La fiesta ya era cultura
De pronto, los toros se han convertido en un bien de inter¨¦s cultural. De pronto, los pol¨ªticos, al acecho del oportunismo, se han lanzado al ruedo cual espont¨¢neos avezados en la pesca de ganancia en el r¨ªo revuelto de los enfrentamientos taurinos.
Pero la fiesta de los toros no est¨¢ necesitada de etiquetas. El toreo es cultura desde que forma parte de las entra?as mismas de la sociedad espa?ola; desde que Pedro Romero irrumpiera en Ronda; desde que Lagartijo y Frascuelo compitieran en el ya lejano siglo XIX; desde que Joselito y Belmonte se erigieran en h¨¦roes inmaculados de la edad de oro; desde que Rafael el Gallo derroch¨® genialidad dentro y fuera de los ruedos; desde que naci¨®, vivi¨® y muri¨® Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas para inspirar a Garc¨ªa Lorca; desde que Chicuelo inventara la faena de muleta; desde que Manolete y Pepe Luis resucitaran la fiesta tras la guerra civil; desde que Domingo Ortega, Marcial Lalanda, Luis Miguel Domingu¨ªn, Carlos Arruza, Manolo Gonz¨¢lez, Rafael Ortega, Antonio Ord¨®?ez, Antonio Bienvenida, Paco Camino, Diego Puerta, Rafael de Paula, Curro Romero, Morante de la Puebla, Jos¨¦ Tom¨¢s... y tantos otros toreros, antes y despu¨¦s de ¨¦stos, supieran gustar y gustarse ante un toro bravo y noble. La fiesta es cultura desde que subyug¨® a toda una pl¨¦yade de artistas con la sensibilidad a flor de piel, pintores, m¨²sicos, cineastas, escultores, escritores, poetas... Ah¨ª es nada, Miguel Hern¨¢ndez como escritor de biograf¨ªas toreras... Es cultura desde que la evoluci¨®n de la tauromaquia consigui¨® transmutar el dominio en arte, y naci¨® la gracia sevillana, cimentada en la inspiraci¨®n art¨ªstica de un chispazo imprevisto.
La fiesta no necesita etiquetas culturales porque rebosa expresividad, y es el espejo de una historia, y del modo de sentir de una mayor¨ªa a lo largo de m¨¢s de dos siglos.
El toreo necesita respeto y protecci¨®n para el toro, tan vapuleado; para el toreo, tan comercializado; para el rito, tan degradado; para el torero, tan acomodado; para el p¨²blico, tan desorientado. El toreo necesita autenticidad, honradez, integridad y sentido de la responsabilidad.
Cultura ya era, a pesar, precisamente, de los pol¨ªticos, que, ahora, al albur del debate catal¨¢n, se acuerdan de Santa Rita. A buenas horas...
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