de Via Veneto, quiero decir Anita Ekberg, Mastroianni y Paparazzo, pero mejor que no lo hiciera, pues andado el tiempo he llegado a convencerme de que su respuesta bien hubiera podido ser la misma que ¨¦l obtuvo de Anna Magnani en el portal de su casa romana: "Ma va' dormire, Agostino!".
Se carteaba con Batllori, con quien tom¨® las aguas en Montecatini
M¨¢s tarde, con la generosa complicidad de Jordi Llovet, pude hablar con Miquel Batllori, que se carteaba con Fellini desde que se conocieron tomando las aguas en Montecatini, al norte de Florencia. Uno se imagina la qu¨ªmica de elegancias que debi¨® de producirse en los pasillos del Grand Hotel cuando se cruzaron el cineasta y el jesuita; el cual, sin embargo, ten¨ªa en muy menor estima a Giulietta Masina: ?te tronchabas cuando la retrataba con veneno de elaboraci¨®n vaticana! La exposici¨®n cita una carta de 1957 a un "sacerdote jesuita" (?Batllori?) en la que Fellini se interroga sobre la naturaleza espiritual de Cabiria. No hay ning¨²n otro rastro de esa relaci¨®n. Como tampoco lo he encontrado de Simenon, otro corresponsal habitual del director de R¨ªmini: Carissimo Simenon-Mon cher Fellini es un epistolario lleno de esprit entre dos portentosos retratistas del siglo XX. Uno sale algo melanc¨®lico de Caixaf¨°rum por la entrevista que nunca har¨¢: efectos secundarios de una exposici¨®n altamente recomendable.
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