Vejez, exilio y obra tard¨ªa
Una feliz coincidencia me ha procurado una incentiva aproximaci¨®n simult¨¢nea a la obra de dos grandes ensayistas de nuestro tiempo: Sobre el estilo tard¨ªo de Edward Said y La signature humaine de Tzvetan Todorov. Amigos entre s¨ª -Todorov consagra uno de los ensayos de su libro el autor de Orientalismo-, el an¨¢lisis de sus convergencias y, en alg¨²n caso, de sus divergencias ser¨ªa un ejercicio sumamente incentivo y esclarecedor que pospongo ahora para centrarme en el tema indicado en el t¨ªtulo del presente art¨ªculo.
Los textos del escritor palestino, a partir de su penetrante estudio de la obra de Adorno sobre la ¨²ltima fase creadora de Beethoven, son el punto de partida de una reflexi¨®n que abarca el ¨¢mbito de la cultura europea del siglo XX, tanto en el campo musical como en el literario, pict¨®rico, arquitect¨®nico y cinematogr¨¢fico. Lo que interesa a Said (y a Adorno) no es la serenidad satisfecha que corona de ordinario la labor creadora de los artistas al alcanzar la vejez, sino la inquietud perturbadora de un pu?ado de ellos que les empuja al aislamiento y autoexilio, a la ya ef¨ªmera libertad descondicionada de quien no tiene ya nada que ganar ni perder.
La edad puede ofrecer la ef¨ªmera libertad de quien ya no tiene nada que ganar ni perder
Ya viejos, Cervantes y Goya rompieron cadenas y alumbraron el futuro
Ser tard¨ªo, nos dice Said, es "rechazar las ventajas que (ofrece) la c¨®moda pertenencia a una sociedad, una de las cuales, no la menos importante, (es) no ser le¨ªdo ni entendido f¨¢cilmente por un grupo (mayoritario) de personas". El rumbo a¨²n confuso a un futuro incierto frente a la recompensa condigna a lo ya reconocido y aclamado, permite no obstante al artista "tard¨ªo", con sus contradicciones irresueltas en el terreno est¨¦tico, influir en raz¨®n de su alteridad y anomal¨ªa en las generaciones que le suceden al hilo del tiempo.
Said nos recuerda el efecto traum¨¢tico de las primeras interpretaciones de Alban Berg y de Stravinsky (La consagraci¨®n de la primavera de ¨¦ste fue demolida por la cr¨ªtica y silbada por el p¨²blico parisiense), cuya fuerza innovadora proced¨ªa de su "intr¨¦pida continuaci¨®n" de la obra tard¨ªa de Beethoven. Como se?ala tambi¨¦n Kundera en El tel¨®n, la perspectiva distinta de la vida y la obra propias conforme a los cambios de la edad, desde la fratr¨ªa generacional de la juventud a la soledad de la vejez, evita al creador "tard¨ªo" la trampa de la presunta inmortalidad que sustenta con frecuencia tanta megaloman¨ªa grotesca. Nada peor que la autosatisfacci¨®n del m¨²sico, el poeta o el pintor. La tensi¨®n creadora entre fuerzas antit¨¦ticas y las contradicciones irresueltas propician al rev¨¦s una rebeld¨ªa a la vez est¨¦tica, social y moral, una fecunda insumisi¨®n del artista a las reglas del juego. Lo que Said denomina "la demoledora fuerza de lo nuevo".
A los modelos de estilo tard¨ªoanalizados en el libro, me permitir¨¦ agregar aqu¨ª los de Cervantes (aunque ¨¦ste se reconcili¨® al final de sus d¨ªas con la instituci¨®n literaria) y de Goya, a falta de poder hacerlo por razones de espacio los de Valle-Incl¨¢n y Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
Aunque se autocalificara con sorna de "poet¨®n ya viejo", Cervantes vivi¨® en el umbral de la vejez (la duraci¨®n de la vida humana en su tiempo era m¨¢s breve que en el nuestro), un prodigioso rejuvenecimiento creativo. Cediendo a los mediocres y arribistas el centro de la escena literaria, se refugi¨® en la soledad del anonimato con una fe en s¨ª mismo y en su inventiva tan conmovedora como ejemplar. El raro inventor que fue se apropi¨® de todos los c¨®digos literarios de la ¨¦poca, los parodi¨® y edific¨® con su material de derribo la obra que engendr¨® siglo tras siglo la mejor novela europea.
En el Goya anciano, aquejado de una sordera que le alejaba del trato social y refugiado en Burdeos con los execrados afrancesados, una extraordinaria fuerza revulsiva y sombr¨ªa le impuls¨® a elaborar un universo en el que la alianza del pesimismo l¨²cido y una imaginaci¨®n sin trabas asume la apariencia de un delirio. El antiguo pintor de la corte de Carlos IV rompe con la voluntad de armon¨ªa de Vel¨¢zquez y reivindica el horror de la historia de Espa?a como ingrediente art¨ªstico. Dicha fractura deliberada le conden¨®, no lo olvidemos, al ostracismo y olvido. Cuando Faustino Sarmiento visita la Pen¨ªnsula 18 a?os despu¨¦s de su fallecimiento ignora del todo al padre de la pintura moderna: "?C¨®mo ha sucedido que la pintura haya muerto en Espa?a; pero muerto a punto de desaparecer completamente, como si jam¨¢s hubiese existido?". El Goya enterrado por sus coet¨¢neos tardar¨ªa a¨²n unos decenios en resucitar. Las vibraciones provocadas por su se¨ªsmo art¨ªstico fundaron no obstante el universo que surgi¨® de sus ruinas.
Pero vuelvo al libro de Todorov citado al comienzo de estas l¨ªneas y en cuyo aguijador contenido me extender¨¦ otro d¨ªa. En el ensayo sobre Edward Said, incluido en su excelente galer¨ªa de relatos, el autor de La signature humaine evoca la experiencia enriquecedora del exiliado, a caballo entre dos culturas: la del pa¨ªs que abandon¨® y la del que en su seno vive y halla refugio. El exiliado, un h¨ªbrido cultural, ve las supuestas identidades nacionales fijas y homog¨¦neas desde dentro y desde fuera, no adhiere plenamente a ninguna y a partir de su especificidad -del "no lugar", dice Todorov- transforma ¨¦sta en un privilegio.
La educaci¨®n anglosajona de Said y su posici¨®n en el establishment universitario norteamericano le facultaron para descodificar el discurso orientalista y su abuso de clich¨¦s paternalistas o despectivos de los pueblos objeto de su an¨¢lisis. La experiencia del propio Todorov de la sociedad totalitaria, en la que vivi¨® hasta su exilio en Francia, le lleva a una comprensi¨®n personal de la hibridez de Said, de su doble identidad y su heterog¨¦neo sistema de valores. El autoexilio de algunos creadores -pienso en la obra de Joyce- favorece a su vez la emergencia del estilo tard¨ªo. Fuera del ¨¢mbito nacional y de sus presuntas certezas, el desterrado, voluntario o no, disfruta de la prerrogativa de pensar por su cuenta. Vejez, exilio y libertad creativa van as¨ª de la mano.
Calar a un tiempo en Said y en Todorov es un aut¨¦ntico regalo para el lector interesado en comprender la enjundia del arte exc¨¦ntrico, atemporal y, por ello mismo, contempor¨¢neo nuestro, de un arte que no se ci?e a ninguna correcci¨®n pol¨ªtica, social ni est¨¦tica, como ese monstrum horrendus, informis, ingens que tanto rechazo suscita entre los biempensantes y pacatos de todos los credos e ideolog¨ªas.
Juan Goytisolo es escritor.
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